Finalizada la Segunda Guerra Mundial en abril de 1948 se produjo el reparto de territorios entre los vencedores de la contienda, principalmente Estados Unidos y la extinta Unión Soviética.
Los israelíes son los que se han llevado la peor parte con varios millones de muertos víctimas del fascismo alemán encabezado por Adolfo Hitler. Se trata de un pueblo errante que urge ubicarlo en alguna parte.
Es cuando la ONU decide ubicar en territorio que antes habían ocupado desde tiempos ancestrales. Tras declarar su independencia se registra la invasión de Egipto, Jordania, Siria y Líbano.
Una decisión humanitaria que luego deviene en un conflicto que persiste hasta la actualidad. La ONU pretendía solucionar un problema pero creó otro, pues atizó el hacha de la guerra en esos cuatro países árabes.
Los palestinos estaban muy tranquilos en los territorios de Cisjordania y Gaza que históricamente siempre han ocupado.
La irrupción de Israel en Jerusalén fue como una bofetada al mundo islámico que tiene allí su centro cultural y religioso. Es la ciudad santa para cristianos, islamitas y judíos.
De inmediato los israelíes incurren en abusos, entre estos la apropiación indebida de tierras de lo cual son víctimas los palestinos.
Expulsan a numerosos palestinos de sus tierras, algunos de cuyos descendientes ocupan hoy la franja de Gaza convertidos en desplazados.
Pero la deplorable historia es que la ONU y Europa guardaron silencio por no se sabe qué causa. Se hicieron de la vista gorda por aquello de “ese no es mi problema”. De esa forma Israel pasa de víctima a victimario contra los palestinos.
Este es un conflicto donde están de por medio un conjunto de variables ante todo religiosas, territoriales y políticas. Pero cobran fuerza las causas religiosas para justificar la violencia, sobre todo de los árabes movidos por el islamismo que antepone a Dios en su accionar político contra sus enemigos, el pueblo de Israel.
Era inevitable una respuesta política y militar por parte de los palestinos en legítima defensa de sus pisoteados derechos. Es cuando surge en la década de 1960 la Organización para la Liberación Palestina (OLP) liderada por Yasir Arafat, quien reivindica el orgullo nacional a su pueblo. En consecuencia, a Arafat no se le puede encasillar en los moldes del terrorismo.
El caso es que los palestinos sufren actualmente por doble partido los rigores de la opresión, por una parte la de los judíos que a cada momento los califican de salvajes, los privan de los servicios como agua y electricidad también los persiguen y asesinan.
Y por otro lado, también padecen los métodos violentos de Hamás, surgido en 1987, por tratarse de un grupo fundamentalista con una visión tribal y atrasada de la vida y la sociedad apuntalada en la violencia. Quien no se somete a sus designios se expone a brutales castigos.
Es tal la situación de desventaja de Palestina que a la luz de la teoría del Estado es apenas una comunidad y no un Estado en esta era de la globalización. Ello más el de ser calificados de terroristas en los medios de comunicación inspirados en la cultura occidental.
Una cosa es el pueblo palestino y otra el grupo terrorista Hamás que controla el territorio de la franja de Gaza. A esos no los eligieron los palestinos sino que se han arrogado su representación.
Es lo que explica su crueldad cuando asesinan a civiles israelíes en su incursión a partir del sábado 7 de octubre. Eso es terrorismo que merece el rechazo y condena del mundo civilizado.
Pero dejar sin luz, electricidad y alimentos a casi tres millones de personas es un hecho que a nuestro juicio también raya en el terrorismo por parte de Israel. Un bombardeo aéreo reciente dejó más de 800 palestinos muertos en la franja de Gaza.
Llama la atención que este criminal ataque contra civiles israelíes de los terroristas de Hamás, ocurra cuando se hacen esfuerzos por mejorar las relaciones de Israel con el mundo árabe. En ese sentido el gobierno de Cisjordania ha marcado el camino a seguir.
No son flores lo que Israel lanza en cada ataque. Se recuerda aquella manifestación de los palestinos en la década de 1980 a la que llamaron “La Intifada”, cuyos protagonistas eran niños. Durante la misma, Israel mataba sin piedad alguna a numerosos infantes.
El terrorismo de ambos lados merece la más contundente condena. No es posible que la ONU pegue el grito al cielo cuando los israelíes son los perjudicados y no cuando se trata de los palestinos.
Ciertamente, Israel está en su pleno derecho de vivir en paz lo cual pasa por la cohabitación con Palestina como lo hace el gobierno de Cisjordania que los reconoce como Estado. Porque la coexistencia pacífica entre ambos pueblos es el camino a seguir y no el exterminio de uno y otro por la violencia.
En ese contexto creemos que no puede calificarse de terrorista al pueblo palestino que luchas por sus legítimos derechos históricos a tener su territorio y levantarse como un Estado.
Los platos rotos de esta conflagración los están pagando como siempre los palestinos. Otra vez ponen los muertos luego de la acción armada de Hamás contra Israel que ha respondido con furia.
Freddy Torrealba Z.
Twitter: @freddytorreal11