Detener el empuje de millones de voluntades de la ciudadanía en búsqueda de un objetivo común es una acción de mucho riesgo. Es como impedir el cauce natural de la crecida de una quebrada cuyo caudal de agua impresionante arrasa todo aquello que se le opone. Pero tal fuerza puede ser usada en provecho cuando se ordena y se le busca un propósito que esté acorde con su poder.
La actitud solitaria de un candidato que trató de malograr la gesta histórica de la elección primaria del 22 de octubre, se ajusta a esa acción suicida de oponerse al poderoso caudal de voluntades democráticas expresadas en ese evento. Tan insólita fue su acción que tanto el Presidente como el Vicepresidente de la tolda política que lo postuló, lo dejaron solitario en su ignominiosa postura.
Por otra parte, da pena ajena las declaraciones del Vicepresidente del partido de gobierno, que con su manso mazo de plastilina y mediante una alocución plañidera hace el ridículo tratando de quitarle importancia a la manifestación de voluntad de millones de votantes.
El exitoso fenómeno que lideró la candidata María Corina Machado, reconocido por todos los partidos de oposición que enfrentaron su candidatura en la Primaria, tiene como base el deseo de los venezolanos de sustituir el mando de un gobierno que ha destruido al país moral, institucional y económicamente. Su candidatura atrajo un cúmulo importante de votos que tenían como propósito dos fines esenciales: darle la fuerza suficiente como para que el gobierno lo piense seriamente antes de obstaculizar su participación en la elección presidencial del año entrante; y en segundo lugar, enviar un mensaje al resto de los movimientos partidistas democráticos de oposición, en el sentido de que ella representa sin duda alguna la unidad que debe respetarse.
Dos propósitos en un solo mensaje de millones de voto: uno para el nefasto gobierno y el otro para la movediza e inquieta oposición democrática. Creemos que la monopolización del voto por la candidata Machado se debió en gran medida a estas razones.
Pero en el fondo la población lo que quiere es desbancar al actual gobierno que le ha quitado la posibilidad de vivir de un trabajo honrado y ha convertido gruesas capas de la población en un tumulto de indigencia que deambula famélico por calles y avenidas solitarias y en donde antes había intensa vida social y comercial.
Quiere igualmente la nomenclatura obtusa y torva ignorar el aluvión de personas que el domingo 22 de octubre le puso fiesta de votos a la esperanza. Eso no existió, declaran, con el terror de proximidades fatales metido en las entrañas. Se cometió un delito, inventaron más de dos millones de venezolanos en las mesas de votación, esa explosión de gente haciendo colas en ciudades, caseríos, calles, plazas, avenidas, de todas partes del país, fue un truco de magia, una ilusión óptica creada por un mago contratado en Nueva York o Las Vegas, por eso Jesús María Casal debe ser enjuiciado, todo ello exclaman o imaginan en su loca desesperación ante el final que tienen cerca.
Lo malo para estos señores es que existe un testigo que vio todo, que conoció a detalle lo que sucedió en las primarias, el pueblo venezolano. Ese pueblo que vio las presiones internas que recibió la Comisión Nacional de primarias, la pugna interna entre partidos para mantener equilibrio en todas las mesas de votación del país, ellos mismos fueron la exigente contraloría interna que jamás se prestaría para que María Corina Machado obtuviera un voto demás fuera de las papeletas que contaron una a una hasta aceptar que ese domingo había ocurrido un fenómeno electoral no previsto por nadie.
Por si esto fuera poco, el pueblo elector inundó las redes sociales con fotos y videos donde aparecían dando la cara y manifestando su orgullo y dignidad de gente libre, no condicionada por el miedo o una caja de alimentos. Agregue el lector que Jesús María Casal es una muralla de honorabilidad, igual que lo son el resto de integrantes de la Comisión Nacional de Primarias y de las Juntas Regionales.
Señores del régimen, asuman su guayabo con tilo o malojillo y como decía Luis Herrera Campins, compren alpargatas porque para ustedes lo que viene es joropo.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez