«Nos encontraremos de nuevo, no sé dónde, no sé cuándo, pero sé que nos volveremos a encontrar algún día soleado»
Vera Lynn
La vida puede tener momentos buenos y momentos malos.
Sin duda, uno de los más complicados es decir adiós…
El síndrome de Ulises, también conocido como síndrome migratorio, es un trastorno psicológico que afecta a personas que han emigrado de sus países de origen.
El nombre del síndrome proviene del personaje mitológico Ulises, quién pasó por innumerables dificultades durante su viaje de regreso a Ítaca después de la guerra de Troya.
El síndrome de Ulises fue descrito por primera vez en 2001 por el psiquiatra español Joseba Achotegui, quien observó que los inmigrantes que llegaban de España, presentaban síntomas similares a los del estrés postraumático.
Estos síntomas incluyen ansiedad, depresión, insomnio, pérdida de apetito, problemas de concentración y baja autoestima.
Una de las principales causas del síndrome de Ulises, es la separación familiar. ¡Despedirse no siempre es fácil!
Muchos inmigrantes dejan a sus familiares en su Paises de origen y se enfrentan a su soledad y a la nostalgia.
Además, la presión económica y la discriminación en el país de acogida también contribuyen a este trastorno.
El síndrome de Ulises puede tener consecuencias significativas en la salud física y mental de los afectados.
La ansiedad y la depresión crónica pueden llevar a enfermedades cardiovasculares, trastornos digestivos y problemas de sueño.
Igualmente, el estrés constante puede afectar la capacidad de adaptación de los individuos y dificultar su integración en la sociedad.
Es importante destacar que el síndrome de Ulises, es un trastorno reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, a menudo pasó desapercibido debido a la falta de conciencia y comprensión en la sociedad.
Para tratar el síndrome de Ulises es fundamental ofrecer apoyo psicológico y social a los inmigrantes.
Esto implica brindarles acceso a servicios de salud mental, programas de integración cultural y comunitaria así como oportunidades de educación y empleo.
Por otro lado están los familiares que se quedan, especialmente cuando la persona que se va significa algo importante en su vida. Sufren tristeza y vacío, sienten angustia por no saber si van a regresar.
Padre, madre, hermanos, abuelos, tios, sobrinos o primos.
Cualquiera de ellos, que migre rompe inmediatamente ese vínculo tal y como lo conocía y esas relaciones familiares, que se han construido de hace años, se enfrentan de repente a la distancia.
Una distancia física pero también, emocional… y entonces les invade un dolor muy grande al pensar que ya no podrán abrazarlos ni estar con ellos.
«Solo en la agonía de despedirnos somos capaces de comprender la profundidad de nuestro amor»
George Eliot
Natividad Castillo P. (Natty)
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