Hoy 3 de octubre se cumplen 40 años de la mudanza del antiguo mercado El Manteco a Mercabar. Un episodio registrado en medio de la incredulidad de sus moradores que nunca creyeron que eso se haría realidad. Algunos hasta lloraron por esa causa.
Ubicado en el corazón de la ciudad es el escenario de una diversidad de relaciones de intercambio económico a la que el cronista Fulgencio Orellana llama bolsa de valores agropecuarios.
Pero, es también el espacio engendrador de valores culturales en el orden material y espiritual. Esto debido a la presencia transformadora del hombre que constantemente modifica el medio ambiente con sus actividades.
Cultura general
Su connotación cultural está liada a la práctica cotidiana del trabajo y el comercio. Es lo que en su acepción más amplia se conoce como cultura del trabajo generadora de riqueza y prosperidad para sus participantes.
En su seno se desarrolla una singular forma de ser y vivir de un hombre entregado a una jornada laboral que iniciaba a las tres de la madrugada que, desde luego, moldea su espíritu, manifiesto en su agitada y fructífera cotidianidad.
El arribo del Ferrocarril Bolívar el 18 de enero de 1891 lo impulsa como unidad poblacional pero también en lo económico y cultural.
Ese medio de transporte dinamiza la economía y cultura regional, siendo su primer eslabón El Manteco.
Aquel ambiente desordenado generará una forma de idiosincrasia en sus habitantes. Es lo que se ha denominado la “mantecaneidad” con sus particulares y marcados rasgos campesinos. Ese elemento bucólico le confería a las variadas relaciones el valor de la honestidad y el trabajo creador.
La fuerza de la palabra
La palabra oral es inseparable en la vida del hombre. La dimensión lingüística de El Manteco la encontramos en el origen y significado de ese sustantivo supeditado a la imaginería popular, que le ha dado un uso y acepciones diversas derivado de las circunstancias.
La más común es la que sostiene que proviene de la presencia al inicio de la primera década del siglo XX de un vendedor de chicharrones de apellido Lucena procedente de El Tocuyo.
Éste se ubica en la emblemática esquina de la calle 31 con carrera 22 (Tres Torres con Bruzual) para dedicarse a su venta de este derivado de la carne de cochino y donde en 1938 es fundado el Mercado Municipal El Manteco.
La gente lo apoda “el Manteco” por la manteca que impregnaba su vestimenta, una franela de algodón y pantalón de kaki.
Luego el término derivaría hacia otras acepciones como mantecaneidad, mantequero y mantecólogo.
Así se ha denominado mantequero a sus moradores con un acentuado sentido de pertenencia y afirmación de una identidad. Es tal su peso que un comerciante de origen portugués nos decía en una ocasión orgulloso que era un mantequero.
Su semántica se aplica según las circunstancias existentes con un criterio muy práctico. Se confirma que el lenguaje es un fenómeno humano que se enriquece y crece en la calle con un léxico coloquial. El prosaico lenguaje de mercado que la gente del común inventa.
Un convergente mosaico
En sus posadas y restaurantes se encontraba lo mejor de la gastronomía criolla. El plato típico de mayor consumo era la chanfaina hecha con vísceras de res y picante. Esa era la especialidad del restaurante de la curarigüeña María Magdalena Torrealba en la calle 33.
Es el escenario propicio para los artistas populares que venden su arte por unas cuantas monedas. Por ello en sus parajes no faltaban los músicos andariegos dedicados generalmente a las expresiones del folclor con los instrumentos del cuatro, maracas, charrasca y tambor.
Los cantores populares como Canelito ojos de gato, gigantón, vestido de liki liki y guitarra en mano deleitaban a los citadinos con su arte. Canelito imitaba al bolerista Panchito Riset con su voz de falsete que provocaba risas en la gente.
En el botiquín de Pedro Castillo, en la carrera 25 esquina calle 32, eran frecuentes las peñas musicales. En las mismas se deban cita y ofrecían su arte Tino Carrasco y Rodrigo “el Chueco” Riera. Un día debuta Amado López como cuatrista, el creador del grupo Cuatros y más Cuatros y una academia musical en la carrera 23.
Las añejas rockolas tuvieron cabida en sus botiquines y bares. Pero fueron el instrumento sonoro de ese tiempo para la difusión de diversos géneros musicales, entre estos las rancheras mexicanas. Éstas gozaban de amplia preferencia entre el público mantequero sobre todo los caleteros, cuyo himno musical era Dos pasajes con Lupe y Polo. Era costumbre entre estos hacer una pausa en la hornada en pleno día para ingerir una cerveza. Eso lo permitía aquel desorden organizado que imperaba en el lugar.
La cultura cinematográfica tuvo cabida en sus espacios con el funcionamiento de cinco cines, a saber: primero fue el Olimpo fundado por el empresario Luis Gallardo en 1949 en la calle 37 esquina carrera 25. Es una de las arquitecturas más atractivas del sector de influencia italiana. Su especialidad eran las películas mexicanas. En enero de 1957 se presentó allí el entonces ídolo de la canción azteca Pedro Infante con lleno total de público. Otros cines son: Ayacucho, Rialto, Principal y Parroquial El Cristo fundado por los Padres Pasionistas.
En la calle 34 entre 23 y 24 funcionó la Radio Cronos, la antecesora de Radio Juventud, a partir de 1950, propiedad de Raúl Montesinos Camejo y Antonio Oviedo. Emitía por la frecuencia de los 840 kilociclos. Los vecinos acudían diariamente a sus estudios para disfrutar del talento en vivo y la música en disco anunciada por el locutor de guardia.
La educación formal se asentó en tres centros educativos: la escuela José Gregorio Hernández, fundada en 1936 en la carrera 24 entre 29 y 30. En la esquina de la carrera 25 con calle 32 funcionó el kinder San Antonio de las hermanas Gema y Lucía Torres. Los padres pasionistas de la Iglesia el Cristo crearon a mediados de la década de 1960 el Colegio El Cristo de línea confesional y religiosa.
Las poetisas Carmen Lovissoni Crespo y Beatriz Viggiani le han cantado al Manteco en finas creaciones de poesía en prosa. El escritor Teódulo López Meléndez le escribió un cuento titulado “Es solo el agua que recorre” en el libro Los escribientes moriremos. Otro libro es Del Manteco a Mercabar, crónica de un mercado de Alvaro de Medinacel. Por nuestra parte en 2005 publicamos el libro El Manteco Territorio de Oro. En pintura Enrique González plasmó sus estampas en el cuadro “El Manteco de Barquisimeto”. La orquesta Billos Caracas Boys le dedica una guaracha.
Los yerbateros y brujos forman parte de la magia y misterio del tradicional lugar. La gente los consulta por razones de salud, dinero, amor y la suerte, Los segundos los hay de la banca blanca y negra con movimiento, por los que saben, de energía paranormal.
Arquitectura gótica y tradicional
La capilla El Cristo, actual Basílica Menor, funda en 1959, es un emporio de arquitectura gótica donde son desafiadas las leyes de la gravedad. Es la mayor obra arquitectónica levantada en el sector. La existencia de ese centro religioso en un ambiente medieval constituye una paradoja.
El sector también ha sido un reservorio de arquitectura tradicional que tiende a desaparecer a base inmuebles de adobe, caña brava y tejas.
En la calle treinta se concentran las de mayor vistosidad cuyos dueños son gente de la élite económica, entre estas el inmueble de dos pisos de arquitectura francés de la calle 30 con carrera 22, propiedad de la familia Saldivia. También el edificio El Sol levantado en 1938 por Antonio María Brito Flores en la esquina de la carrera 22 con calle 31.
Además los dos locales del extinto Consejo Venezolano del Niño en la esquina de la calle 33 con carrera 24 construido en la primera década de 1940, cuando principiaba la modernización de la ciudad.
El Manteco sigue siendo un muestrario de cultura humana en una variedad de formas desde lo tangible a lo intangible. Son expresiones concretas de la barquisimetaneidad. El Manteco confirma que donde está el hombre existe cultura.