Estamos ante una presencia inevitable de una gran revolución tecnológica digital con internet, tan o más importante como la imprenta de Gutenberg en el siglo XV. Gracias a la llamada inteligencia artificial ha hecho su entrada clamorosa a los sistemas educativos la “clase invertida” (en el que los alumnos aprendan el material fuera de clase y lo practiquen en clase). Ya el aula de clase no contiene el conocimiento, está fuera de ella. ¿Qué pensarían Comenius y Pestalozzi de tal portento de la ciencia aplicado a la pedagogía?
El furor mediático que se generó el invierno pasado (2022) por los ChatBots alteró de manera dramática los distritos escolares y las universidades de todo Estados Unidos, afirma el prestigioso diario The New York Times del 30 de agosto de 2023. Estas herramientas, las cuales se entrenan con enormes bases de datos de textos digitales, utilizan la inteligencia artificial para producir respuestas escritas según las instrucciones de los usuarios. Los bots también inventan cosas sin restricciones.
¿Maravilla o amenaza para la educación? He ahí el dilema con una tecnología que puede realizar en segundos un resumen bastante bueno de la novela Doña Bárbara del escritor Rómulo Gallegos. Los ChatBots escribirán por nosotros. Algunos, como era previsible, se cierran como una suerte de neoludistas ante tal portento. Otros aplauden la llegada de esta herramienta cognoscitiva que llegó para quedarse: “El mundo que hereden nuestros hijos estará lleno de inteligencia artificial y debemos asegurarnos de que estén bien equipados para eso, tanto para los beneficios como para los inconvenientes” dice Wade Smith, educador estadounidense.
Los educadores más reservados y prudentes aplaudieron el bloqueo de ChatGPT en los planteles educacionistas de los Estados Unidos, pero pronto se dieron cuenta que los alumnos tenían acceso a la tecnología desde sus casas con sus sofisticados teléfonos inteligentes y computadoras portátiles, desarrollando una gran habilidad digital. Cuestionan que los muchachos hagan lecturas planas de los textos literarios sin creatividad, lo que nosotros en Hispanoamérica llamamos eufemísticamente “caletre”.
Los ChatBots de inteligencia artificial pueden generar ensayos, historias de ficción y otros textos para las tareas. ¿Será la muerte de la crítica literaria? Los críticos de la nueva tecnología advirtieron que lo más probable era que los bots socavaran la educación, pues iban a inundar a los estudiantes de información errónea y a facilitar que hicieran trampa de manera generalizada. Y los dilemas morales e intelectuales no se han hecho esperar dice The Times: ¿cómo deben ser las tareas de redacción en una era en la que los estudiantes pueden usar Chatbots para que las escriban por ellos? ¿Cómo las escuelas, los profesores y los alumnos pueden utilizar los bots de manera eficaz y creativa? ¿Se consideraría trampa si un estudiante le pide a un bot que haga el borrador de un texto que luego reescribirá él mismo?
Los bots pueden inventar información errónea y reproducir los prejuicios humanos. Según los administradores, solo están adoptando un punto de vista pragmático: los alumnos tendrán que aprender a darle instrucciones a los ChatBots para que respondan sus preguntas, así como aprenden a consultar motores de búsqueda como Google.
Los defensores de los Chatbots, en cambio, argumental que ofrece el ejemplo de una extraordinaria curva de aprendizaje de un distrito escolar en cuanto al uso de inteligencia artificial. Los administradores escolares trataron de aprovechar las ventajas potenciales de los Chatbots y al mismo tiempo trabajaron para abordar asuntos espinosos como las trampas, la desinformación y los posibles riesgos para la privacidad de los estudiantes. La posibilidad de un plagio masivo de información está ahí. El bot conversacional genera textos tan articulados y llenos de matices, dice The Times, que dan escalofríos y la gente lo utiliza para escribir cartas de amor, poesía, fanficción… y sus tareas de la escuela. Un remedio ante ello serán las evaluaciones orales, trabajos manuscritos en vez de tecleados, trabajos en grupos.
En la enseñanza superior, los institutos y las universidades de los Estados Unidos no han prohibido la herramienta de inteligencia artificial porque los administradores dudan de la eficacia de esa maniobra y no quieren transgredir la libertad académica. Al contrario, esto significa que la forma de enseñar está cambiando. “No va a ser la última innovación con la que tengamos que lidiar”, dice un rector de una universidad de Florida. La Inteligencia Artificial está en sus primeros días. Silicón Valley, Google y Microsoft, tienen la palabra.
Geoffrey Hinton, Shoshana Zuboff, Ignacio Ramonet: Duros críticos de la Inteligencia Artificial
Geoffrey Hinton fue uno de los pioneros de la inteligencia artificial en 2012 en Toronto, Canadá. Sin embargo, hace pocos días se unió de manera oficial a un creciente coro de críticos que afirman que esas empresas están corriendo hacia el peligro con su agresiva campaña para crear productos basados en la IA generativa, la tecnología que impulsa ChatBots populares como ChatGPT: “Estoy arrepentido con el trabajo de mis días.” Muchas personas del sector temen que estén liberando algo peligroso. La IA generativa ya puede ser una herramienta para la desinformación. Pronto, podría ser un riesgo para el empleo. En algún momento, dicen los más preocupados por la tecnología, podría ser un riesgo para la humanidad.
Geoffrey Hinton, británico expatriado de 75 años, es un académico de toda la vida cuya carrera se vio impulsada por convicciones personales sobre el desarrollo y el uso de la IA. En 1972, como estudiante de posgrado en la Universidad de Edimburgo, adoptó una idea llamada red neuronal. Una red neuronal es un sistema matemático que aprende habilidades analizando datos. En aquella época, pocos investigadores creían en la idea. Pero se convirtió en el trabajo de su vida. Hoy se arrepiente de su creación porque teme sea usada en el campo de batalla. Por esa razón se niga a trabajar para el Pentágono. Los gigantes tecnológicos están atrapados en una competencia que podría ser imposible de detener, dijo Hinton, quien agrega algo temible: internet se llenará de fotos, videos y textos falsos, y una persona promedio “ya no podrá saber qué es verdad”. Teme el día en que las armas en verdad autónomas —esos robots asesinos— se hagan realidad.
Mientras redacto este ensayo pienso insistentemente en el Capitalismo de la Vigilancia, novísimo concepto creado en 2013 por la socióloga estadounidense Shoshana Zuboff que se refiere a la mercantilización de datos personales, es decir, en la transformación de información personal en una mercancía sujeta a la compraventa con fines de lucro.
Zuboff observa que el capitalismo de vigilancia va más allá del terreno institucional convencional de la empresa privada, que no solo acumula activos y capital de vigilancia, sino también derechos, y que opera sin mecanismos de consentimiento significativos. La vigilancia ha ido cambiando las estructuras de poder en la economía de la información. Este fenómeno podría presentar un cambio en las estructuras de poder más allá del Estado-nación y hacia una forma de corporatocracia: es el gobierno de las corporaciones, el cual es una denominación dada a un gobierno en el cual el poder ha sido transferido desde el Estado a las grandes corporaciones. Como si fuera poco a ello debemos agregar que los aparatos de seguridad del Estado se nutren de tal información.
La problemática global planteada por el español Ignacio Ramonet, se basa en las consecuencias de la vida y presencia digital. Para él la conectividad se ha vuelto una dependencia generalizada. “Recibimos tanta oferta de información, imágenes y productos de consumo que no sabemos cohabitar sin el internet”. Vivimos en un terrible “Darwinismo mediático”, estamos a las puertas de la digitalización dela sociedad, la verdad es cada vez más emocional. El Gran Hermano que soñó en 1949 George Orwell se ha quedado corto. La humanidad está viviendo -con miedo, sufrimiento y perplejidad- una experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del «fin de la historia» es una falacia… Descubriendo que la historia, en realidad, es impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática. Sin precedentes. Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades siguen temblando sobre sus bases como sacudidas por un cataclismo cósmico. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos… Un mundo se derrumba. Cuando todo termine la vida ya no será igual.
Mastodontes digitales como Google, Amazon, Facebook o Netflix, dice Ramonet, que ya dominaban el mercado, están viviendo un grandioso momento de triunfo comercial. La descomunal inyección de dinero y sobre todo de macrodatos que están recibiendo les van a permitir desarrollar de modo exponencial su control de la inteligencia algorítmica. Para dominar todavía más, a escala mundial, la esfera comunicacional digital. Estas gigantescas plataformas tecnológicas son las triunfadoras absolutas, en términos económicos, de este momento trágico de la historia. Esto confirma que, en el capitalismo, después de la era del carbón y del acero, la del ferrocarril y la electricidad, y la del petróleo, llega la hora de los datos, la nueva materia prima dominante en la era postpandémica.
Bienvenidos al capitalismo digital….sentencia Ramonet.
Luis Eduardo Cortés Riera