#OPINIÓN Los árboles mueren de pie #27Sep

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“…Estos son los hechos históricos positivos de nuestro pasado reciente que debido a su relevancia deberíamos recordar a diario y enseñarlos a las nuevas generaciones…”

Jorge Puigbó

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En el año 1949, el primero de abril, se estrenó en el Teatro Ateneo de Buenos Aires una comedia en tres actos, escrita por el dramaturgo español Alejandro Casona la cual, como cosa curiosa fue presentada por primera vez catorce años después, el 18 de diciembre de 1963 en el Teatro Bellas Artes de Madrid. Tuve la oportunidad de poder ver en la televisión la versión llevada al cine por un director argentino, Carlos Schlieper, con guion realizado por el autor, más tarde con el correr de los años vi una extraordinaria adaptación realizada por la televisión española. Dos cosas resaltan en el mensaje que Casona nos deja, una es, que sembrar ilusiones basadas en mentiras piadosas nunca serán sostenibles en el tiempo y que conocer la verdad por más dura que nos parezca es preferible; la otra es la lección de reciedumbre moral y de sacrificio que nos da el personaje de la abuela, sobre todo cuando expresa la que podría ser la frase fundamental de la obra: “Es el último día, Fernando. Que no me vean caída. Muerta por dentro, pero de pie. Como un árbol.” Pero no es de Casona y su comedia de lo que vamos a tratar en este artículo, solamente es un preámbulo explicativo del origen del título del mismo.

El domingo 1 de diciembre de 1968, fue una mañana especialmente fría y alterada por la cantidad de “bolas” que corrían por el país. Temprano esa madrugada fui a ejercer mi derecho al voto en la mesa de Baruta que me correspondía, eran las terceras elecciones democráticas que se producían en nuestro país, luego de haber resistido sus instituciones los ataques desestabilizadores, cruentos y más despiadados llevados a cabo contra gobierno alguno en nuestra historia. Una izquierda aliada a enemigos internacionales, para la cual la ideología estaba por encima de moral, leyes y principios, incluso por encima del derecho a la vida, fue la ejecutora; que luego, muchos se arrepintieron, es otro cuento que vendría después. Ya a esa hora la gente acudía presurosa con un gran espíritu y alegría, las colas crecían rápidamente y luego de transcurrida la votación se devolvían cada quien para su casa dentro de un ambiente de tranquilidad y sosiego. 

Elegíamos ese día al sucesor del presidente Raúl Leoni, quien pertenecía al partido Acción Democrática, organización que se encontraba atravesando serios problemas debido a las divisiones internas, sobre todo la liderada por Luis Beltrán Prieto Figueroa de la cual surgió, en 1967, el partido Movimiento Electoral del Pueblo el cual competía en esos comicios. De esta historia lo que nos interesa destacar es, en primer lugar, la apertura política hacia dos sectores tradicionalmente antidemocráticos, el Partido Comunista a quien se le permite participar, solo con candidatos a las parlamentarias y bajo el nombre de Unidos Para Avanzar y a los perejimenistas mediante su partido Cruzada Cívica Nacionalista, que obtuvo representación en el Congreso. Todo eso nos recuerda la existencia, en ese entonces, de un espíritu franco de diálogo, inclusión y de cambios de actitudes a pesar de los grupos irredentos que se conservaban alzados en armas y subvirtiendo el estado de derecho. En resumidas cuentas, se inscribieron seis candidatos, y en las elecciones mas reñidas de nuestra historia triunfa el doctor Rafael Caldera del partido COPEI. La diferencia de votos con respecto al candidato de AD fue de apenas unos 32.000 votos, realmente pequeña. Para que recordemos estas son las cifras de los votos de los primeros cuatro candidatos: Rafael Caldera,1.083.712; Gonzalo Barrios, 1.050.806; Miguel Ángel Burelli Rivas, 826.758 y Luis Beltrán Prieto Figueroa, 719.461. Lo primero que se evidencia es que si AD no se divide hubiera sido imposible ganarle, los 938.853 votos que recibió como partido lo reafirmaron como el más votado; la otra cuestión importante que se desprende de estas elecciones es la consolidación en Venezuela del respeto por la voluntad del pueblo y el ejemplo de  la primera fuerza política que, al perder las elecciones, cede el paso y trasmite el poder al ganador, dando comienzo así a la consolidación de un sistema con predominio de dos partidos. 

Prosiguiendo con el hilo, en horas de la tarde de ese día, me dirigí a la casa nacional del partido COPEI, para esperar en medio de una atmosfera tensa, los resultados que nos enviarían desde las mesas de votación las personas designadas para esa labor. Pronto comenzaron a llegar resultados de diferentes zonas del país, en las cuales había terminado la jornada. Un sube y baja de emociones se producía entre los dirigentes que llevaban las cuentas y en el resto de los que presenciábamos el desarrollo, las cifras no aportaban absolutamente ningún tipo de orientación y menos tendencias esperanzadoras. Así pasaron las horas y la noche avanzó con su incertidumbre. En lo que era el salón principal de la vieja casa del centro de Caracas, sobre la gran mesa redonda que allí se encontraba, habían colocado un número grande de teléfonos, serían unos diez, quizá, no lo recuerdo bien, pero esa noche cumplirían una misión extremadamente importante para el futuro de la Venezuela democrática. Mientras tanto las horas parecían pasar lentamente y la angustia afloraba, dirigentes nacionales entraban y salían, así como personas que buscaban información. Han transcurrido unos cincuenta y cinco años y las escenas se tornan opacas, desdibujadas por la niebla de los años, solo recuerdo que en la noche, alrededor de las nueve o diez, nos llamaron a un grupo de confianza y nos dieron las instrucciones finales, cada uno debía ocupar un puesto de la mesa redonda y el teléfono correspondiente, a partir de allí estaríamos aislados e incomunicados del resto de la dirigencia, deberíamos tomar cualquier llamada que se produjera desde ese momento y comprobar la emisión de una contraseña: “Los árboles mueren de pie”, en ese momento no sabíamos de que se trataba todo aquello y nada se nos dijo al respecto. La tensión y el silencio entre nosotros era impresionante. De repente sonó el teléfono que tenía asignado y escuché, con el corazón acelerado, como una voz masculina y profunda pronunciaba la contraseña. Inmediatamente comunique la novedad, mientras tanto varios de los teléfonos comenzaron a sonar al mismo tiempo y aquello se transformó en un caos, al recibirse la misma contraseña emitida por diferentes personas confirmando una situación que intuíamos debía ser grave. Al poco tiempo entró a la casa del partido un conocido e importante dueño de medios acompañado de varias personas y en un estado de agitación severo, allí me enteré que mandos militares y otros se negaban a reconocer el triunfo de Caldera y amenazaban con un golpe de estado.

Al final la nobleza, entereza y responsabilidad de un hombre cabal como era el doctor Raúl Leoni Otero, cuyo objetivo fue siempre un gobierno de entendimiento nacional, de amplitud democrática y de equilibrio político, se impusieron y en un acto de justicia reconoció el triunfo del doctor Caldera. Explicaciones existen, tantas como para satisfacer los diferentes egos e ideologías, pero lo cierto es que en el camino de los años se perdió por completo el espíritu democrático y se acudió a todo tipo de calumnias, pactos, componendas, artimañas e ilegalidades para controlar el poder, destruir líderes e imponer otros, lo cual condujo a la situación actual. Debemos revisar la figura de Raúl Leoni Otero y darnos cuenta de su profunda civilidad y tolerancia política para tenerlo como ejemplo en nuestros procederes.

Jorge Puigbó

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