La desobediencia como tal, tiene naturaleza bíblica y se dio en el mismísimo Paraíso Terrenal. De sus consecuencias todos las padecemos. Desde entonces, los seres humanos somos rebeldes en todo tiempo, lo que se traduce en desconocer aquello que perturbe sus intereses como es la libertad, el valor por excelencia para la convivencia en sociedad y que para tales efectos, se cede una parte, para alcanzarla. Entendido de esa manera luce aceptable, hasta que los déspotas subyugan al pueblo para hacerse del poder, que en principio, fue para conquistar otros pueblos y en nuestro tiempo, las mismas razones, económicas, sólo que los sistemas democráticos admiten la denominada «desobediencia civil» ejemplarizante, llevada a cabo en la India por Mahatma Gandhi en busca de su independencia del imperio británico.
Por supuesto, que aquel concepto es hoy, un principio universal, consagrado en las constituciones venezolanas de 1961 y 1999 (Artículo 350)
“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos.”
Lo que no debe entenderse como «rebelión» al Estado de Derecho legítimamente constituido y su ejercicio, debe agotarse sin violencia en las instancias disponible, para lo que es fundamental, la clásica división de poderes a la interpretación del constitucionalista Allan R. Brewer-Carías en atención a que:
(Art 07) «Todas las personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a la Constitución. La violación a los principios, valores y garantías democráticas que consagra la Constitución, por tanto, es una violación a la misma…. Además, la Constitución declara como nulos todos los actos dictados en ejercicio del Poder Público que violen o menoscaben los derechos que garantiza haciendo responsables en lo penal, civil y administrativo a los funcionarios públicos que ordenen o ejecuten esos actos violatorios» (Art. 25)
En ese sentido, lo interesante en destacar, es el histórico antecedente en tierras del hoy Barquisimeto a sus 470 años, cuando el conquistador Juan de Villegas en conocimiento de una mina de oro en el pueblo de Buría mandó al expedicionario suyo, Damián del Barrio a investigar de cuyas resultas, fundaría a «Nueva Segovia de «Variquisimeto» con los esclavos que llevaba, sometiendo a los Indios. Al respecto cabe destacar el origen del primer nombre, sería en honor a la ciudad natal del gobernador Villegas y el segundo, por el nombre que daban los aborígenes «Jirajaras y Caquetíos» lugareños, al río donde estaban asentados. Lo cierto es que, del mal trato que recibían del español, ha mediado de 1553, se sublevaron, al mando del esclavo negro «Miguel» llegándose a coronar como «Rey» y en cuya aventura moriría en fuerte combate.
Dos siglos después 1781, hubo una insurrección en la Villa del Rosario (Virreinato de Nueva Granada) en protesta por medidas impositivas al tabaco y aguardiente bajo la consigna ¡Viva el Rey, muera el mal gobierno! Mérida y Maracaibo se sumarían a ello por el riesgo de represalias ¿y qué fue el 19 de abril de 1810? sino un acto de desobediencia civil que no lo supo manejar la Corona. Lo que siguió es conocido y bien merece un bronce «El Negro Miguel de Buría» historia bien novelada por el profesor Miguel Arroyo en «El Reino de Buría»
Jorge Ramos Guerra