#OPINIÓN El sistema eléctrico agoniza #16Sep

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En Venezuela, la incertidumbre no es solo una palabra, es una sensación que se ha arraigado en la vida de sus ciudadanos. Uno de los problemas más apremiantes, que sume a la población en un constante estado de zozobra, es la crisis que azota al sistema eléctrico. Una realidad que lejos de ser una molestia ocasional, es una pesadilla que se ha colado en todos los hogares, dejando tras de sí un rastro de dolor y pérdida.

El colapso del sistema eléctrico no se limita a interrupciones en la energía: es una crisis que penetra en los corazones y en las vidas de los venezolanos. Cada vez que se va la luz, se apaga la esperanza y se encienden las preocupaciones. ¿Qué alimentos se habrán dañado esta vez? ¿Cuánto costará reemplazar ese electrodoméstico que ya no funciona debido a las fluctuaciones de voltaje? ¿Cuándo regresará el servicio? Son preguntas que atormentan a las familias en un país donde los apagones son una constante.

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La pérdida de alimentos es una realidad que miles de hogares venezolanos enfrentan a diario. Los alimentos, tan difíciles de costear, se desvanecen en la oscuridad de la noche y, junto con ellos, las esperanzas de una comida segura. Con lo difícil que es comprar proteínas por los salarios tan bajos, da mucho dolor perderlos por falta de refrigeración. Pero la tragedia no se detiene en la cocina. Los electrodomésticos, desde las neveras hasta los televisores, son víctimas de los cortes de energía. Para muchas familias, reemplazar un electrodoméstico es un lujo que no pueden permitirse, y esta carga económica adicional solo aumenta el sufrimiento. 

Las empresas también luchan por sobrevivir en este oscuro panorama. Los apagones interrumpen sus operaciones y minan su capacidad para ser productivas y competitivas. La economía, ya debilitada, sufre un nuevo golpe, y el empleo se convierte en un bien cada vez más escaso.

Pero lo más desgarrador es el riesgo constante para la salud y la seguridad de los ciudadanos. Los hospitales, clínicas y ambulatorios se ven afectados por los apagones, poniendo en peligro la vida de los pacientes que dependen de equipos médicos. La oscuridad perpetua aumenta el riesgo de accidentes y delitos, creando un ambiente de inseguridad que afecta a todos.

En este contexto, la compleja crisis humanitaria que enfrenta Venezuela se recrudece. La población ya sufre una falta crónica de servicios básicos, como agua y transporte público, y la incertidumbre en el suministro eléctrico agrava esta situación. A tal punto ha llegado la ironía, que mientras escribo este artículo para denunciar la injusticia que vivimos a diario, la electricidad falló en mi hogar. 

La sombra de un apagón a nivel nacional, como el ocurrido en 2019, reaparece en cada bajón. Los recuerdos de aquellos días oscuros nos persiguen, y la idea de revivir una crisis de tal magnitud es aterradora. Esos terribles días del 2019 no serán fáciles de olvidar para la mayoría de nosotros. 

Ante este panorama, es fundamental que se tomen medidas urgentes para resolver la crisis eléctrica. Esto requiere una inversión significativa en infraestructura, así como una gestión eficiente y transparente de los recursos. Es necesario un cambio político, un cambio verdaderamente democrático, donde los venezolanos podamos escoger nuestro futuro. 

Los venezolanos merecemos un futuro en el que no tengamos que vivir con el temor constante de quedarnos a oscuras, perder alimentos o sufrir daños en nuestros electrodomésticos. La restauración de un sistema eléctrico confiable es un paso crucial hacia ese futuro. Con una unidad amplia podremos construir esa Venezuela que tanto anhelamos.

Stalin González

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