Según las autoridades locales de Libia, se contabilizan este miércoles 13 de septiembre, al menos 5.300 muertos y 10.000 personas desaparecidas, en lo que se considera una de las peores tragedias naturales de la historia del país.
El epicentro del terremoto se localizó a unos 40 kilómetros al noreste de la ciudad de Derna, que ha sufrido lo peor de la devastación. El sismo, que se sintió en todo el país y en países vecinos como Egipto y Túnez, fue seguido por varias réplicas de menor intensidad, pero que aumentaron el pánico entre la población.
El terremoto coincidió con la llegada del ciclón Daniel, un fenómeno meteorológico similar a un huracán, que trajo consigo fuertes lluvias, vientos y tormentas eléctricas. Las precipitaciones provocaron el desbordamiento de dos presas cercanas a Derna, que se rompieron y liberaron una enorme cantidad de agua que fluyó hacia las zonas ya inundadas por el sismo.
Montañas de escombros, coches aplastados, bolsas de cadáveres y personas atrapadas bajo los restos de sus casas es el panorama que se refleja en las imágenes a través de las redes sociales. Miles de personas han sido desplazadas y se encuentran en refugios improvisados o al aire libre, sin acceso a agua potable, alimentos, medicinas o electricidad.
La respuesta humanitaria se ha visto dificultada por las fracturas políticas en el país, que ha sido testigo de una lucha de poder de una década entre dos administraciones rivales, una en el este y otra en el oeste. Ambos gobiernos han declarado el estado de emergencia y han pedido ayuda internacional para hacer frente a la crisis.
Las agencias de la ONU han movilizado fondos de emergencia y han empezado a entregar suministros básicos a los afectados. El Programa Mundial de Alimentos ha distribuido raciones de comida a más de 5.000 familias en Bengasi, mientras que UNICEF ha enviado kits de higiene, ropa y medicamentos para los niños y sus familias. La Cruz Roja y la Media Luna Roja también han participado en las operaciones de rescate y asistencia.