A la memoria de José Manuel Briceño Monzillo
Amo apasionadamente al Mediterráneo,
tal vez porque, como tantos otros,
y después de tantos otros,
he llegado a él desde las tierras del norte.
Fernand Braudel, 1949.
Merece especial atención este inmenso geohistoriador francés que dirige la Escuela de Anales tras la muerte de Lucien Febvre en 1956. Su obra capital, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, fue editada en francés en 1949. Una ciclópea y descomunal obra densamente ilustrada, en dos gruesos volúmenes, en donde el gran protagonista del relato será la geografía del Mar Mediterráneo, que ocupa 365 páginas del primer volumen de su colosal obra. Es un esfuerzo muy original que casi no tiene antecedentes.
Realiza un homenaje a Karl Marx; quien, a su juicio, fue el primero en crear un modelo científico unificador de una larga duración histórica (longue durée), uno de sus conceptos más felices y de mayor uso en las ciencias sociales hasta el presente, como veremos de seguido.
En el prólogo a la primera edición francesa nos dice Braudel:
El Mediterráneo no es siquiera un mar; es…un complejo de mares; y de mares salpicados de islas, cortados por penínsulas, rodeado de costas ramificadas. Su vida se halla mezclada a la tierra, su poesía tiene mucho de rústica, sus marinos son, cuando llega la hora, campesinos como hombres de mar. (28)
La gigantesca obra tiene una estructura tripartita, “cada una de las partes es un intento de explicación de conjunto”:
La primera parte es una historia casi inmóvil, la historia del hombre en sus relaciones con el medio que le rodea; historia lenta en fluir y transformarse, una historia casi situada fuera del tiempo. No es una de las tradicionales introducciones geográficas de los estudios de historia.
Por encima de esta historia inmóvil se alza una historia de ritmo lento, parte segunda: la historia estructural, una historia social, la historia de los grupos y las agrupaciones humanas, un estudio de las economías, los Estados, las sociedades y civilizaciones, fuerzas profundas que entran en acción en los complejos dominios de la guerra.
Finalmente, una tercera parte, la de la historia tradicional, cortada a la medida del individuo, la historia de los acontecimientos, la agitación de la superficie, una historia de las oscilaciones breves, rápidas y nerviosas, la más apasionante y rica en humanidad, y también la más peligrosa. Desconfiemos de esta historia todavía en ascuas, dice Braudel, historia que tiene la dimensión tanto de sus cóleras como de sus sueños y de sus ilusiones. El monarca español, poderosísimo entonces, Felipe II y la Batalla de Lepanto, apenas aparecen al final de las casi 1700 gruesas páginas de la obra. Una inversión audaz y valiente de la tradicional historia política centrada en los personajes relevantes que entonces dominaban en Francia y en Europa.
Es una obra estructurada en la dialéctica espacio-tiempo (historia-geografía), una historia a cámara lenta que permite descubrir rasgos permanentes, que es la justificación original del libro, toda una novedad, con escasísimos antecedentes dignos de hacer mención. Es una labor de síntesis que provoca una nueva ola de investigaciones especializadas, tales como Jean Delumeau, Pierre Vilar, Emmanuel Le Roy Ladurie, Vicens Vives, Alphonse Dupront, Pierre Chaunu, Julio Caro Baroja, Jacques Heers, Ruggiero Romano, Iorjo Tadic, Carlo Cipolla, Frank Spooner, entre otros.
Sufriendo largo presidio en un campo de concentración nazi durante tres años, crea Braudel el concepto clave de la Larga Duración (longue durée), es decir una historia subyacente, esencialmente silenciosa, indudablemente discreta, casi ignorada por quienes la presencian y la viven y que soporta casi inmutable la erosión del tiempo. Sus críticos sostienen que esos tres niveles en que se articula la obra no gozan precisamente de una articulación adecuada, y que sus pasajes son meras y largas descripciones que desanimaron a cualquier lector lego o profano.
Fernand Braudel, como director de la revista Annales, fundada por Marc Bloch y Lucien Febvre en Estrasburgo, Francia, en 1929, consiguió que su modo de entender la práctica de la historia se generalizó en las universidades francesas; y se exportara a un buen número de países europeos y latinoamericanos. Los ingleses sin embargo le reprochan su uso de palabras incomprensibles, tales como coyuntura, histórica acontecimiento, longue durée. Problemas de traducción, quizás.
Quien escribe cree, como sabemos, que el Mar Mediterráneo ha sido una apasionante inspiración, profunda y duradera para Fernand Braudel, lo que el cálido y amable trópico y su Mar Caribe representa para el chileno y venezolano Pedro Cunill Grau, como veremos en venidera ocasión.
Luis Eduardo Cortés Riera