Y pensar que todo comenzó por la ubicación en un asiento. Fue aquel día 28 de agosto de 1789 cuando los constituyentistas reunidos como integrantes de la Asamblea Nacional (fruto de la Revolución Francesa) convocados para que se manifestaran a favor o en contra de un polémico artículo de la naciente Constitución, se repartieron, unos a la derecha y otros a la izquierda del Presidente de la Constituyente. Los que se inclinaban a favor de la potestad del veto absoluto del rey a las leyes sancionadas por la Asamblea Nacional que sobrevendría a la Constituyente, se colocaron a la derecha del Presidente de la Asamblea; mientras que se sentaron a la izquierda del presidente de la Asamblea Constituyente, los inclinados por una postura contraria, precisando que el rey debería gozar de la potestad de vetar de forma suspensiva y limitado en el tiempo, colocando la Soberanía Nacional en alto relieve.
A partir de ese acontecimiento, una vez instalada la nueva Asamblea Nacional el 1 de octubre de 1791, nace el Club des Feuillants y los glamorosos girondinos, apasionados voceros republicanos de la burguesía. Esa condición le daba la colocación de los diputados que se apostaban a la derecha; mientras que la contraparte la representaban los izquierdistas jacobinos, expresión de la pequeña burguesía; otros, arremolinados en el Club de los Cordeliers, símbolo genuino del pueblo llano parisino. Desde entonces ser de derecha se vincula a quienes se muestran contrarios a los cambios, y contrariamente ser izquierdista indica que se inclinan por patrocinar las transformaciones políticas y sociales.
Con el transcurrir del tiempo se han dado procesos políticos en los que interactúan partidos políticos que se autodenominan de izquierda que respaldan elecciones libres en sus respectivos países. Muchos se arropan con las insignias de la Socialdemocracia, izando las banderas reformistas de la igualdad social y apelando al esquema del Estado de Bienestar. Por lo general predomina un credo en la necesidad de la intervención del Estado en todos los asuntos públicos e, incluso, invadiendo la esfera de lo que llamamos sector e iniciativa privada. Aquí es factible observar una confusión entre partidos socialistas que terminan mostrando los rasgos del comunismo. Derivan en movimientos que utilizan términos propios de la democracia, pero en la práctica son aparatos autoritarios, autocalificados como movimientos “revolucionarios”, populistas, y proclives a instaurar regímenes totalitarios, desconocedores de los derechos humanos, de la libertad de elegir, de opinar, y atropelladores de la propiedad privada.
Todo comenzó con el proceso revolucionario europeo de 1848, luego explotó la revolución rusa de 1917 con su legado marxista, leninista, trotskista, estalinista, maoísta, las pócimas anarquistas, y, más recientemente, los brebajes pacifistas, ecologistas, feministas, antirracistas, antifascismo, antiglobalización, etc. Entre esas fases aparecen los núcleos latinoamericanos impregnados de esas corrientes, teniendo su mejor representación en la persona de Fidel Castro y su revolución cubana. Fue así como Fidel y el Che Guevara pasan a ser figuras icónicas del comunismo revolucionario, una vez despojados de las imposturas con que inicialmente emergieron discurseando en las tribunas de la ONU en Nueva York, rasgándose las vestiduras y jurando lealtad a los principios democráticos.
No pretendo hacer en tan poco espacio un estudio de esas corrientes del pensamiento universal. Simplemente me voy a limitar a exponer algunas reflexiones a manera de llamamiento de atención a quienes se muestran frenéticamente defensores del resonado movimiento “izquierdista”, incluido lo que significa en la vida real las gestiones de Hugo Chávez Frias y Nicolás Maduro en Venezuela.
Comenzaría por interrogar a los que “parten lanzas” por el régimen de Venezuela, lo siguiente:
¿A Uds. no les parece condenable que ese régimen perpetre crímenes de lesa humanidad? ¿Uds. avalan procedimientos en los que miles de seres humanos son objeto de desaparición forzada, simplemente por disentir de las políticas de esa “revolución”? ¿Uds. respaldan que ese régimen mantenga vínculos estrechos con cárteles de drogas de Bolivia, Colombia, Ecuador, México y Perú, además de estar estrechamente relacionado con grupos terroristas y con mega bandas delincuenciales? ¿Uds. le dan el visto bueno a las políticas represivas de ese régimen que mantiene presos a centenares de líderes civiles y a efectivos militares? ¿A Uds. les parece digno de emular los planes aplicados en Venezuela que han arruinado sus industrias de hidrocarburos, de hierro, de acero, de aluminio y a miles de empresas agropecuarias? ¿Dígame qué de bueno tiene esa revolución madurista que ha endeudado al país en más de 178 mil millones de dólares, al mismo tiempo que despilfarró y se robaron otros tantos miles, entre los más de mil millones de millones de dólares que recibió el país por concepto de la venta de petróleo? ¿A Uds. les parecen buenas las exageradas intervenciones que se cometen desde el Estado todopoderoso en un país en donde no existe separación de poderes, ni seguridad jurídica ni libertad de expresión? ¿Saben Uds. que Venezuela tiene hoy la inflación y la diáspora más alta del mundo? ¿Están al tanto de que más del 90% de la población sobrevive en condiciones de pobreza y que el salario equivale a menos de $5 por mes? ¿Les parece digno de resaltar que los venezolanos padecen una crisis simultánea de todos los servicios públicos (agua, luz, gas, transporte, salud, educación)?
Les dejo ese ramillete de interrogantes con la esperanza de que las respondan atendiendo a sus respectivas conciencias y a las convicciones democráticas que dicen profesar y defender. Finalizo citando al Dr. Martin Luther King cuando dijo “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”.
Antonio Ledezma
@alcaldeledezma