Casi nadie sabe, en estos momentos, que Venezuela llegó a tener el café de mejor calidad en el mundo, como tampoco que la mayor parte de ese producto de consumo diario proviene del exterior.
Todo eso y mucho más forma parte de la historia que a El Impulso cuenta Maximiliano Pérez, coordinador nacional de la Federación de Caficultores de Venezuela, quien tiene más de cuarenta años trabajando ad honorem por los cultivadores del grano.
¿Cómo llegó el café a Venezuela?
Entró por lo que conocemos como estado Bolívar, en 1730, desde Brasil, donde ya hacía tres años que se cultivaba el cafeto que, primeramente, llegó a Martinica. Se le atribuye al general Mathieu de Clieu, de la marina francesa, haber sido el que trajo la primera planta a esa isla y, años después, el cultivo comenzó por extenderse. En Venezuela esa labor estuvo a cargo de los misioneros católicos en las márgenes del Orinoco.
¿Cuándo llega Venezuela a ser reconocida como productora del mejor café?
En 1886 con el café producido en la hacienda Covalonga, en el estado Aragua. Y posteriormente el municipio Pinto Salinas se convierte en el productor del mejor café de Venezuela.
¿Dónde se está produciendo café?
-En todas las montañas de las cordilleras Andina, Central y Oriental. Es por eso que la producción se encuentra en Táchira, Mérida, Trujillo, Lara, Falcón, Yaracuy, Barinas, Aragua, Carabobo, Anzoátegui y Sucre.
¿Cuántos productores hay?
La producción ha estado en manos de familias campesinas y se llegó a tener 85 mil, que en 1.998 llegaron a cosechar 1.550.000 quintales, de los cuales 950.000 quedaron para el consumo nacional y el resto, 600.000, fueron exportados.
¿Cómo es que ahora la mayor parte del café es importado?
Porque desde hace casi un cuarto siglo desapareció el Fondo Nacional del Café. Foncafé era el organismo que se encargaba de promover la producción.
¿A cuánto llega la producción?
No hay datos porque no existen estadísticas confiables como las que tenía el desaparecido Ministerio de Agricultura y Cría. Si nos guiamos por la información aportada públicamente por el Sindicato de Café Venezuela, en los años 2015 y 2016 se procesaron 1.100.000 quintales, pero apenas 69.000 eran de café venezolano, ya que la mayoría procedía del exterior, sobre todo de Colombia, Brasil y Centroamérica. Desde los mencionados años para acá no se tienen datos porque existe una opacidad informativa oficial.
Pero, el gobierno ha hablado de exportación…
El otro día hubo una alharaca porque, supuestamente, se habían exportado 1.500 quintales. Esa es una nimiedad si se compara con los 600 mil quintales del pasado.
Tenemos que volver al asunto de la importación y el motivo por el cual ha descendido la producción nacional.
Nadie ha tratado de ayudar a las familias campesinas que se dedican al cultivo del cafeto. Se presume de planes destinados al rubro. En veinticinco años se han dado a conocer cinco; pero, en el 2009 reconoció el gobierno la situación y anunció la condonación de las deudas porque las familias productoras no tenían los ingresos suficientes para seguir trabajando. Y lo más lamentable es que nadie puede protestar. Aquí, en Lara, hay ocho campesinos que fueron detenidos y tienen casa por cárcel por exigir precio justo para el producto.
¿Cuál es el precio justo?
Eso debe ser determinado de acuerdo a la situación que se está viviendo, porque la inflación se ha hecho incontrolable. El diario La Prensa, de Nicaragua, denunció que el mejor comprador de café de ese país era Venezuela porque pagaba con sobreprecio el quintal, a razón de 237 dólares el quintal. Y si el propio Sindicato de Café Venezuela llegó a decir que el 94 por ciento del café procesado era importado es porque la producción nacional es muy baja. El problema es que ya los campesinos se han venido a las ciudades y en muchos casos se han ido del país. Nosotros, en la Federación, hemos apoyado siempre a la gente del campo. Y recordamos que hace 25 años participamos en las tomas que se hicieron en todo el país, precisamente, reclamando una política destinada a impulsar la producción y mejorar las condiciones de los agricultores.
Dice usted que se vienen a las ciudades o al exterior
Hoy en día los campesinos viven en las mismas condiciones del siglo 19. En casas de bahareque, sin agua potable, cocinando con leña, sin letrinas en su mayoría, sin asistencia médica y social. No hay cifras sobre muertes ocasionadas por desnutrición, pero esa es una causa de fallecimiento frecuente en nuestros campos. Las vías de comunicación cada vez se encuentran en peor estado. Y como no es rentable el café, quienes lo siembran se sienten abatidos por falta de una política que se ocupe de ellos, no obstante ser personas emprendedoras, que hacen grandes sacrificios para producir. La misma situación les lleva a abandonar sus tierras y venirse a los centros urbanos, pero cuando éstos tampoco les ofrecen oportunidades también se van al exterior. Y los que se quedan se dedican a sembrar otros rubros. Es por eso que para sembrar caraotas, maíz, yuca o cualquier otro fruto, no lo piensan y talan, queman y destruyen las cuencas y subcuencas, ocasionando un daño terrible, porque en esas áreas es donde emana el agua dulce que debe consumir la población a través de los acueductos. Es bueno que se sepa que los caficultores fueron considerados guardianes voluntarios de las cuencas y subcuencas, porque el café se cultiva en las montañas, hacia arriba, en terrenos de difícil acceso.
¿Qué se espera para la caficultura?
Desde hace veinticinco años hemos venido esperando una verdadera política dirigida a la caficultura. Las tomas que se hicieron en ese entonces marcaron un hito en la lucha emprendida para que a los productores del café, que son humildes familias que viven del trabajo y la esperanza, se les brinden oportunidades para que el cultivo recobre la importancia que tuvo en el pasado. Después del cacao, el café le produjo a Venezuela todos los ingresos para su economía y desarrollo social. Llegó el petróleo, pero quienes nos hemos dedicado al cultivo del café somos los que queremos que este país aproveche la riqueza del suelo venezolano para el progreso del país y el bienestar de las familias. Y lo más importante no es que estemos pidiendo beneficios para un sector, sino que se paguen los precios justos, los cuales son los que se necesitan para expandir la producción y, por supuesto, fortalecer la economía nacional