#OPINIÓN Las mujeres de vida licenciosa en los extramuros del medieval Manteco #25Ago

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Un espacio ubicado en el corazón de la ciudad de Barquisimeto dedicado al comercio de especies  agropecuarias  siempre se le ha vinculado al oficio más antiguo del mundo como lo es la prostitución. No lo abandona para nada existiendo desde su principio hasta la actualidad.

Se trata de una discutible, por lo degradante, forma de sobrevivir mediante la venta de fuerza de trabajo sexual que en los espacios de El Manteco encontró el terreno fértil para su ejercicio. Ese oficio practicado generalmente en las penumbras de la noche con el ofrecimiento de los encantos femeninos, bien sea en la calle o un establecimiento acondicionado para su discreta práctica.

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Un trabajo que no goza de reconocimiento legal y social. No es por lo tanto una forma  de liberación de la mujer pese a que lo hace empujada por la necesidad  económica. Lo contrario del trabajo manual e intelectual del hombre en el contexto del capitalismo. Nada de placer sino la venta de sexo para sobrevivir en cualquier tipo de sociedad.

Originalmente el sitio destinado para esa comercial relación carnal se les denomina mabil. Se trata de un establecimiento para la diversión con música en vivo con charrasca y pianola sustituida luego por la vitrola más la presencia de mujeres para bailar y tener sexo.

El más famoso de éste fue el ubicado en la esquina sur de la carrera 22 con calle 31 (Bruzual con Tres Torres)  al que se le conoció como mabil El Manteco. En ese sitio luego en 1936 sería construido el Mercado Municipal El Manteco de arquitectura tradicional.

En los mismos se daban cita por igual tanto la gente de la crema y nata y  los de debajo de la ciudad. Todos por igual seducidos por los placeres mundanos.

Aquella masa constituida por una numerosa mano de obra acudía a los mismos en búsqueda de diversión y sexo. Ello en uso de las ocho horas de ocio junto a las otras 16 para el descanso y trabajo como lo estableció Marx. 

A los mismos también acudía la gente de la crema y nata barquisimetana para terminar allí sus farras en lo que constituía la periferia de la urbe cuyo límite era la calle 30.

Con la hipocresía que caracteriza a todos los tiranos durante la dictadura gomecista no faltaron las campañas de profilaxia social. Entonces la policía recogía a estas mujeres para reaparecer luego. Todo  en la falsa creencia de que así se solucionaba aquel  problema de orden económico y social.

En el Manteco su ejercicio ha tenido como escenarios la calle o establecimientos   discretos durante la noche. Es lo que primariamente  se conoció como mabil con música de vitrola o en vivo con un conjunto en que  resaltaba la charrasca y  las mujeres que  ofrecían  sexo a los alegres  clientes.

Sus practicantes procedían de la periferia  de la ciudad, entre otros barrios Los Colerientos hacia el oeste y El Malecón en el norte con su población obrera y marginal más el lumpen proletario.

En las décadas  de 1960 y 1970 existieron dos: el de las hermanas Palacio en la carrera 22 entre calles 36 y 37 y  las Palmas en la calle 33 entre 21 y 22, más las mujeres callejeras a lo largo de la carrera 21 desde la calle 33 hasta la 42.

Posteriormente, con la mudanza del mercado a Mercabar en octubre de 1983 los mismos proliferaron hasta sumar ocho.  Los más conocidos son el de la colombiana Marina en la calle 32 entre 22 y 23 y el desaparecido Naranja Mecánica en la carrera 22 entre 31 y 32.

Al Manteco le han cantado en la poesía dos mujeres: Carmen Lovisoni y Betrice Viggiani. Del texto de Viggiani se titula Canto al Manteco del cual ofrecemos este fragmento:

Canto a las calles solas

a los botiquines semiabiertos de la noche

a las chiveras y a los depósitos

a cualquier cosa

a Nerida quien inaugura licitación de sueños

canto al romero la cola de caballo

al incienso de los sahumerios

Todo indica que El Manteco sigue siendo zona de prostíbulos como en su principio tras la llegada del ferrocarril Bolívar el 18 de enero 1892, por cuyo medio también llegaban estas mujeres de lejanos sitios.

Ilustración Pablo Picasso, 1922.

Freddy Torrealba Z.                                                                              

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