Junto a los seis millones de venezolanos que conforman la diáspora nacional al parecer la sindéresis, la cordura política también hizo maletas y del buen juicio fundacional de nuestra democracia solamente quedó la hormona y el adjetivo escatológico. Para quienes disfrutamos la plenitud de nuestras libertades republicanas la memoria nos recompensa al recordar los tiempos cuando nuestro país fue ejemplo democrático en América Latina, dentro de un mapa geopolítico controlado por dictaduras y totalitarismos partidistas. Éramos un faro ateniense que irradiaba sabiduría política y nuestros dirigentes eran presencia clave en foros internacionales y solicitada su colaboración para dirimir conflictos entre naciones hermanas.
De pronto nos convertimos en esquildanos y durante dos décadas no hemos desperdiciado oportunidad para hacer las cosas al revés .Cuando más débil está el régimen lo reforzamos con un fallido Golpe de Estado, cuando necesitamos tener participación parlamentaria no vamos a elecciones, cuando la nomenclatura está dividida la enfrentamos con violencia de calle para que se unan, cuando tenemos mayoría de votos para darle una paliza electoral nos dividimos para que el régimen tenga holgura competitiva, cuando logramos convocar multitudes en las calles los mandamos a sus casas a cacerolear y cuando no tenemos convocatoria culpamos a la gente de no tener compromiso de lucha ante la dictadura. Ahora cuando es imprescindible negociar con el régimen para buscar soluciones al drama humanitario y al mismo tiempo conseguir condiciones electorales mínimas les decimos cómplices a quienes intentan entendimientos a la par de quitarle el soporte a quién los países aliados han designado como su principal interlocutor.
De esta forma tenemos más de dos años aferrados a la promesa de cumbianbera que nos hizo el catire Trump en mitad de los fuegos artificiales de su retórica altisonante. Conscientemente todo asumimos que este barco nunca tocara nuestras playas pero como la novia del puerto de San Blas en nuestra mente seguimos sentados en el muelle de la espera imposible. No fuera esto grave si esta aspiración fallida no estuviese implícita en el lenguaje político de muchos que sueñan con una implosión popular que abra las puertas a los marines del Comando Sur. Con base a la ilusión que genera la evocación constante de esa posibilidad se sataniza cualquier acercamiento con la nomenclatura si este no está avalado por la supremacía moral de quienes consideran tener la exclusividad en dicha interlocución. Una exclusividad que tiene un setenta por ciento de rechazo popular.
Producto de esta conducta errática y como buenos esquildanos cada vez hacemos alardes de nuevas locuras. Para las elecciones de noviembre del 2021 necesitábamos unidad efectiva de la oposición democrática, para honrar de esta manera las expectativas de todo el país y validar el esfuerzo de una militancia partidista heroica, comprometida y solidaria. Pero no, la primera división fue la del abstencionismo, frente a la cual el ungido como líder opositor por EEUU mantuvo una ambigüedad que se entendió como un aval a la no participación, luego estuvo la división con otro bloque opositor y para colmo una rebatiña por la conformación de listas candidaturales en el seno de la plataforma unitaria que terminó de sepultar las expectativas de darle una goleada de votos al régimen.
De esta forma una gran mayoría de venezolanos ha reiterado una posición deletérea para la Democracia ,el rechazo a la política como instrumento de solución al drama social que sufre el país ,no es una posición en contra de los partidos y el régimen, es contra la política en sí, algo grave que es necesario revertir con urgencia y contundencia. Eso es precisamente lo que intentan algunos actores de la llamada Sociedad Civil, hacer política con base a los métodos esenciales que son propios de esta ciencia, el dialogo, los acuerdos, el darle espacio a la legalidad para evitar la confrontación violenta, ganar terreno en la vigencia de la Constitución mediante el reconocimiento mutuo, todo ello a saldo pendiente de la tolerancia y buena fe.
Estas reflexiones son oportunas para impregnar las primarias de buen juicio. En este proceso tenemos que fusionar la emoción con la organización y el sentido de oportunidad, para lo cual se requiere de una sindéresis profunda que deje de lado lo personal o grupal para poner adelante la necesidad imperiosa de rescatar la Democracia por vía electoral, pacífica y nacionalista. Dios con nosotros.