#OPINIÓN El coronel psicópata Séptimo Masquer, azuza a los monos voladores #16Ago

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«Mi casa será casa de oración;

pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones».

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Mateo 21:12.

El asunto de la deshonestidad en el desempeño de la función pública por parte de Séptimo Masquer, el coronel psicópata, tiene sus raíces en su niñez. Quien desde muy temprana edad se robó los juguetes de los vecinitos, de los primitos y de los compañeritos de clases. Su infancia fue una verdadera lucha de su madre para quitarle al negrito las malas costumbres, porque no tenía idea de donde había copiado estos vicios, mañas o resabios. Así se le conoce con el mote de “el negro”. Pero muy tarde se percató su madre, que el negrito era un niño psicópata. Siempre ha sido muy mentiroso, tramposo, manipulador y de conducta intermitente. Para su mayoría de edad y en las fuerzas militares donde hizo trampa para ingresar, se le conocería como “el negro ladrón”.

De pequeño su señora madre le compraba juguetes, pero él tenía que robarse los de otros niños, porque para el negrito, los demás no debían de tener lo que él tenía. La envidia se perfiló procustiana en este infante marcadamente. “Nadie puede ser ni tener más que yo, ni nada parecido o igual de lo que yo tengo”. Pero a medida que pasaba el tiempo, no solo se le veía y se le notaba al negro su mala conducta, por lo que el padre decidió que una formación militar lo forjaría como un hombre de bien, pero el señor padre del negrito se equivocó desgraciadamente para la sociedad, porque dentro de las fuerzas militares “el negro ladrón” pone en práctica el arsenal de todo psicópata, la manipulación, el engaño, el control, la crueldad, cometer delitos y e ir en contra de la moral sin remordimientos y sin culpa, un teatralizado carisma , un embaucador comportamiento para sorprender la buena fe de los demás, dañar a otros para conseguir sus fines corruptos y sus juegos mentales y psicológicos. Este “negro ladrón” nació para joder y delinquir. Así rubricó su camino delictivo dentro de las fuerzas militares y en la administración pública. Desde niño descolló como un parásito. Y así vive de lo que parasita en la administración pública.

“Podríamos definir al psicópata como la persona que carece de sentimientos importantes en el ámbito social, como la empatía o el cuidado de los demás”. Para el psicópata, las demás personas son un medio para llegar a su fin”, señala Abel Domínguez Llort, psicólogo infanto-juvenil y director del gabinete Domínguez Psicólogos, de Madrid.

Las malas intenciones del “negrito”, claro aún niño y que perfecciona de adulto se evidencian en el hogar y en posteriormente como militar, en que es controlador y tiende a irritarse cuando no es capaz de asumir tareas y situaciones como otros, por lo que los odia y los envidia; es deshonesto y burla constantemente las reglas para beneficiarse; siente verdadero placer en azuzar e incitar peleas tirando la piedra y escondiendo la mano para perjudicar a un compañero de trabajo, por ejemplo y es muy siniestro en la habilidad reptil a la hora de crear disputas y se divierte mirando el caos que crea a su alrededor, pues utiliza a unos para enfrentar a otros y él se queda satisfecho y alegre al ver que logró su fin, de modo que incita a los monos voladores para que ataquen y él se queda a distancia cobarde e impune sin consecuencias; no siente culpa ni remordimiento; no se arrepiente de las maldades que hace y cree que es especial o mejor que los demás por salir impune de los escenarios negativos que crea; siempre quiere controlar las situaciones, no le gusta asumir la responsabilidad de sus actos, le gusta mandar y manipular, pero nunca admitir que se equivocó cuando algo sale mal; acostumbra a exigir mucho de los demás, pero no quiere ofrecer nada a cambio. Además tiende a demostrar desprecio o falta de interés sobre la vida de sus amigos, parejas o parientes y cuando lo hace es porque algún interés personal persigue, entonces asume la estrategia insana de engañarlos a todos pareciendo un buen “tío”; pero siempre instaura un clima de competencia que genera incomodidad o hasta humillación. La actitud es más frecuente en las relaciones familiares, pero también ocurre en las laborales y hasta en las afectivas. Su familia no encuentra como “jalarle bolas” y él los ignora. “Nadie consigue nada del tío negro dicen” y siente satisfacción en promover el Bullying y menospreciar a los demás. Es anormalmente maligno.

Este es el anti líder que tienen en la institución, un personaje realmente siniestro y un depredador social experimentado, que azuza a sus monos voladores jalabolas para que ataquen. A esta lacra narcisista es a quien emulan ustedes que no se tienen amor propio y se le arrastran y le ocultan sus delitos. Pero el largo brazo de la ley los capturará.

«Hay quienes nunca se disculparán por lo que te hicieron, pero sí te culparán y juzgarán por la forma en que tú reaccionaste». Al coronel psicópata Séptimo Masquer y a sus correveidiles que se muestran pavoneados, pedantes y jactanciosos hay que puntualizarles el pensamiento de José de San Martín. “La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”. Y la acertada sentencia de San Agustín de Hipona: La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano. ¡Solo imagínense que estos cargos fueran vitalicios! ¡Si ahora no caben dentro de sí, pues están hinchados de prepotencia y jactancia!

El coronel psicópata Séptimo Masquer y sus convenientes aliados o monos voladores jalabolas, murmuran entre ellos y pregonan entre los ingenuos y las focas; que son osadas, capciosas, tendenciosas y desproporcionadas las verdades que de ellos se revelan al ponerlos al descubierto. Que aunque ciertos los aberrantes comportamientos de corruptela y delincuencia, de chantaje y extorsión, de arrogancia y altivez, de sadismo y maldad, de injusticias e inequidades, de sodomía y fornicación, de agresiones sexuales y psicológicas, de violaciones a los derechos humanos y que siendo unos profanos de todo lo que es sagrado; esas malignidades y excesos no convendrían ser hechos públicos; porque no deberían ser sometidos al escarnio, y sus personalidades no debían ser reveladas. Quitarles las máscaras es dejarlos desnudos como los demonios que son, porque ellos quieren luego de su desalmada gestión, parecer y querer ser recordados como unos ingenuos angelitos.

¡Cómo se atreven! exclaman iracundos, porque en sus deformadas mentes se sienten justificados que por ser jefes efímeros y circunstanciales, son dioses y nada se les debe reclamar; entonces no solo se les debe rendir pleitesía sino que se les debe brindar alcahuetería. ¡Que se cierren todas las bocas y que nadie ose delatarnos! Así dicen ellos.

Pero cuán equivocados están estos ladrones públicos, esta basura de gente, estos malandros de profesión que se erigen como por encima de los demás y se dan el tupé de mirar a otros por arriba del hombro como si ellos fueran unos dioses y el resto de la gente una mierda. Recuerden plastas que «El ser humano es un mero mortal con defectos y virtudes, y no adquiere entidad divina por el hecho de desempeñar un cargo público». Del libro La corrupción en España y sus causas. Ibiza Melián.

Han convertido el coronel psicópata Séptimo Masquer y sus monos voladores jalabolas, a la institución en una cueva de ladrones.

«Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos ustedes:

Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener,

sino más bien piense de sí mismo con moderación,

según la medida de fe que Dios le haya dado».

Romanos 12:1-3.

Dr. Crisanto Gregorio León

[email protected]

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