El regreso a clases para estudiantes de primaria y secundaria representa un reto para padres y representantes. En un país que enfrenta una emergencia humanitaria compleja, la realidad es desalentadora: la gran mayoría de los venezolanos no podrán costear los gastos relacionados a útiles escolares, uniformes, zapatos y otros elementos esenciales.
Esta situación refleja una contradicción alarmante. A medida de que los gastos escolares se disparan, los salarios que no alcanzan ni los $10, se diluyen. La idea de destinar recursos para útiles escolares, uniformes y zapatos, que pueden sobrepasar los 100 dólares, se torna una carga inalcanzable para muchas familias
La crisis en la que sumergieron al país ha dejado graves consecuencias. Una de las más dolorosas es la deserción escolar, con niños y adolescentes que abandonan las aulas para contribuir económicamente al hogar. Esta realidad constituye una injusticia inaceptable que amenaza con dejar cicatrices profundas en nuestra sociedad.
Una juventud privada de educación de calidad no solo enfrentará obstáculos en su desarrollo personal y profesional, sino que limitará su capacidad para contribuir al progreso y la transformación de la sociedad. Sin acceso a una educación sólida, el ciclo de la pobreza y la desigualdad se perpetuará, haciendo más difícil la construcción de un país próspero y equitativo.
La situación se agrava además por el creciente abandono de las aulas por parte de los docentes agobiados por los salarios de hambre. La calidad de la educación se ve seriamente comprometida cuando quienes deberían ser los pilares de enseñanza, se ven forzados a buscar otros empleos, ya sea formales o informales, o a irse del país por su propia supervivencia.
La infraestructura del sistema educativo tampoco escapa a este panorama desolador. Los colegios y liceos, en su gran mayoría, padecen los estragos de la desidia y el abandono. La falta de políticas públicas que prioricen el mantenimiento y la inversión en infraestructura ha dejado a muchas instituciones educativas en condiciones deplorables. ¿Cómo pueden los estudiantes concentrarse en el aprendizaje si las aulas carecen de suficientes pupitres, los techos amenazan con derrumbarse y los baños carecen de agua para su funcionamiento?
Como venezolanos, enfrentamos la urgente tarea de abordar estas problemáticas de raíz, de encontrar soluciones que revitalicen nuestro sistema educativo y brinden a nuestros jóvenes la oportunidad de un futuro digno y prometedor. La educación es la base del progreso y la transformación de nuestra nación, y es nuestro deber garantizar que ningún obstáculo limite el potencial de nuestras futuras generaciones.