En Venezuela nos enfrentamos a una alarmante realidad marcada por una clara falta de Estado de derecho. Nuestro país, en vez de ser un refugio para la justicia y el respeto a los derechos fundamentales de los ciudadanos, se ha convertido en un territorio donde la ley parece ser prácticamente inexistente y donde el grupo en el poder vulnera nuestra Constitución y ataca los derechos de los venezolanos. El debido proceso judicial, una vez considerado un pilar fundamental, ha dejado de ser una garantía en nuestra sociedad, y las leyes que deberían protegernos, han perdido su fuerza y efectividad, convirtiéndose en mera letra muerta.
Este deterioro del Estado de derecho ha generado un clima de impunidad y una inquietante sensación de desprotección entre la población. Desafortunadamente, el Estado ha dejado de garantizar la integridad física y psicológica de los venezolanos, convirtiéndose en el principal promotor del irrespeto a las leyes. En un sistema político donde pensar distinto es reprimido y denunciar injusticias puede llevarte a perder la libertad, aquellos que aspiramos que Venezuela vuelva a ser un país de progreso, corremos el riesgo constante de ser perseguidos, criminalizados y sentenciados.
Un ejemplo claro de esta situación es el caso de los seis sindicalistas, quienes en 2022 fueron privados de su libertad y, recientemente, condenados a 16 años de prisión por encabezar protestas que demandaban salarios dignos y mejoras laborales. En un país donde la gran mayoría de la población vive sumida en la pobreza, pensar distinto no debería ser penalizado. Exigir nuestros derechos y una mejor calidad de vida tampoco debe considerarse un crimen. Es hora de que el sistema de justicia deje de mostrar sus costuras, de que cese la persecución a la disidencia y se escuchen las voces de aquellos que anhelan una vida mejor y más digna.
Es hora de que se respete la Constitución, nuestras leyes y que establezcamos un sistema de justicia imparcial e independiente que proteja los derechos de todos, sin importar su posición política, género, etnia, condición social u orientación sexual. Debemos trabajar sin descanso en todos los ámbitos para lograr un cambio político que garantice que las voces de los venezolanos sean escuchadas, para reconstruir el país y restituir el Estado de derecho.
Hay que resaltar que la unidad se convierte en nuestra más poderosa herramienta para alcanzar una mejor Venezuela. Debemos alzar nuestras voces y luchar por un país donde la justicia prevalezca, donde el respeto a los derechos humanos sea la norma y donde cada ciudadano pueda vivir con dignidad y esperanza. Juntos, paso a paso, construiremos un futuro donde el Estado de derecho sea una realidad y donde la prosperidad sea el legado que dejaremos a las generaciones venideras. Solo mediante la colaboración y el compromiso conjunto, podremos encender la luz de la esperanza y lograr un cambio político en beneficio de todos.