#OPINIÓN Gaveta azul: Se busca un imperio bueno (Avise cuando lo encuentre) #31Jul

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En las últimas décadas del pasado siglo quedaron reducidos a cuentos chinos y consejos para incautos, los recitales de marketing alabando las bondades, bellezas y ventajas del Mundo Libre Occidental. Con cierta lentitud primero, al pasitrote después y hoy a galope tendido son excepciones los grupos de opinión creyentes en la existencia de imperios buenos e imperios malos. La verdad que ningún cerebro medio inteligente duda, es que el mundo no está dividido ahora ni lo estuvo nunca en zonas de libertad; (de libertinaje y aberraciones sí, abierto en unos marcos y bien oculto en otros, pero igual de bizarro, abusivo, y delictual), tampoco partieron el mundo telones de hierro, divisorias de bambúes, horruras ni cosas parecidas; aunque sí cortinas de embustes y tergiversaciones históricas por bultos en intentos no siempre fallidos de imponer  verdades  particulares ajustadas a intereses  políticos  o confesionales.

Lo realmente cierto es que las divisiones en zonas de influencias son militar y económicamente reales, como resultado y producto de factores y circunstancias menos simplistas a las que pregonan y hacen eco, ideólogos y tarifarios de los dos bandos cuyo nominal nace de un hecho elemental convertido en costumbre y transformado por el tiempo al punto actual, cuando citar izquierdas y/o derechas, sacudes un imaginario ideológico montado  en pseudo-filosofías, camino de la mineralización. Pronto veremos las cenizas obsolescentes de filo-conceptos nacidos al sentarse girondinos y jacobinos a la primera  asamblea francesa de los estados generales, a derecha e izquierda del recinto, visto desde el presídium. (Ah mundo… El poder mágico de la palabra).

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Si dejamos de lado la Atlántida, de la que el testimonio más confiable es el relato que sacerdotes egipcios hicieran a Platón; y el supuesto gran reino de Mu, sito al sudeste del Pacífico ― ambas entre el mito y la leyenda ― el primer asiento sedente con estructuras orgánicas fue la civilización etrusca, dueña además del milagro de la escritura inaugurando así la historia. Se data con un margen de error muy variable entre los cinco y diez mil años antes de la era cristiana. Posterior en el tiempo topamos con los Hititas en territorio de la llamada Asia menor que junto a los Mitanis al este expresan las primeras  ambiciones respecto a un vecino, en este caso Siria, tan deseada desde los albores de la  humanidad. Entre tanto al sur aparece el primer gran enclave cultural con propósitos y ambición de trascendencia; el Egipto faraónico de los imperios antiguo y medio.

Vale decir que la pretensión territorial de las dinastías faraónicas se limita al Nilo. Sus grandes ciudades desde Sais en el delta, siguen el curso del  río, Menfis, Heracleópolis, Tell El-Amarna, Abydos, Tebas, culminando más allá del Alto Egipto, cercana a la segunda catarata con la monumental Abu Simbel.

Paralelo a las últimas dinastías la historia señala la aparición y desarrollo de varios enclaves de relativa importancia en la antigua Mesopotamia como los Asirios que se expanden con Sargón II y alcanzan su mayor esplendor con  Asurbanipal; dominan a los Mitani, toman Siria aposentándose en Damasco y llegan por el norte hasta los Hititas en el Asia menor. La corrupción y los vicios debilitan los pocos lazos de fuerza que estructuran los extensos territorios y se fragmentan en varios enclaves: Media, Lidia y Babilonia.

El curso histórico desemboca por fin en un vasto territorio comprendido desde la ribera oeste del Indo hasta el Mar Egeo, con picas en la Tracia y Macedonia, últimas conquistas de Cambises y Darío para extender al máximo el dominio Persa que antes había consolidado Ciro. Conformada por un conglomerado de diecisiete (17) Satrapías, Persia se constituye  en un imperio cuya solidez le garantiza un poderoso ejército que puede levar más de cien mil efectivos, conducidos por jefes guerreros de gran experiencia en combate.

Al dominio de Persia le suceden ― virtualmente en paralelo ― las luchas por colonizar el Mediterráneo, empresas en las que intervienen íberos, italiotas, y  con mejor éxito fenicios  y helénicos. Finalmente Grecia logra la hegemonía en el Egeo a costa de numerosos combates conocidos como las guerras pérsicas; una de cuyas batallas se inmortaliza por  su significación histórica inmediata (libera a las ciudades griegas del acoso persa) como  para la posteridad, al convertirse en mítico símbolo de hazaña a la vez que homenaje a los valores de la cultura griega: La batalla de Marathón.

El suceso ocurre un doce de agosto del 490 a.C. El heraldo griego Filipides cae muerto en el ágora de Atenas después de anunciar el triunfo en la llanura de Maratón del General ateniense Milciades sobre los 25 mil soldados del persa Artajerjes y el noble Medo Da Lis. La contienda se genera dado el apoyo que los griegos brindaban a poblaciones jonias que Persia consideraba bajo su égida.

En aquel momento Persia estaba virtualmente a las puertas de Atenas que contaba con once o doce mil hoplitas para el combate. Casi convencidos de la derrota, una semana antes ― el 5 de agosto ― envía su heraldo a pedir ayuda de Esparta, que se niega. Según cómputos actuales, Filípides recorrió en la fallida misión, unos 400 kilómetros.

El curso de las guerras pérsicas deja en conclusión una Grecia consolidada alrededor de sus dos  grandes ciudades estados. Esparta y sus aliados confederados ocupando casi toda la península al sur de Corinto, excepto Argos y la Acaya, más al extremo norte continental el tácito apoyo de una Macedonia adscrita al rígido espíritu espartano. Y en el  otro brazo de la balanza, la gloriosa Atenas y la Liga de Delos dominando el Egeo. Una Grecia que pasa incólume a formar parte de la condición humana a título de firme sustrato espiritual del ser.

…Y entonces aparece un mega torbellino que marca la historia, Alejandro, el espíritu de la Grecia espartana injerto en una dura y fuerte Macedonia encarnada en Filipo, invicto guerrero, y Olimpia. Alejandro y sus generales entre los que destacan Crátero y Nearco se lanzan a  conquistar el mundo y se hacen dueños y señores desde el Danubio hasta el  Indo, culminando sus hazañas en la conquista del Egipto. Sería necesario más de un libro para narrar en resumen las grandes batallas de Granico, Cilicia, Isos, Gaugamela; o la toma de  las ciudades sirias, mesopotámicas, de Media, Persia, Partia y la lejana Bactria; además de la fundación de una docena de  Alejandrías.

Aparece por fin un verdadero poder imperial: Roma. Territorio conquistado y sostenido, poder militar, control económico, sólida influencia cultural y permanencia en el tiempo. Características definitorias del poder imperial real, ejercido desde un centro capital.

Pese a dudas y reservas reflejadas en el titular de estos comentarios, la secular vigencia de la pax romana y su Mare nostrum soportan calificar en positivo el poder imperial ejercido por los hijos de la loba hasta desmoronarse en el Bósforo más de un milenio y medio después de  haber nacido.

La historia moderna da cuenta de muchos otros imperios definidos como tales por el dominio territorial alcanzado y el grado de sostén militar que le servía de apoyo pero su permanencia en el tiempo no llegó a ser altamente significativa. Se habla así de Imperio Carolingio, Bizantino, el Imperio Germánico de los Otones y podemos citar también los imperios de Asia en la Edad Media, los Kanatos de Persia, Turkestán, Siberia y el Imperio Mongol.

Pero no existe el paraíso en este lado del mundo como tampoco existe en el otro, si bien los heraldos de ambas partes despotrican o ensalzan según el caso. En la edad moderna han tomado turnos de dominación entre otros Turcos, Árabes, España, Francia, Albion… Para el día y tiempo actual Europa grita por lograr una pauta de acción desligada del poder económico y militar Estadounidense; y a su vez Norteamérica hila fino arriba y abajo por mantener su poder de maniobra y decisión en el mundo actual, socavado por el dragón amarillo, el coloso soviético, la India milenaria hoy ya potencia atómica y nuevamente los árabes casi enloquecidos por dominar con su dinero todo lo que se les antoje.

En este mosaico de influencias e interdependencias del mundo actual se tejen y destejen al por mayor intrigas de todo tipo sin más consideraciones que los intereses políticos de quienes baten el cobre a una paila determinada. De ahí que mueve a risa cualquier intento de mantener a un país atados de pie, manos y cabeza al lado incondicional de un determinado interés geopolítico.

Los pueblos poderosos espolearon sucesivamente las tierras que consideraron sus corrales particulares, pero los oprimidos han comenzado a despojarse de vendas y han evaluado con mejor lucidez los abalorios que se les intercambiaron por sus materias primas y hoy realizan esfuerzos por recobrar su dignidad. Es claro que no podremos desprendernos del yugo de la dependencia en un solo sacudón pero si debemos desatar tantos nudos como se pueda y dar los pasos para rescatar la explotación de nuestros principales recursos.

En las vueltas y revueltas que da el mundo, estamos llegando a un momento clímax en el que no va a faltar ni siquiera el dinero, siempre fugaz y cobarde, aunque por sí mismo sólo sea un factor adicional y no esencialmente de primer orden. Pueblos y naciones sin grandes medios financieros se han encumbrado hasta lugares de privilegio gracias a su talento creador y las sabias decisiones aportadas por sus gobernantes en momentos propicios. De todas formas vale recordar que la era del petróleo va a continuar dirigida por otros caminos y que nuestro país conforma uno de los tres grandes reservorios energéticos del mundo; además de ser el más apetecible por sus menores riesgos geopolíticos; los otros dos reservorios son bombas de tiempo, el Golfo Pérsico y la cuenca del Mar Caspio.

Dejemos a un lado los simplismos. Ni con los Tirios ni con los Troyanos; estamos obligados a contar con nosotros mismo, sin duda la mejor garantía. Hubo una vez en que respondimos el llamado de la historia con largas creces, otra vez podemos hacerlo.

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