Los vestigios telúricos en la cuentística de Rafael Montes de Oca Martínez #26Jul

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Rafael Montes de Oca Martínez debuta como escritor en 1959 cuando publica, en la revista caraqueña Símbolo, el cuento “Camilo Edén en Nueva York”, imbuido por un sugestivo humor de su protagonista, alguien con ínfulas de escritor.

Desde entonces continúa su proceso creador con la palabra en forma lenta y silenciosa, como decía Mariano Picón Salas, pues se decide por lo cualitativo y no la cantidad; ello si tomamos en cuenta que su libro “De humanos y animales” recoge nueve de sus cuentos a lo largo de más de 50 años de narrador.

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La resultante de esa relación lector-autor registra que lo primero que leímos de él fue un libro biográfico sobre don Cecilio Zubillaga Perera al comienzo de la década del 70. Un texto que nos deslumbró por lo inédito y la calidad con que fue escrito.

Ese fue el estimulante para la investigación sobre la vida de ese genio popular caroreño, cuyos frutos han sido varios artículos de prensa, dos conferencias y un libro titulado La palabra global de Chío Zubillaga Perera, publicado en 2016 por el Ateneo Guillermo Morón de Carora.

Montes de Oca Martínez es de los que, como dice el refrán popular “agarra el toro por los cachos”, desde la primera hasta la última palabra en sus obras. Práctica que asume con   un estilo muy periodístico por la sencillez y concreción con que monta y desarrolla la trama en que discurre la anécdota.

Al igual que el influjo de  la técnica cinematográfica muy a la forma de Horacio Quiroga, un maestro del cuento al que conoce muy bien. Estos elementos revelan  su capacidad para captar la necesaria empatía con el lector, precisamente el  objetivo del escritor animado por la intención de ser leído y no ser pasto de la indiferencia.

Estos nueve cuentos, editados en 2008 por la fundación Aurín de Barquisimeto, nos presentan predominantemente paisajes rurales con las vivencias y recuerdos de la infancia, la cotidiana rutina laboral, la relación contradictoria con los animales, las calles del solariego pueblo, las fiestas patronales y los encuentros en las bodegas, plazas y botiquines como opciones recreativas.

De esa forma su literatura es la concreción de una temporalidad e historicidad pueblerina con la fuerza de la tradición y el romanticismo por la expresividad de los sentimientos. Esta literatura de Montes de oca Martínez se caracteriza por ese apego a la tradición cultural de nuestros pueblos con un realismo no necesariamente enmarcado en la corriente literaria del criollismo.

Son relatos en los cuales late la psiquis del hombre rural aunado a la presencia transformadora de su inteligencia con sus conflictos, sueños, estilos de  vida y visiones del  mundo material y espiritual.

Es la evidencia del accionar sociocultural que lo ha impulsado históricamente a través de la barbarie, salvajismo y civilización. En esos bucólicos espacios aparecen, de tiempo en  tiempo, el encanto de los circos, jugadores, magos, trovadores, cuenteros y titiriteros y que sus moradores recibían con ansiedad y sorpresa, pues eran los exiguos momentos para romper con la rutina y disfrutar de una diversión diferente.

Montes de Oca Martínez los convierte en divertidas piezas narrativas que producen un singular goce al lector, sobre todo a quienes vivieron aquella Venezuela tradicional previa a la sociedad de masas que comenzó en la década del 40 con la urbanización del país. Es así como el escritor hace un tanto de “sociólogo” desde la práctica subjetiva de la palabra.

Sobre este tema de los animales, Ernesto Sábato sostenía que cuando un escritor alude a un perro por lo general se refiere al hombre en desgracia. Es lo que ocurre en el final de la novela El Proceso de Franz Kafka en  la que los poderes humanos (tribunales)  se han ensañado por medio de la “justicia” contra el protagonista José K. que lo lleva a exclamar: ”¡Igual que un perro!”.

Dicha cuentística exalta la institución social de la de la familia, célula fundamental de la sociedad, y no la economía como lo plantea el marxismo, primera escuela generadora de valores en la formación de un hombre de bien para afrontar los retos de la vida con la fortaleza de una sana personalidad

En ese sentido resalta el peso decisivo del padre como primera referencia del natural líder en esa célula que moldea conductas, resaltado en el cuento Doble Juego con esta monumental oración: “Mi padre aparece como un inmenso árbol, transparente y eterno”; la  solidaridad entre los hermanos cuando la muerte de alguno duele hondamente y el anti valor del machismo que degenera en la violencia y el caciquismo, siendo la versión en pequeño del autoritarismo del caudillo mayor a lo Juan Vicente Gómez.

En estos relatos del caroreño Rafael Montes de Oca Martínez palpita el alentador mensaje por un  mundo sin  violencia. Ello con el poder que permite el idioma manejado con la sensibilidad de un creador de este género de la literatura con varios lauros en el país y el exterior. Es un bello y cálido libro portador de valores humanos y sociales que nos aferran a la vida desde ese particular universo de la infancia y juventud que el narrador, nacido en 1939 el pueblo de Altagracia del municipio Torres, nos expone con magistral dominio de  la narrativa corta.

El 30 de julio de 2015 la noticia de su deceso sacude a los medios culturales, periodísticos, políticos y gremiales de la urbe barquisimetana, donde  se le apreciaba por su destacada presencia. Fue el primer secretario general electo del Colegio Nacional de Periodistas, seccional Lara.

Con foto de El Impulso.

Freddy Torrealba Z.

Twitter: @freddytorreal11

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