Una de las más bellas películas de Akira Kurosawa son unos cortos de plasticidad poética que llevan al espectador, a través de unas alegorías cautivadoras, al mundo transcendente pero cruento de los Sueños, que así titularon este filme en español.
En unos de esos cortos se narra el episodio de unos alpinistas inmersos en una implacable tormenta de nieve, con cero visibilidad y vientos furiosos que los obligaba a cubrirse por entero para poder resistir sus embates. Ellos buscaban su campamento para sobrevivir a la tempestad pero la inclemencia del tiempo los fue abatiendo uno a uno y desfallecidos se resignaron a una muerte segura, acostados sobre la blancura del indiviso suelo.
Uno de ellos, por suponer el líder, se resiste a la muerte y aunque yaciente en posición supina mantiene sus ojos abiertos y la disposición de levantarse para continuar la búsqueda del campamento salvador. Sobre él la muerte, con figura de una hermosa dama de viento y nieve, le invita zalamera para que resigne su ánimo a la paz de la quietud definitiva. Pero el hombre lucha y por varias horas, que el tiempo del cine concentra en minutos, reta a la muerte y con movimientos vitales contundentes la aleja y logra incorporarse para continuar su camino incierto.
Camina apenas unos veinte metros y de pronto se encuentra de narices con el ansiado campamento, recuperada su plena vitalidad por la emoción del milagroso hallazgo regresa presuroso hasta donde sus compañeros habían enterrado su voluntad, los despierta a sacudidas y gritos de su letargo y todos juntos le ganan a la muerte el derecho a soñar un futuro con nuevas promesas.
Útil y alentador convertir esta joya cinematográfica en ejemplo a aplicar a la situación actual venezolana, donde hemos caminado sin desmayo y en mitad de tormentas de todo tipo buscando el campamento llamado Democracia. Pero en este recodo del camino hay un desaliento particular que se ha instalado en gruesas capas ciudadanas respecto a participar en las primarias convocadas por la plataforma unitaria. En unos hay cansancio, en otra decepción y habrá quienes sientan rabia y rechazo porque consideran que la ruta se ha prolongado mucho tiempo.
Probablemente no vean que el campamento lo tenemos más cerca de lo imaginado, que contamos con muchas cosas a nuestro favor aunque la tormenta instalada en nuestros corazones y en la miserable cotidianidad que nos atrapa, lo haga invisible y prefiramos dejarnos morir en la quietud de una resignación hermanada con la indignación.
Si no logramos despertar de este letargo mortal renunciaremos al futuro y a la vida democrática. Despierta Pueblo, despierta o mueres.