“…Esta es la energía cinética que impulsa las turbinas reversibles de las plantas mareomotrices, cuando sube la marea se mueve en una dirección y cuando baja en la dirección opuesta, ese fue el gran invento…”
Jorge Puigbó
Una noticia que leí esta mañana me llamó la atención: una turbina de mareas (mareomotriz), de dos megavatios, la más potente del mundo, anclada a unos cuarenta metros de profundidad en “Fall of Warness” en las islas Orkney de Escocia, donde está ubicado el Centro Europeo de Energía Marina (EMEC), comenzó a suministrar energía a la red pública, se dio la coincidencia de que el 14 de julio se celebra el día de Francia y las dos circunstancias me condujeron a escribir un artículo con visos de crónica, o será al revés.
París es una ciudad que a principios de la primavera tiene un encanto especial. Estando allí, hace muchos años, unos treinta y cinco podrían ser, temprano en la mañana comenzamos a recoger nuestras cosas en la habitación del hotel y a preparar las maletas para tomar un tren que nos llevaría a la ciudad de Caen, en Normandía, luego de hacer el chequeo de salida y solicitar al conserje un taxi para una hora después, salimos al agradable frío parisino a la búsqueda de una cafetería que, a esa hora presentara una abundante clientela de personas con aspecto de clientes habituales, forma de garantizarse una cierta calidad y atención, nunca nos equivocamos. Una “baguette” bien untada con una mantequilla cremosa, cubierta a su vez, con lonchas de jamón o de queso Camembert, acompañada con un café con leche es uno de los mejores desayunos del mundo y terminarlo con una medida de Calvados, como lo hacían muchos de los trabajadores con quienes compartíamos ese tipo de local, es la mejor forma de prepararse para un viaje en tren de unas tres horas y media.
El traslado desde el hotel a la estación de Saint Lazare, en el distrito ocho, fue muy rápido a esa hora y pronto teníamos en nuestras manos los pasajes. La llamada ciudad Luz tiene seis grandes estaciones ferroviarias de cercanías y media distancia, ésta es la más antigua y la segunda del país por su movimiento de pasajeros, siempre nos impresionó entrar en la edificación, nos producía una sensación de retroceder en el tiempo, tiene algo que atrae, quizá por eso su estilo cautivó a Claude Monet, quien en 1877 realizó una serie de doce pinturas que la inmortalizaron.
El viaje sin contratiempos, nos pareció había transcurrido muy rápido, y la estación de la ciudad de Caen a esa hora se encontraba sin mucho movimiento y al levantar la vista del equipaje que bajamos vimos a lo lejos las figuras tan queridas de nuestros amigos que nos esperaban para proseguir el viaje, en el vehículo de ellos, hacia la ciudad de Coutances, distante unos cien kilómetros por carretera. En varias oportunidades habíamos sido sus invitados, igual como lo fueron ellos cuando vinieron a Venezuela, fue así como pudimos conocer a fondo las regiones de Normandía y Bretaña, famosas por sus costas, sus ostras, sus corderos “pré salé”, sus quesos, calvados y sidras, y sobre todo su historia: el Monte Saint Michel, la ciudad de Saint Maló con su bahía y sus murallas, Cherburgo y la base naval, las playas y los cementerios de tantos soldados aliados que cayeron en sus arenas, en fin, dos regiones francesas inolvidables.
Una de las impresiones más grandes, y motivo por el cual hemos realizado esta introducción, es para situarnos en una zona en la cual se producen mareas muy altas o, mejor dicho, con mucha diferencias, hasta de 13 metros, entre una y otra, y asimismo en sus costas de altos acantilados las corrientes en el mar son de una fuerza prodigiosa, tanto es así que allí se desarrollan, producen e instalan, las primeras tecnologías para el aprovechamiento de estas inmensas energías que traen las mareas y las corrientes marinas.
En uno de los tantos paseos que nos programaron nuestros apreciados anfitriones, fuimos a conocer una represa y la planta de energía mareomotriz cuyo nombre oficial es “Usine marémotrice de la Rance”, conocida como Rance Tidal y se encuentra en el estuario del río Rance, en la Bretaña francesa. Después de muchos años de experimentos, investigaciones e intentos frustrados Francia logra comenzar a construir en el año 1963 la primera instalación en el mundo de ese género. Terminada en noviembre de 1966 con sus 24 turbinas de 10 MW de potencia nominal cada una, todavía sigue en funcionamiento y con su energía renovable mantiene a unas 130.000 viviendas, siendo durante cuarenta años la planta mareomotriz más grande del planeta. El costo del KW hora resultó igual o menor que el de una central eléctrica convencional.
Para poder entender cómo funciona esta tecnología, cuyo desarrollo ha sido lento pero constante en el tiempo, no hay nada mejor ir a un lugar en la costa arenosa y pantanosas de esas regiones en donde el mar, con la subida de la marea, penetra kilómetros hacia el interior semejando a un río caudaloso y presenciar cómo los pescadores en sus barcas aprovechan la corriente para entrar hasta sus destinos, ellos tendrán que esperar el cambio de la marea si quieren volver a salir porque en cuestión de horas se retirará y las embarcaciones quedarán reposando sobre la arena.
En una oportunidad pudimos observar una remontada extrema de la marea que se produce pocas veces al año, es imponente y acompañada de un frío brutal nos resultó sobrecogedor ver a los pescadores cuando regresaban impulsados por la corriente a una velocidad pasmosa, ya casi sin luz y ateridos. Esta es la energía cinética que impulsa las turbinas reversibles de las plantas mareomotrices, cuando sube la marea se mueve en una dirección y cuando baja en la dirección opuesta, ese fue el gran invento que hoy se ha estado expandiendo con tecnologías más avanzadas a otros lugares en el mundo, creándose proyectos diferentes, pero todos basados en el aprovechamiento de las mareas y de las corrientes de los océanos. Hay que señalar que el costo ambiental a lo largo de los años fue severo debido a la sedimentación del río, la alteración de los niveles de salinidad y del ecosistema, ocasionados por la represa, la cual fue dotada de un sistema de esclusas para que los barcos, estimados en veinte mil anuales, pudieran continuar navegando por el estuario del río.
El liderato de Francia es indiscutible en la búsqueda de energías diferentes y renovables al impulsar el proyecto piloto llamado FloWatt, la granja de turbinas mareomotrices sumergidas más grande del mundo cuya finalidad se sustenta en las potentes corrientes que se consiguen en la localidad de Raz-Blanchard en el Canal de La Mancha y valerse de ellas para producir energía mediante tecnologías de punta. Un dato interesante que influye en el futuro de esta tecnología es el objetivo de la UE de alcanzar los 40GW con la energía oceánica para el 2050, ya que es una alternativa fiable.