“…Creemos firmemente en el viejo y sabio refrán de fuente oral, citado en El Quijote así: “Cuando a Roma fueres, haz como vieres”, o sea, “el que emigra debe adaptarse, no hay otra forma para convivir”
La mayoría de las veces la imaginación y los deseos, generalmente acompañados de un conocimiento parcial de la verdad, producto ésto de la información manipulada, o del sesgo cognitivo no nos dejan ver y menos aceptar lo que sea diferente a nuestro criterio, se producen interpretaciones muy alejadas de la realidad. Los hechos y las cifras, a través de la historia, son hitos que no pueden ser desmentidos por ideologías parcializadas, sean las que sean.
A una Europa, constituida por países que por años han sido marcados por las guerras y la desunión histórica, cuna de las ideologías políticas, no se le puede pedir que de la noche a la mañana borre todos los recelos que arrastra, lograrlo facilitaría la creación acelerada de legislaciones tendientes a su preservación, sobre todo en lo concerniente a la necesaria inmigración legal que, como sabemos es un paliativo para el desfase existente entre el crecimiento industrial y el aporte de la mano de obra nacional.
Son múltiples componentes los que han contribuido a la creación del problema migratorio en la Europa de hoy, uno de ellos es la derivada de las ideologías predominantes las cuales determinaron las políticas que condujeron a la situación actual: un enfrentamiento entre la sociedad establecida, por tanto el Estado, y un grupo inmenso de personas que llegaron, a través de los años, como trabajadores inmigrantes y que con el correr de los tiempos mostraron su reticencia a la integración y la aceptación de la cultura que los recibía, así como también su negativa a aceptar las leyes y normas sociales del país de acogida, comenzando a ser denominados como musulmanes desde épocas tan lejanas como los años ochenta del siglo pasado.
La concepción inicial, así como la reglamentación, de normas aplicables a los inmigrantes, incluyendo cupos y ayudas materiales, en ningún momento se percibieron como algo peligroso o dañino para los ciudadanos del país, al contrario, el crecimiento económico enmascaró por completo los roces que comenzaban a surgir y los rechazos de unos y otros.
La integración de una población tan grande, estamos hablando de 25.000.000 de musulmanes repartidos en los veintiocho países miembros de la Unión Europea y de costumbres y valores tan arraigados, en la cual la religión establece normas obligatorias para la conducta cotidiana y sus mandatos privan incluso sobre la Ley, es extremadamente difícil, supondría la renuncia a sus creencias y educación.
No sucede esto con inmigrantes de América Latina o Europa, y hasta de países asiáticos en los cuales la religión no interviene en el quehacer cotidiano. Siempre existe una tendencia a mirar con cierta benevolencia, por razones principalmente ideológicas, o sentimentales, al que llega a ocupar un sitio en un país extranjero, sea legal o ilegal su estadía allí, y no se mira desde el punto de vista de la persona que se ve afectada de diferentes formas con su llegada. Si queremos ser totalmente justos en nuestras apreciaciones debemos tener en cuenta esta perspectiva también humana. Las grandes migraciones humanas siempre han sido una tragedia y hay que buscar en el lugar desde donde parten, el origen, o la causa, generadora de este fenómeno que afecta negativamente al ser humano. Hambrunas, falta de agua y servicios, como en el norte del África, sumado a las guerras entre facciones; persecuciones políticas, guerrillas y graves situaciones económicas generadas por gobiernos incapaces como en América Latina, son ejemplos claros de lo afirmado.
Europa intentó con el llamado multiculturalismo un ensayo de convivencia que naufragó entre la intolerancia, la no aceptación de la cultura occidental, la radicalización de grupos, la creación de movimientos separatistas, la constante transgresión de las normas. Decir que las naciones occidentales no han ayudado lo suficiente es desconocer las cifras que envuelven las ayudas de viviendas, alimentación y educación gratuitas a cargo de los impuestos cobrados a sus ciudadanos. Negar que exista un componente de intolerancia y racismo aportado por los europeos es mentir descaradamente, pero si el inmigrante musulmán, porque hoy se siente respaldado al ser parte de un grupo que suman millones de personas, pretende aumentar la radicalización y enrostrarle en la cara a los europeos su cultura y valores tratando de imponerlos, lo único que nos espera es un continuo enfrentamiento como los que estamos viendo en Francia en estas semanas. Por otra parte, muchos olvidan que las sociedades de los países que generan este tipo de migración, ni son democráticas, ni son tolerantes, ni respetan los derechos de la mujer, ni siquiera la libertad de sus ciudadanos, son regímenes religiosos y la adaptación a regímenes laicos pasa por su aceptación.
Bichara Khader es profesor emérito de la Universidad Católica de Lovaina y, entre otras cosas, fundador del Centro de Estudios e Investigaciones sobre el Mundo Árabe Contemporáneo, autor de más de treinta libros y por sus conocimientos es interesante leer su artículo “Los musulmanes en Europa, la construcción de un problema” el cual forma parte del libro “La Búsqueda de Europa”, que contiene el análisis de diversos autores sobre diferentes materias y el cual publicó Openmind del BBVA, entre otras cosas extraigo un dato para tener en cuenta: “…Los países balcánicos se independizaron en el siglo XIX, antes de la disgregación del Imperio otomano tras la Primera Guerra Mundial”.
Los musulmanes bosnios, albaneses y kosovares no han sido expulsados, y actualmente constituyen lo que llamamos la población musulmana autóctona de Europa…”. Solo tenemos que recordar las recientes y terribles guerras étnica-religiosas en estos territorios para entender que el problema de la integración de culturas es realmente complejo y no olvidemos a Chechenia gobernada por Ramzán Kadyrov, musulmán defensor de la Sharía, quien, en el 2007, fue designado como su presidente por el mandatario ruso, Vladimir Putin, para tratar de frenar a los islamistas o, un poco más allá, la actitud represiva de China contra los musulmanes uigures con más de un millón de ellos en campos de internamiento y reeducación. Estamos ante un problema mundial con diferentes matices.
Una opinión de peso, respecto a este aspecto fundamental de la integración o convivencia es la de Giovanni Sartori, recogida en un viejo artículo de Miguel Mora para El País de España, del 4 de abril del 2001, según él: “…los multiculturalistas, de origen marxista, no persiguen una integración diferenciada del otro, sino una desintegración multiétnica, una balcanización, una tribalización de la sociedad en la que todos sean iguales ante la ley siendo, en realidad, absolutamente distintos entre sí”… “La cuerda de la tolerancia, añade, puede romperse y el racismo puede surgir si Occidente permite que en sus países haya grupos étnicos y religiosos como los árabes, sociedades teocráticas que viven a su manera, consideran infiel al que los acoge y no respetan las reglas ni la cultura occidentales, manteniendo atavismos ‘como el uso del chador, la ablación de clítoris o la oración del viernes’…”. Allí el problema, al cual Emmanuel Macrón en el 150 aniversario de la proclamación de la Tercera República, el 4 de septiembre del 2020, se refirió: «Nunca habrá lugar en Francia para aquellos que, a menudo en nombre de un Dios, a veces con la ayuda de potencias extranjeras, pretenden imponer la ley de un grupo» y aseguró que en otoño «se presentará un proyecto de ley para luchar contra el separatismo». Creemos firmemente en el viejo y sabio refrán de fuente oral, citado en El Quijote así: “Cuando a Roma fueres, haz como vieres”, o sea, el que emigra debe adaptarse, no hay otra forma para convivir.