Alirio Díaz es una leyenda musical en Carora, la cual el genio benefactor Juan Martínez Herrera convirtió en ídolo para la generación de jóvenes que en los años sesenta del siglo 20 descubrimos que la cultura era una aventura más atractiva que cazar iguanas en las playas o jugar caimaneras de beisbol en las tardes de los pericos.
Cecil Humberto Álvarez Yépez que desde muy niño quería ser argonauta para enfrentar dragones y ser seducido por sirenas se hizo grumete de la nave cantora con la cual su tío Juan Martínez izó velas hacia la fantasía de transformar a Carora de siesta con tangos y boleros a frenesí de violines en alegro molto.
Viajó bastante Cecil como un Diablo Cojuelo visitando la intimidad de amigos y familiares para hacerlos personajes de sus bucólicas novelas y como anhela remontar al cielo para ver al gran arquitecto del universo se vistió de monaguillo y escribió una novela que lo reintegra a su casa materna donde Jesucristo es la luz de la verdad y de la vida. Descubrió así que le debía una novela al gran maestro Alirio Díaz, ya había sido jefe de lanceros en la construcción de un Teatro que lleva el nombre de la gloria de La Candelaria, pero faltaba este homenaje con el cual transfiere a la juventud caroreña la emoción que muchos tuvimos hace 60 años al descubrir que un paisano triunfaba en las grandes salas de concierto de Europa y Nueva York.
Lo nuevo, la magia especial de Alirio, la novela, porque desde ahora se hablará de Alirio el guitarrista y Alirio la novela, el mismo personaje en dos templos de admiración, es que Cecil incorpora al paisaje como protagonistas.En sus libros anteriores toda la trama discurría en un combate en los terrenos del alma sin que el entorno físico asomara su influencia elemental sobre ellos. En Alirio el ambiente yang que distancia al hombre de sensaciones inmediatas y lo avienta a la contemplación cósmica de si mismo, se convierte en protagonista que enlaza historias antiguas de arrieros que durante siglos andan perdidos en la infinidad de trazos que dibuja la noche y de pronto aparecen en los cuartos sin techo de casas abandonadas que en algún momento fueron estancia con cerca de cardones.
De esa soledad surge titán Alirio Díaz con palabras que Cecil tomó de la biblioteca de Mauricio Babilonia para reinventar el Olimpo de celebridades caroreñas como los poetas Alí Lameda y Luis Beltrán Guerrero y las plumas cosmogónicas de Chío Zubillaga y Manuel Briceño Guerrero, llanero a quien hizo caroreño a fuerza de quererlo como padre espiritual de sus inmersiones en las profundidades de Kant y de John Milton.
Alirio es la novela que además de adentrarnos en la universalidad de su genio artístico nos permite caminar de nuevo por el vientre desnudo de una tierra que conquistó su libertad de las metrópolis con los sueños cumplidos de unos seres especiales que en ruta hacia el progreso material encontraron también baúles de versos y conciertos con los cuales están escribiendo su propia historia.
Salud Cecil. Sigamos remando que Ítaca aún está lejos. Dios con nosotros.