#OPINIÓN Zancadillas, empujones y bloqueos #1Jul

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La normalidad democrática en Venezuela es aspiración, no realidad. Una aspiración a la que los ciudadanos no podemos renunciar, porque hacerlo nos acarrearía costos personales y sociales mucho mayores que soportar esta situación de anomalía sistémica que por habilidades camaleónicas del poder e inconsistencias, provocadas o espontáneas, en los sectores políticos alternativos se ha prolongado mucho más de lo concebible.

La distancia entre las reglas constitucionales y legales y la vida real es un abismo que se ensancha o se angosta según las circunstancias, pero que no desaparece. Es una constante que no conviene olvidar, sea por parte de los actores políticos directamente involucrados o por el grueso de los venezolanos cuando nos formamos opiniones acerca de los acontecimientos, eventos coyunturales o partes de procesos más vinculados a lo estructural.

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Con la seguridad que brindan la impunidad y el relativo bajo costo interno a pagar, dato importante, desde el poder se cometen faltas que enervan el funcionamiento del sistema democrático. Faltas digo, como en el fútbol, para entendernos. Lo que llaman fouls, de esos que en un partido pueden provocar tarjetas amarillas o rojas y expulsión o suspensión según la gravedad. Pero el equipo rojo sabe que el árbitro judicial, electoral, contralor o fiscal, se hará el desentendido. Por eso propinan con descaro zancadillas, empujones o incluso bloquean la posibilidad de actuar. El descaro cumple un papel psicológico intencionalmente buscado que es desmoralizar a los dirigentes y sembrar en la gente la sensación de que no hay nada qué hacer.

Se me dirá que con este símil minimizo las amenazas, pero si nos damos cuenta de que se trata de una política diseñada y sistemáticamente aplicada, nos daremos cuenta de su carácter insidioso. Como esas lloviznas que no mojan pero empapan. Porque en más de dos décadas mandando, el grupo que se ha apropiado del Estado demuestra que de gobernar tiene poca o ninguna idea, pero en aferrarse al poder ha desarrollado una capacidad inescrupulosa que combina maña y fuerza.

La zancadilla te hace tropezar, detiene tu avance, impide. Aparentemente “venial”, su repetición constante cambia su naturaleza. Y cuando se dan ciertas circunstancias, tolerarlas es venal, en su sentido de venta o soborno. ¿Y el empujón qué tan grave puede ser? Pues depende, si a usted se lo dan en una escalera puede ser mortal. Bloqueos serían, en este caso, inhabilitaciones, expropiación del nombre y símbolos partidistas, manipulación judicial, ilegalización, prisión o amenaza real de ella o destierro.

Es verdad, también hay que decirlo que la oposición no ha sido siempre consistente en su lealtad a las reglas. Pero ¿cómo puede pedírsele que actúe como boy scout ante contendor tan poderoso e inescrupuloso?

La idiotez no es exigible, pero hay al menos dos datos que sí la comprometen con la ruta constitucional. Si su promesa es el cambio a la democracia tiene que defender en la práctica los valores democráticos, allí reside su autoridad moral y su diferencia con quienes quiere sustituir. Y para ciudadanos sin armas ni poder, el pacífico y democrático es el único factible a su alcance. En la democracia convergen pues los principios y los fines.

Al voto no se puede ni se debe renunciar. La experiencia hace innecesario argumentarlo. El voto no va solo. Es parte de una estrategia de defensa activa de la Constitución que incluye protesta pacífica, defensa y aprovechamiento intensivo de los espacios de libertad con los temas sentidos en la sociedad y activismo internacional inteligente. ¿Por qué Maduro se entiende con los gobiernos de Cuba, Irán, Rusia o Nicaragua? Pues por lo mismo que debemos insistir en la alianza con los demócratas, con todos los demócratas de todas partes. ¿Es fácil? No, es muy difícil, pero perfectamente posible. Exige una estrategia bien pensada, seguida con disciplina y organización. Nada que no sepamos y que no hayamos logrado antes, aunque de modo intermitente.

Todo esto sirve para explicarnos. Temas intraoficialistas aparte, que los hay, lo del CNE debe verse como una zancadilla a la Primaria para sabotearla y un empujón al voto para inflamar la desconfianza en él. Y de aquí al 2024 habrá más fouls. No podemos complacerlos y salirnos del camino.

Y ¿por qué parece que la zancadilla y el empujón ayudan a uno de los actores de la variada oposición? Vuelva a los primeros párrafos y saque la cuenta de qué cree el poder que le conviene. ¿Se equivoca? Tal vez, pero demostrarlo no les corresponde a ellos. La pelota está de este lado.

Ramón Guillermo Aveledo

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