La reciente visita del dictador cubano Miguel Díaz Canel al señor Bergoglio es un asunto complejo sobre el que hay diversas opiniones y perspectivas. Por un lado, algunos argumentan que las reuniones de los Papas con dictadores son una oportunidad para abogar por los derechos y la dignidad humana y para fomentar el diálogo y la reconciliación. Por otro lado, estamos quienes vemos estas reuniones como una forma de legitimar a los dictadores y sus regímenes, especialmente si la reunión no incluye una discusión franca y abierta sobre las violaciones de los derechos humanos que se han producido bajo sus gobiernos, como ha sucedido cada vez que Bergoglio se ha reunido con los tres dictadores cubanos, Fidel y Raúl Castro y ahora, Díaz Canel y encima, ha sido público y notorio que jamás lo ha hecho con la disidencia y encima, ha declarado que no sabe nada de detenidos, de torturados o asesinados. En casos como estos que menciono, ¿pueden esas reuniones con dictadores ser percibidas como algo distinto a un signo de apoyo a sus regímenes?
Los activistas y opositores cubanos han argumentado todas las veces que Bergoglio debería haber abordado la situación política y la situación de los derechos humanos en Cuba con más firmeza. Pero no, Bergoglio no tiene una larga historia, como algunos de sus predecesores, de defensa de los derechos y de la dignidad humana, incluso en situaciones políticas y sociales difíciles.
Y aquí llego al tema que quiero tratar: todas las órdenes religiosas católicas romanas reconocen al Papa como líder espiritual y jefe de la Iglesia Católica. Esto significa que todas esas órdenes religiosas le prometen obediencia. ¿Qué pasa entonces cuando un sacerdote o una monja no están de acuerdo con lo que hace o dice el Papa o cualquiera de sus superiores? Supuestamente, si una orden religiosa católica romana no está de acuerdo con alguna enseñanza o decisión del Papa, se espera que expresen su desacuerdo de manera respetuosa y en diálogo con la autoridad eclesiástica. Dentro de la Iglesia Católica hay un proceso de discusión y discernimiento que se utiliza para abordar los desacuerdos y diferencias. Este proceso puede involucrar a los líderes de la orden, los obispos diocesanos y otros líderes eclesiásticos. ¿Y si después de la discusión y el discernimiento siguen sin estar de acuerdo? ¿Tienen que obedecer “porque sí”?…
La Iglesia y los militares son dos instituciones que tienen algunas similitudes: ambas tienen una jerarquía clara y una estructura organizacional vertical y rígida. Tanto la Iglesia como los militares tienen líderes a los que se espera que los seguidores obedezcan y respeten. También tienen una cultura y un conjunto de valores compartidos que se espera que los miembros de la organización sigan. Pero a diferencia de la Iglesia, los militares, por el Derecho Internacional, están exentos de obedecer órdenes que vayan en contra de los derechos humanos y la dignidad de las personas.
La «obediencia debida» fue un argumento de defensa histórico utilizado por aquellos que cometieron crímenes de lesa humanidad. Se basa en la idea de que un individuo no es responsable de sus actos si los lleva a cabo siguiendo órdenes de un superior. Sin embargo, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional ha dejado claro que la «obediencia debida» no es una defensa válida para cometer crímenes de lesa humanidad. Este argumento fue el utilizado por los nazis durante los juicios de Nuremberg después de la Segunda Guerra Mundial, donde muchos de los acusados argumentaron que solo estaban siguiendo órdenes de sus superiores. Sin embargo, fue rechazado por los tribunales internacionales, que concluyeron que los individuos eran responsables de sus acciones, independientemente de si estaban siguiendo órdenes o no.
La Iglesia Católica también debería regirse por alguna institución por el estilo de la Corte Penal Internacional o tener su Estatuto de Roma. Que sus miembros puedan destituir a un Papa -o a cualquier otro superior- que incurra en actos indebidos, como guardar silencio ante casos de pederastia, se reúna con dictadores e ignore a la disidencia o que sea un pusilánime a la hora de condenar crímenes de lesa humanidad. Entiendo que existe un plan para celebrar un Sínodo de Obispos en octubre de este año, y se espera que se discutan diversos temas, incluyendo la posibilidad de ordenar a mujeres como sacerdotisas, la formación sacerdotal en general, la vida religiosa, el celibato y la familia. Sin embargo, la decisión final sobre los temas que se discutirán en el Sínodo y las decisiones que se tomarán, pertenecen al Papa. ¿No es hora de que la Iglesia Católica, además de tratar estos temas, importantes por demás, debería dejar de ser una institución jerárquica, que no requiera la aprobación del Papa o de otros líderes eclesiásticos sobre temas medulares?… Y no se preocupen… una institución de 2000 años no va a terminarse por eso. Los militares no se acabaron por el Estatuto de Roma. Más bien, ahora saben que no pueden ser cómplices de injusticias, canalladas, tropelías, abusos y extralimitaciones. Justamente lo que necesita la Iglesia, cada vez más distante de Cristo, de su vida, su obra y su mensaje.
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb