“El ejercicio de las armas, aunque arma y dice bien a todos,
asienta y dice mejor en los bien nacidos y de ilustre sangre.”
Miguel de Cervantes
La ignorancia de la ley no excusa ningún delito ni ninguna falta y el deber de obediencia está limitado y cesa sin más, cuando la orden imponga la comisión de un delito, por lo que tampoco podrán salvarse arguyendo que se trataba de órdenes superiores. Oído al tambor los que integran la banda de Séptimo el coronel psicópata. Chabela, Toya, Columbo, Chuchín el mayordomo su morenito enamorado, Sussana la hibristofílica, el asistente virtual, Lesbia Carlota y sus tribadas, Cantinflas, Macu la cauchera metía mujer del policía, la Nada, los Obesos: Remontó y Volandas, Millennial, Alejandro y su cocinera Tiniebla, Rosario el operador y su archivera médica, el Gondolero que parece que no moja pero empapa, el Gocho, And la Reina, Mariposa y el personal de las tres columnas de corrupción comprometido en la mafia: las notas musicales, la gestión de extorsiones y la mayordomía. Sin olvidar la oficina de “no te fíes”, donde Mara la bruja camandulera en una relación paradojal ha hecho “alianza” con la “la garra”, aquella usuaria que la sobornaba con el queso pero ahora es su jefa.
No tiene idea “la garra” que Mara a quien le da de comer de su almuerzo, pronto le dará con una piedra. En el corazón de Mara en un reposo fingido sólo se albergan la envidia y la traición. El anzuelo de Mara es la comida. Ella te dará a probar un trozo de su almuerzo y la creerás noble, gentil y altruista, pero luego Mara te devorará con sus propias garras. A Mara se le conoce también como el pejesapo rayado, que es un pez con un gran apetito, capaz de engullir peces de su mismo tamaño. La técnica que adopta para atraer a las presas es engañándolas con su señuelo en forma de gusano. Cuando tiene una presa muy cerca, abre la boca, desencaja las mandíbulas y genera una gran aspiración, luego la tritura. Tal cual hace la hipócrita Mara de bajo perfil en chismes que lleva, trae e inventa al coronel para perjudicar a quienes sabe que profesionalmente están mejor preparados que ella. Y Séptimo el coronel psicópata, ávido de chismes cual voyerista auditivo termina ejecutando los deseos destructivos y envolventes de Mara, construyéndose ambos su propio Banco de enemigos. Pero no quiere el coronel psicópata “enterarse” que Mara lo usa para quitar del camino a gente que la deja a ella a la intemperie de su ignorancia supina, pues fue muy mala estudiante y el promedio de sus notas en la carrera es de 8, 61 puntos en la escala del 1 al 20. Mara se cobra en otros, su propia incapacidad. Todo el tiempo fue aplazada y le aplicaron reiteradamente el reglamento de repitientes.
Sobre el trastorno de la personalidad del doctor fraude. Dice un funcionario: “Lo conocí hace quince años un día malo en una cola en el puente al maldito coronel Séptimo, en una novedad donde exhibía su psicopatía y su mitomanía haciendo impostura arguyendo falsamente ser un titulado en leyes, para disminuir al Doctor en Derecho que tenía de frente, porque él es un envidioso y sufre del síndrome de Procusto. Pero prontamente el letrado al charlar con el coronel pudo percatarse de su impostura e intrusismo. En esa ocasión tuve la desventura dice el funcionario; de que Séptimo se atravesara en mi camino. Pasó el tiempo y no supe más de él, pero hace cinco años tuve de nuevo el infortunio de encontrarlo enconchado en la institución, jefaturándola y he corroborado que es un mentiroso, un hampón y parásito escudado en la fuerza castrense a la que deshonra”. Ahora con un pergamino recién rebuscado y fraudulento, obtenido por corrupción y envileciendo la alma mater de donde se lo robó, hace alarde de una mentira blandiéndola como verdad. Hace dos años hizo el teatro de defender una tesis que plagió con la complicidad de unas subalternas, para endilgarse un título universitario que bochornosamente lo titula de doctor en artes fraudulentas, extorsivas y en corrupción.
El largo brazo de la ley esposará a Séptimo el coronel psicópata y a todos los que le facilitan su mafia de extorsiones y la venta ilícita de títulos valores estafa. Pero tengan presente que en cualquier momento el doctor fraude puede “dejar el pelero”, “irse con la cabuya entre las patas”, “dejarlos a todos colgados de la brocha”, partir con su génesis huyendo a los EEUU u otro destino incierto y ustedes habrán lacerado sus almas, desprestigiado sus nombres y si llegan a salvarse de las penas jurisdiccionales en su tierra, de las penas divinas no escaparán. ¡Cuán perverso ejemplo les han dado a sus hijos, nietos y vecinos! Exclaman los hijos que imitarán a sus padres: «Mi papá es corrupto y extorsionador, trabaja para el coronel. Mi mamá es corrupta y extorsionadora, trabaja para el coronel.
Han salido reprobados en decencia, honradez, probidad y en general aplazados en todas las pruebas de valores y de principios. Y por el irrespeto a las leyes son unos hampones. A ustedes que han corrompido el sistema debo decirles que son analfabetas morales y espirituales, enmascarados de virtuosos ciudadanos. “Que la conciencia moral se viene desenvolviendo y afinando progresivamente; conquistarse poco a poco a uno mismo, es para el espíritu la ley misma de su desenvolvimiento que rige incluso en los concerniente al proceso de la moralidad”. En tal medida tomen nota de lo que apuntó Lao Tse “el hombre que vence a otro hombre es fuerte, pero el hombre que se vence a sí mismo es poderoso”. Entonces aprendan a domarse, a auto regularse a corregirse ustedes mismos sus invirtudes que son una ofensa para sus almas, para la sociedad y especialmente para Dios.
El estrato dominante de la jerarquía criminal (súper cúpula mafiosa). La desgracia de la presencia de Séptimo el coronel psicópata en la institución es un hecho criminoso imputable al general Alphonse Gabriel Capone, el hijo de migrantes italianos conocido en los bajos fondos como el general Sméagol, quien sembró al mafioso narcisista en la empresa por razones de apadrinamiento en el delito. Y la continuidad y la permanencia en el cargo es responsabilidad penal de la asociación para delinquir que convino Séptimo con el general Besarás, apodado “cinco para las doce”. Y en tal componenda ambos generales se garantizan sus respectivas millonarias mascadas o tributaciones en dinero obtenido en violación a las leyes penales y las normas morales.
A ninguno se le divisa el honor, ni a Besarás, ni a Sméagol ni a Séptimo, ni a ninguno de quienes integran la cadena de hampones que han corrompido el sistema. Y mientras Séptimo el coronel psicópata tributa a los generales con moneda en efectivo que no declaran al fisco ni a las contralorías, con fajos de billetes verdes, de muchísimo dinero negro, éstos a su vez en reciprocidad le tributan al doctor fraude con halagüeños besos negros y por supuesto atornillándolo en la gerencia del organismo, sin importarles los vientos que soplen. Porque Séptimo es un hábil y mañoso corrupto experimentado que auxiliado por el arsenal de maldad, sadismo y de perversión que le da su trastorno de la personalidad, mantiene parasitada la institución y mientras les entregue dinero ilegal, allí lo salvaguardan impunemente ratificándolo en el cargo.
Las estructuras sobre las que se pueden organizar los grupos criminales se han clasificado en seis: jerárquica estándar, jerárquica regional, jerárquica en racimos, en red, de grupo central y otros. Descubramos pues, la estructura criminal a que se contrae la organización que opera en la institución cuyo jefe máximo geo estratégicamente por ahora es “cinco para las doce” y en su región la ejerce el doctor fraude.
Quiero graficar la organización de la institución, que en una de sus bases es jefaturada por Séptimo el coronel psicópata. Imagínate a la institución como una nave nodriza que es la aeronave superior de la flota comandada por el general Besarás, es decir; la nave principal, aquella de mayor tamaño e importancia debido a que allí viajan los altos mandos y transporta a otras naves más pequeñas, que mantienen conexión umbilical con la nodriza y son enviadas a otros sitios o lugares como sondas controladas todo el tiempo por la mega nave. Así, tal cual está diseminada la institución por todo el territorio de la nación pero subordinada a la nave principal.
El velo oculta la organización criminal. Utilicemos el concepto de franquicia para graficar lo que queremos dar a conocer. La institución está extendida en distintos asientos por todo el territorio de la nación en la que cada Jefe de circunscripción o franquiciado – como Séptimo el coronel psicópata en su región – le paga a la franquicia – en estos momento al general Besarás – . El pago se aviene a un porcentaje significativamente alto, que es un royalty o tasa mensual o quincenal por las ganancias exorbitantes ilícitas e ilegales fruto de la delincuencia y la criminalidad que mantienen dentro de la institución con ocasión del giro de su negocio obtenido de las extorsiones, emisión y venta de títulos valores estafa, aunado a diversas formas de actividades fuera de la leyes consumadas en cada región. De modo que en cada circunscripción o en cada provincia hay una extensión de la institución, cuya sede principal está en una geo-estratégica ubicación territorial central, desde donde la dirigen los jefes máximos de la organización criminal que se escuda tras la imagen de una empresa lícita.
El mega negocio criminal lo tienen montado estos generales, con cada uno de los franquiciados que son las máximas autoridades en las regiones o son los autorizados en el mercado negro en cada territorio provincial y que suman por lo menos veintiuno. Esta organización criminal es la mayor burla y peor daño a la sociedad, porque con un caradurismo teatralizado sus gerentes se las echan de serios y de correctos, y son unos corruptos estafando en el mercado con productos alterados y dañados que no aprobarían ni la mínima exigencia iso 9000 si fuere el caso. ISO 9000 está configurado como un grupo de directrices que ayuda a una empresa a establecer, mantener y mejorar un sistema de gestión de calidad. Y en la institución liderada en la región por Séptimo el coronel psicópata, como en el resto de las provincias el producto que generan no tiene calidad, es tóxico y letal. A tal punto que la sociedad no confía en esa institución ni en lo que sale de ella.
Están coludidos en contra de Dios, de la sociedad, la moral, la ética, las leyes, los usos sociales y las buenas costumbres. Para que pueda usted dimensionar la envergadura de estos negocios de criminalidad; el general Besarás o “cinco para las doce”, y antes el hijo de migrantes italianos el general Sméagol; se manejan como los dueños de la franquicia que en realidad es un organismo del estado de fachada limpia, pero que estos ciudadanos enmascarados usan con propósitos delictivos y lo asumen como de su dominio o como de su propiedad y en función de esa estructura delictiva, cada franquiciado – y el coronel Séptimo es uno de ellos – le tributa al general Besarás y éste al general Sméagol, muchísimos dólares provenientes de las extorsiones y otras formas delictivas que perpetran en contra de los usuarios, sumado a la venta ilícita de títulos valores estafa, que son la forma más verosímil de certificar lo que es falso.
El anclaje de la delincuencia organizada es el nivel central. Esta estructura criminal, está ramificada en todo el territorio y subsiste amparada tentacularmente por aquellos que sirviéndole de alcahuetas le sacan provecho ilícito. De tal forma que Séptimo el coronel psicópata es solo la punta del iceberg, en esta red de corrupción. Esta nave nodriza o ésta franquicia es la gigantesca podredumbre que apenas se asoma a la superficie con la nefasta gestión de Séptimo el coronel psicópata en su región, ante la evidencia empírica de su desenvolvimiento; pero el iceberg que se oculta sumergido es superlativamente inmenso. Es más grande lo que se oculta en la institución convertida en organización criminal, que aquello que por el exhibicionismo de sus maléficos protagonistas se ha podido ver. Además que no han contenido sus ínfulas de pavonearse y figurar, por lo que los signos exteriores de riquezas los delatan. Es toda una estructura criminal cuyos integrantes han ocupado el lugar de lo que deberían perseguir, haciendo de los delincuentes ordinarios unas inocuas mariposas. Y mientras tanto Séptimo el coronel psicópata, los generales Besarás y Sméagol y todos los funcionarios que en cada dependencia le dan el visto bueno a lo que está mal », mantienen su tranquilandia a modo de un Cártel.
Una definición comúnmente aceptada de la delincuencia organizada figura en la Convención de Palermo, suscrita en noviembre de 2000. Según ese texto, incurre en ella todo “grupo estructurado de tres o más personas que exista durante cierto tiempo y que actúe concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos tipificados con arreglo a la presente convención con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material”. Por lo que en atención a esta definición definitivamente en la institución la delincuencia está organizada.
Por de modo que los funcionarios que ante órdenes y directrices manifiestamente reñidas con el ordenamiento jurídico y el sentido común – que es el menos común de todos los sentidos – , no obstante esos defectos de origen o esas perversiones en la esencia de la orden, y todavía así se hacen los descerebrados para llevarlas a cabo, es imperioso advertirles: Si la orden es ilegal e inmoral y manifiestamente contraria a tu conciencia – y nos dijo Víctor Hugo, que la conciencia es la presencia de Dios en el hombre – , entonces esa orden no debe obedecerse. No estás obligado a acatar y ejecutar una orden que sea ilegal y peor aún violadora de los derechos humanos. Pues hay que tener criterio y si careces de conciencia ética y de conciencia espiritual, no puedes argüir que cumpliste la orden ilegal porque fue una directriz de tu superior. Por lo menos por disposición del ordenamiento jurídico ningún subalterno está obligado a cumplir una orden ilegal y luego pretender eximirse argumentando que se trata de la debida obediencia o queriéndose excusar en el cumplimiento de órdenes superiores.
Los funcionarios que para congraciarse con sus superiores y sentirse henchidos en su fuero interno o demostrar a otros que manejan poder así sea un poder maléfico o de fantasía o de mentirita pero que los hace sentir buchones, y en un utilitarismo perverso se dejan usar, no pueden pretender en lo futuro que el largo brazo de la ley no les pongan los ganchos. En la institución el colectivo está delinquiendo y aunque no se trata de un delito colectivo, la responsabilidad penal es de exigencia personalísima por la participación individual. Porque no es el propósito adentrarme en la explicación sobre la criminalidad de las muchedumbres y de las sectas, no quiero aquí hacer un análisis sobre los delitos colectivos.
Porque puede haber delito colectivo sin crímenes de muchedumbres, y crímenes de muchedumbres que sean delitos comunes y no colectivos, según la distinción que hacemos, y que parece indispensable en la práctica, cuando se trate de exigir responsabilidades e imponer penas. “Para evitar la confusión que resulta a veces de no fijar bien el sentido de las palabras, conviene advertir que entendemos por delito colectivo una acción penada por la ley e inspirada, no por el egoísmo, sino por una idea, un sentimiento, una pasión común o un gran número de personas, y cuyo fin es hacer triunfar una causa”. Todo lo contrario de lo que sucede y acontece en la institución, donde Séptimo y sus monos voladores, junto con Besarás y toda su organización criminal – una casta corrupta – ejecutan acciones penadas por las leyes e inspiradas por el egoísmo, cuyo fin es apropiarse de ingentes cantidades de dinero y de patrimonios para satisfacer sus apetencias de avaricia y riquezas personales, teniendo como herramientas la corrupción, las extorsiones , la violación de los derechos humanos , el crimen organizado y tres columnas de etcéteras de delitos. Además no les importa un bledo sus almas.
“Me fui como un soldado. Volví como un criminal.”
Ben Affleck – Joe Coughlin.
Crisanto Gregorio León