La España centenaria, hasta la coronilla ya con un mal llamado “progresismo”, ha dado un contundente aldabonazo en sus elecciones municipales y regionales.
Ha quedado triunfante la centroderecha del PP y VOX; disminuido el PSOE, Ciudadanos casi borrado, y Podemos en camino a volverse polvo cósmico. En 1931, ante un resultado electoral parecido, el rey Alfonso XIII tuvo la dignidad y buen sentido de abdicar e irse.
Pedro Sánchez escogió la argucia de huir hacia adelante con elecciones veraniegas: Es lo único que le queda intentar ante semejante batacazo, pues ya se asoma la procesión dentro en su propio partido, donde futuros rivales y barones regionales supervivientes le echarán en cara su perverso contubernio con los gafes trasnochados de Podemos y con todas las irracionales conspiraciones separatistas.
Tocan ahora elecciones generales para rematar la tarea comenzada. Podemos – el cenizo de la partida – clama por unidad de las izquierdas, pero ahogado en su propio veneno abre el juego atacando a Errejón. A fin de cuentas no son sino un puñado de alacranes atrapados en sus propias miserias. Solo 84,000 personas en toda España les han votado. Será un sálvese quien pueda.
Al final, Sánchez – en combinación con el tortuoso Rodríguez Zapatero – sólo ha servido para inflar a BILDU en el país vasco; y a VOX en toda España. Ambos serán el “coco” para cada bando en los próximos comicios. Mal librado saldrá del próximo 27 de julio si se empeña en seguir unciendo su carro al de esos delirantes perdedores del domingo y a criminales como aquellos que encubre BILDU.
Y menuda herencia es la que dejará a sus sucesores. Porque la izquierda rabiosa, como la mala hierba, nunca muere; y lo que no consigue por las buenas luego buscará imponerlo por las malas. Habrán de prepararse para muchas turbulencias al estilo de las que enfrenta Macron en Francia.
La nación terminó empachada de toda una fauna de elles, adefesios, okupas, woke, cadáveres desenterrados, independentismos demenciales y otros engañabobos con los que hicieron que una gran nación perdiese el foco de lo que es verdaderamente importante y central para el progreso y bienestar del común de la gente.
Ojalá que en los venideros comicios el pueblo español termine de renovar su escenario nacional. Y que a su paso exijan equilibrio en los medios oficiales – para que locutores y comentaristas de RTVE dejen de llamar “progresista” (nuevo disfraz de la extrema izquierda) a toda una secta petulante, iracunda y vengativa; y de tachar de “extrema derecha” o fascista a todo cuanto que se les oponga.
Antonio A. Herrera-Vaillant