El papel del docente en el proceso enseñanza-aprendizaje ha sufrido en el tiempo cambios y transformaciones potenciados por la acumulación informativa, su masificación y el enriquecimiento acumulado por las sociedades en tanto la asimilación y su disponibilidad se internalizaron en forma colectiva. Como resultado se ha fomentado la evolución de los conceptos sociales de convivencia e interrelación renovando valores y principios. Una breve historia, aunque sea a trazos muy gruesos, mostrará el camino andado por el docente desde una antigüedad en que para el común de las personas no sucedía nada importante, hasta una actualidad de frenético dinamismo que por un azar fortuito puede convertir a un transeúnte en la noticia del día.
El docente actual no puede ser un magister de su especialidad, ciencia o técnica. La avalancha informativa moderna crea fuentes a granel abiertas a todo el mundo. Basta el barato recurso de un radio de transistores, para acceder a un vasto horizonte de noticias, comentarios, música e información detallada de los más variados tópicos de una región, país o del mundo externo a su comunidad. Existe una progresión constante de nuevos medios y tecnologías que provocan cambios continuos en la posesión, manejo y distribución de los conocimientos.
Sepultados quedaron los tiempos en que los escasos saberes y conocimientos eran el privilegiado monopolio de unos pocos. La aparición de las universidades en primer término inició la posibilidad de un cambio trascendente. En 1158 la primogénita, fundada en Boloña; algo más de un decenio después se funda la de París, tomada como modelo para las dos grandes universidades inglesas, Oxford (+/-1165) y Cambridge. De España la más antigua es Salamanca fundada por Fernando III de Castilla en 1243. Alfonso el sabio fundó la de Sevilla en 1254 con Escuelas de Jurisprudencia, Artes y Medicina. Unos dos siglos y medio más tardé se agrega en Maguncia, la aparición de la imprenta de tipos móviles de Güttemberg y se emprende la gran transformación. La mutua dependencia y colaboración entre el libro impreso y la universidad confiere un fuerte impulso a la distribución y manejo del conocimiento, la información y el saber, que ya no serán más el tesoro de unos cuantos individuos. Surge un nuevo depositario conformado por las academias, que apoderadas del conocimiento, lo almacenan y distribuyen a su real arbitrio y entendimiento. El acceso a las cimas del saber, las técnicas y las ciencias se aposenta en los claustros universitarios. Y las habilidades artesanales están en manos de los gremios y cofradías. Existe una mayor difusión de los conocimientos, pero limitada a los cerrados cotos bajo control de los doctos profesores y de los maestros artesanos en sus talleres.
Con la revolución industrial a partir del invento de la máquina de vapor (1712) por el técnico mecánico inglés Thomas Newcomen y mejorada por el ingeniero escocés James Watt (incorporó el condensador, la acción alterna del vapor en ambas caras del pistón y el volante inercial) y la difusión de noticias e informaciones en medios impresos –periódicos y revistas— se perfila una etapa de especial valor en la difusión del conocimiento a la par que aparece un nuevo actor en la sociedad: El periodista, cuyo incipiente rol correrá paralelo en más de una ocasión al del maestro de aula y ocupará puesto de vanguardia en el desarrollo de un nuevo fenómeno: La comunicación.
Aquí se manifiesta una variante en el curso de los datos informativos, que al organizarse se convierten en conceptos e instrumentos cognitivos, dando lugar con el añadido de la reflexión metódica, al saber filosófico. El conocimiento conceptual abre una infiltración hacia diversas capas sociales fuera del cerrado coto académico y el aún rígido marco de costumbres y tradiciones de los gremios de artesanos con su estructura piramidal de Maestros, Oficiales, Aprendices y Novicios. Nacen nuevas pautas normativas y la sociedad comprende la necesidad de alfabetizar e instruir a grupos de población cada vez mayores. Existe e impera la escuela clásica y tradicional del Maestro doctor, dueño y señor del conocimiento, pero el gusano crítico de una sociedad señalando aperturas al tiempo que siembra dudas sobre algunos dogmas, se ha instalado para minar prejuicios y quedarse. La historia posterior mostrará que el recién nacido sentido crítico nunca podrá ser desplazado y será cada vez más determinante.
Aparece ahora una nueva etapa de evolución del pensamiento colectivo. Las preocupaciones sociales al nacer el siglo XX saltan de las ciudades y círculos que les dan origen, al ámbito regional y nacional. Un hermoso invento colabora con este avance de cobertura. Es la radio. Luego, a partir de la hecatombe de la segunda guerra mundial, entre el tres (3) de Septiembre de 1939 con el asalto nazi a Polonia; al cierre de Abril de 1945, cuando se derrumba Berlín; surgen varias consecuencias provocando una voltereta total al curso de la historia moderna. En primer término se derrumba el colonialismo y la idea de la fenecida Sociedad de las Naciones renace para dar origen a las Naciones Unidas. Ante este proceso de reformulación de las relaciones internacionales y la reflexión sobre los motivos de la guerra, la inquietud intelectual de las sociedades sufre un sacudón y nacen por toda parte y lugar entidades de carácter multinacional, generando presiones a través de congresos, foros y publicaciones donde se discute el papel de la libertad del hombre, las crueles condiciones infrahumanas de vida de vastas regiones del mundo y cada conclusión apunta en profundidad a una raíz y fundamento: LA EDUCACIÓN.
Entre tanto los medios impresos han cobrado un desarrollo insospechado, las redes eléctricas llegan a los sitios más apartados, la radio y el portentoso nuevo invento de la televisión generan frondosos brotes críticos acerca del poder de la información; su capacidad de instruir y educar, tanto como la de alienar y deformar, la necesidad de reformular los procesos educativos y con ellos volcarse sobre el educador tradicional y sus moldes para erradicar una concepción vetusta y casi inalterada durante tantos cambios históricos. El antiguo educador se ha convertido en casi una rémora, su concepción del trabajo educativo y los medios desarrollados se mantiene atrapada en conceptos obsoletos con variaciones de muy poca monta si se le compara con el vuelco vertiginoso de las sociedades en otros órdenes del quehacer humano. Readecuar el papel docente es ineludible, el rol de la escuela y sus viejas formas de acción está cuestionado. Urge transformar el aula, al docente y a los instrumentos educativos, para formar ciudadanos más libres, mejor armados para asumir los retos del dinámico acontecer moder, donde se ve con asombro cómo la brecha socioeconómica entre unos pocos países de vanguardia y el resto del mundo se acrecienta año tras año.
Se suman tantas voces al coro por una transformación educativa que del seno que desde el consejo económico y social para el desarrollo de las ciencias, las artes y la educación (UNESCO) se convoca una conferencia mundial de donde habrá de brotar el nuevo concepto del papel de la escuela, del docente y la educación en general. Hay un terreno suficiente abonado y fértil para que florezca con prontitud e irradie nuevos frutos. Ocho intelectuales de mundo entero, escogidos entre notables pensadores de todos los continentes, reunidos en comité especial de trabajo, redactan el nuevo cánon para darle forma a la escuela y educación del futuro. En 1.972 se edita el resultado de ese trabajo que la UNESCO da a conocer en forma de libro. “Aprender a Ser” se convierte en un bestseller mundial. Hombres de letras y dedicados al pensamiento creativo proveniente de todas las culturas, acogen sus preceptos, glosan sus aportes, difunden las ideas de sus páginas. No se educará más para la obtención del conocimiento de una ciencia en particular, una técnica o un arte. Se educará para vivir y convivir, para “SER” en el sentido más amplio de la palabra y la concepción que implica. Se derrumba primero la escala de tiempo del aprendizaje. No se aprenderá solo durante un determinado lapso de tiempo. El hombre puede y debe aprender a lo largo de toda su vida y aprender no solo informándose, acumulando y asimilando técnicas, saberes y habilidades, sino también formas de convivencia en solidaridad y libertad, tolerancia y ecumenismo existencial.
Se expande la aplicación del concepto de aprender haciendo, creando, construyendo, realizando cosas, practicando habilidades y adquiriendo capacitaciones. Esta forma conceptual debe introducirse en todas las formas de articular y estructurar un proceso de enseñanza. Y lógicamente será necesario construir un nuevo docente, menos dogmático, más fluido en su concepto de las formas, participativo y sinérgico con su audiencia educativa. El vuelco conceptual requiere ser asimilado pero es tan fuerte y de tanto impacto su aparición e influencia que finalizando el siglo XX a más de 30 años después de su nacimiento, en época de tan vertiginosos cambios, donde modas, mitos y tendencias aparecen y desaparecen en meses, aprender a ser sigue generando cambios y transformaciones,pero sus auspiciantes en las Naciones Unidas comienzan a dudar de sus aplicaciones y sospechan que afincandose en sus conceptos las nuevas estrategias y políticas educativas están siendo dominadas por el mercado dejando un tanto de lado el nuevo humanismo …
Continuará…
Pedro J. Lozada