Actualmente la fotografía y el video son medios primarios instantáneos al momento de interpretar toda realidad subyacente a la vida cotidiana común, porque es por medio de pixeles que se conoce las opiniones y posturas dominantes del momento, donde la política queda envuelta como un eje más cuyas corrientes de pensamiento terminan esparcidas en los espacios que la Mass Media permite. Siendo aquí las redes sociales la principal punta de lanza para el consumo masivo de contenidos diversos, que a su vez son ponderados por algoritmos muy vulnerables ante las campañas de odio que terceros inescrupulosos financian para sus intereses, dejando el scroll individualizado de cada plataforma social a merced del realismo inventado.
Asimismo, la burbuja digital que bordea Venezuela está sujeta a diferentes afectaciones donde el sistema autoritario dominante maneja muy bien sus fichas, porque programas bien difundidos como el mazo son una fuente inagotable de contenidos para los trolls que se alimentan del odio y la desesperanza. De igual forma, el fiscal es cabeza visible del entramado institucional del Estado que ejecuta su poder según las tendencias de las redes, lo cual posiciona al sistema en superioridad dejando poco espacio para el pensamiento crítico; que termina diluido dejando la política atrapada entre la espada y la pared.
Es por ello, que debe surgir una propuesta para alterar este círculo vicioso y que los espacios naturales de la política revivan para que el contenido verídico difundido en las redes sea solo el que emane del accionar político real, cuya existencia pasa por la generación de ideas en torno al poder y sus complejidades. Porque el atasco actual del país deviene de muchos factores, a los cuales el mundo digital les es transversal lo que obliga a repensar cómo combatimos los efectos adversos de una tecnología creada para su disfrute y no precisamente en detrimento de nuestra existencia.
En resumen, la vulnerabilidad actual padecida por la ciudadanía viene implícita en la realidad líquida, que no permite el afianzamiento de posturas a lo largo del tiempo dejando como resultado la constante imposición de actitudes casi ideológicas que condicionan toda actuación dentro de un rango aprobatorio. Siendo en nuestro caso el accionar político un terreno muy fangoso donde se presentan muy limitados los cursos de acción a seguir, porque las redes sociales son un tribunal disciplinario implacable presidido por el anonimato quien es juez y sentencia según los odios que miden la pureza en el mundo de los algoritmos.
Finalmente, para un modus vivendi concertado entre la política y lo digital es necesario pasar de los influencer a los canales formales, porque una institución se afianza según unos valores y su accionar responde teniendo como base una normativa que si bien en el mundo formal no deviene del odio como sí ocurre en el mundo digital, por ello los partidos políticos venezolanos de la alternativa democrática deben tener muy en segundo plano su accionar digital; siendo sus cuentas en redes sociales unas carteleras digitales donde se deje constancia de cómo lo formal es capaz de construir en pro de unos valores compartidos.
Eduin Adjunta
@adjunta90