El presidente en control territorial de la República de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, declaró que la mesa de negociación establecida en México bajo mediación del Reino de Noruega, entre su gobierno y la oposición democrática venezolana, quedaba suspendida debido al incumplimiento del acuerdo de destinar más tres mil millones de dólares de depósitos venezolanos en el exterior para atender problemas humanitarios del país, en educación, alimentación, agua y electricidad.
Al respecto es imperativo señalar que este dinero venezolano en el exterior no estaba bajo dominio ni del gobierno de Estados Unidos ni del Gobierno Interino, ni de la Asamblea Nacional electa en el 2015 y reconocida como legítima por varios países, incluido Estados Unidos. Al respecto de seguida explicamos.
Activos que estaban congelados debido a acciones de recuperación que realizará del fenecido Gobierno Interino, disuelto dentro de polémicas aún vigentes, se salvaron de la garra depredadora del oficialismo y ahora podrán ser invertidos sin que sean tocados por los acreedores del gobierno, por un lado, y por el otro, que su administración no estará a cargo de la mano inescrupulosa del régimen, pues será la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la que se encargará de ello.
El volumen de este fondo es de miles de millones de dólares que tienen como origen las incautaciones que se realizaron debido a su origen que deviene de la magna corrupción que ha azotado a nuestro país y que se localizaron en su mayoría debido a gestiones y peticiones del disuelto Gobierno de Transición. Debido a esta disolución no quedó en Venezuela interlocutor válido para disponer de estos activos, por lo cual quedaron congelados en las instituciones financieras. Además de la voracidad del gobierno existía otro peligro para este fondo: los acreedores de la deuda que mantiene el gobierno y que podrían satisfacer sus acreencias cobrándose con ellos.
Este peligro también cesó al ordenar el gobierno de Estados Unidos en reciente medida, que los fondos en cuestión no podrían ser objeto de cobro para satisfacer las deudas que mantiene el gobierno con sus acreedores. Salvados estos dos escollos: que las sumas congeladas no caerán en las manos corruptas del gobierno, así como tampoco en la de sus acreedores, hace posible que se destine, sin peligro alguno, para fines humanitarios a través de los cuales se realizarán proyectos de educación, salud, electricidad, agua potable para paliar por lo menos parcialmente la grave situación de crisis de sobrevivencia que vive nuestra población.
Por otra parte, el descongelar y activar el fondo para fines humanitarios fue uno de los puntos del último acuerdo que el gobierno y la oposición democrática convinieron. Pero resulta que luego el gobierno de Maduro al observar el retraso en la organización de este fondo, por limitaciones legales precisamente dirigidos a la protección de los dos peligros referidos que lo acechaban, adujo que esto rompía el acuerdo general que contemplaba la realización de elecciones presidenciales con garantías mínimas, aun cuando lo firmado no vinculaba ambos acuerdos. La respuesta es insólita, pues efectivamente los fondos están listos para invertirlo en lo que se convino y en segundo lugar, tal amenaza de impedir unas elecciones libres y democráticas tal como lo establece la Constitución, es propio de un régimen tiránico.
Con la medida legal del Gobierno de estados Unidos de darle protección al dinero que irá al Fondo de Ayuda Humanitaria, Maduro queda sin ninguna excusa y está obligado a reanudar las gestiones de la mesa de negociación en México, so pena de quedar en berlina ante los países democráticos del mundo incluidos los de América Latina donde gobiernan presidentes de izquierda y supuestamente afines ideológicamente al suyo, con lo cual sus bases de sustentación interna se debilitaría gravemente. Queda pues Nicolás Maduro a la intemperie para negarse a la continuación de las negociaciones en México. Toda la población espera su respuesta teniendo pocas opciones razonables de ir contra la corriente.
Jorge Rosell y Jorge Euclides Ramírez