Si alguien sabe de ésas andanzas después de los judíos y el bíblico errante, ese es el venezolano. Todo comenzaría hace 209 años, cuando un José Tomas Boves, interpretando un sentimiento de odios y venganzas saciara sus oscuros resentimientos para tomar de aquellos, una tormenta de sangre que se repetirían en la mal llamada «guerra federal» ¡Igualdad! Fue una y otra vez la chispa que encendería la pradera. Un Boves resentido, visto por el psiquiatra Franco Herrera Luque y novelada su vida en «Boves el urogallo» nos lo muestra, como una «personalidad psicopática incluida en el capítulo paranoides sanitarios» ¿y que se podía esperar de él? Por eso se burla del rey, del clero, del linaje, continúa Herrera Luque «desencadenando una neurosis colectiva».
Dos siglos después Hugo Chávez Frías, interpretando el descontento de un pueblo, ante la ineficacia de la democracia y las corruptelas de cierta dirigencia a fuerzas de plomo, pretendió tomar el poder «Por eso nos alzamos» que después, con las armas cívicas lo alcanzaría con el mismo discurso disociador de la sociedad en tiempos de Boves: “Patria, Socialismo o Muerte«… «con Chávez todo sin Chávez plomo«… ¡Escuálidos…¡ exprópiese…y la persecución comenzaría con la «Lista Tascon», el despido de 20.000 empleados de PDVSA hasta alcanzar un número no menor, de siete millones de familias venezolana exponiéndose sus vidas por los intrincados caminos de la inmigración, respuesta ¿al cómo y porqué se destruye una nación?
Así llegamos al 2005 y el 2008 y un divulgado informe señala que…. “numerosos empresarios salieron del país a causa de la persecución política y la nacionalización de empresas industriales y agropecuarias; el 2015, fue más notorio entre la clase media, a causa de la crisis económica que enfrentaba Venezuela, siendo 697.562 venezolanos que salieron al exterior, lo que representa el 2,3 % de la población total; para el año 2017 pasó a tener casi 5,4 % de la población del país, alrededor de 1,42 millones de personas. En el año 2018, al entrar el país en una hiperinflación, se vio un aumento a 2,3 millones de venezolanos que salieron del país, que aproximadamente representan el 7 % de la población nacional. Estos periodos han sido clasificados por algunos autores como las cinco oleadas migratorias venezolanas»
Raza, nación y modernidad en la novela «Boves el urogallo«, de Francisco Herrera Luque, es un ensayo de Milton Quero Arévalo (Revista de Artes y Humanidades, Volumen 11 Nº 2 Mayo-Agosto 2010) donde sostiene que «La visión que nos da la obra es la de una Venezuela dividida por las absurdas diferencias de clase»…. “Boves es un ser salvaje que destruye el mundo civilizado con una facilidad impresionante, lo cual nos habla de su fragilidad, fragilidad esta que viene dada por su artificialidad. Por eso es que siempre, en cada pueblo o caserío que toma, el caudillo quiere imponer sus valores. Primero observa a los mantuanos en sus bailes, luego impone el suyo, el del pueblo al que él pertenece: – Fuera esos músicos pendejos… y que toquen los míos; para que baile mi gente. ¡A ver maestro! Que me toquen el Piquirico. La tonada gachupina, alegre, sacudió la sala….y la historia se repite y nadie mejor puede interpretar aquellas oleadas, que esa gran barquisimetana, Alicia Álamo Bartolomé en un artículo suyo. (El Impulso, mayo 17 de 2023)
«Rafael Cadenas es un oasis en desierto de la Venezuela actual, maltratada por regímenes dictatoriales populistas, ladrones y desposeída de millones de hijos valiosos que han emigrado en busca de en alto nuestra nación en la diáspora, pero él está aquí, junto a nuestro drama»…
Crisis migratoria venezolana, o crisis de refugiados, es una crisis humanitaria provocada por los resentimientos y venganzas de Boves, hoy aunados a complicidades y corrupciones como nunca antes conociera la República con un agravante, para nuestros inmigrantes no hay discurso político, salvo el llamado a votar en unas primarias, cuyos participantes, tampoco tienen discurso para sus familiares, porque en el fondo son rehenes. ¿Entonces, qué hacer en este mar de lágrimas? ¿Que Dios nos agarre confesados?
Jorge Ramos Guerra