Con el servicio de gas ocurre algo similar al del agua. Existen en abundancia en el país pero no llegan con la debida eficacia a la población que paga por los mismos. Ello pese a que Venezuela se encuentra entre los pocos países privilegiados del mundo por sus inmensas reservas de esa energía natural.
Durante la llamada Cuarta República su mercadeo estuvo en manos de la empresa privada con la característica de que funcionaba eficientemente. Un despacho a veces tardaba menos de 24 horas para llegar al cliente. Una evidencia de excelente gerencia empresarial. Sus precios módicos y de acuerdo al movimiento del dólar que en la democracia liberal giró en torno a los bolívares 4,30 y 7,00, evidencia del alto poder adquisitivo de nuestra moneda única entonces en América Latina.
Bastó la llegada del socialismo del siglo XXI en febrero de 1999 para que esa prosperidad y progreso desaparecieran. Hoy el servicio de gas es una verdadera calamidad para el usuario como consecuencia de la concepción estatista del régimen militarista que hoy impera en Venezuela y desgracia de sus heroicos habitantes.
Hoy padecemos la prolongada ausencia del mismo producto de la destrucción de la industria petrolera con PDVSA a la cabeza. Cuando llega tarda igualmente considerable tiempo lo que priva del producto al consumidor. Ahora es cada varios meses para hacerse de una bombona. Pero lo cobran cada vez a un precio inflado, es decir, exagerado.
Anteriormente la entrega de la bombona la hacían en las casas u otros lugares los trabajadores de la empresa a la cual estaba suscrito el cliente. Hoy debe hacerse de la misma con su traslado a un determinado sitio del sector donde habita lo cual es signo de desmejoramiento del servicio. Igualmente tiene que soportar las groserías de manzaneros y manzaneras que exigen con la rapidez de un rayo su retiro.
La cosa se complica con las irregularidades del socialismo del siglo XXI. Ahora hay que pagar 10 bolívares extra por la bombona para la comida del repartidor y el flete que inevitablemente despierta suspicacias.
Necesario precisar que no es problema del usuario si los trabajadores de esa empresa surtidora comen o no. Eso es competencia de la misma. Un hecho que pone entre dicho las justas relaciones obrero-patronales y la capacidad gerencial de sus directivos. Cada usuario paga por el servicio a precio de dólar para que también le agreguen ese concepto. Si de solidaridad se trata es la empresa la que debe dar el ejemplo con sus trabajadores. ¿Dónde está el pregonado obrerismo del régimen? Esta es una evidencia de sobreexplotación de la fuerza de trabajo que no compensa a la empresa más desprecio de ese estrato social. Otra manifestación del socialismo salvaje, la otra cara del neoliberalismo salvaje.
Es cuestión de echarle lápiz o calculadora al ingreso de 10 bolívares por bombona a partir de una comunidad de las muchas que existen en Barquisimeto y el resto del estado Lara. En bolívares y dólares es una cantidad cuantiosa cuyo manejo y destino se desconoce más que no presentan cuentas en ejercicio de la supervisión social, por aquello de que “cuentas claras conservan amigos”.
También la identificación de las bombonas con nombre, apellido, cédula y dirección pues de lo contrario se corre el riesgo de su desaparición, por no decir robo, durante el lapso del traslado y permanencia en la sede de la empresa para el llenado. Eso no ocurría antes de la llegada del socialismo del siglo XXI. Ahora el consumidor afronta la preocupación de cuál será el destino de la bombona.
Cuando de operativos especiales de venta se trata la empresa estatal muestra sus garras despiadadas para la especulación al aumentar el precio de las bombonas. Así pues, actualmente a una bombona de 35 bolívares le suben su valor a 190 bolívares sin ton ni son. Estamos ante el más inhumano socialismo salvaje, negador de la democracia proletaria que leímos en los clásicos del marxismo leninismo. Acaso es esa la cacareada economía solidaria contraria al mercado.
Este servicio de gas no es ni la sombra del existente durante la Cuarta República. El actual carece de eficiencia, rapidez y calidad. Hoy es una verdadera tragedia su adquisición en lugar de satisfacción al hacer una compra. Un hecho que está muy lejos de lo planteado por Marx de vivir en el reino de la felicidad en lugar de la necesidad. La más olímpica negación de la libertad del hombre, aunque parezca una exageración.
Freddy Torrealba Z.
Twitter:@freddytorreal11