Cuando oigo hablar de paz en Venezuela de la boca del presidente, gobernantes y opositores, no voy a decir que me causa risa, por cuanto la situación del país es muy seria, no es para reírse. De hecho, gobierno y “oposición” ya son “uña y sucio” como se dice en nuestro país y me disculpan la expresión. Pero la desfachatez es tan grande y descarada de ambas partes que no hay palabras para calificarla. La política stalinista bajo la cual estamos viviendo “muestra” una paz ciudadana a pesar de las movilizaciones de los educadores principalmente, pero hay una amenaza de violencia latente. Por ello andamos en la búsqueda de una paz que no viene del ser humano.
Seguramente tanto gobernantes como opositores con las elecciones que se avecinan concluyen que es la medida perfecta para traer paz a los venezolanos. Un asunto que no lo cree casi nadie. Por cuanto estamos convencidos que será más de lo mismo. Un proceso para perpetuar los beneficios materiales de ambos sectores políticos que hoy, con evidencia se están dando la mano.
Por ello, me es inevitable pensar en aquel célebre acontecimiento histórico conocido como “Pax Romana” Este hecho, no es otra cosa que el acto mediante el cual, por medio de la fuerza, Roma ejerció el poder absoluto sobre el mundo conocido, logrando una especie de paz. La verdad, no se conoce todavía un precedente que pueda compararse a la cantidad de pueblos que en torno al mar Mediterráneo consiguió unir el Imperio Romano. Aunque fueron muchas las civilizaciones que persiguieron tal hazaña, que representaba nada menos que la conquista del centro del mundo, ninguna más lo consiguió. Así que la Paz Romana se fundamentó en la violencia. ¿Cómo les parece?
Sin embargo, Dios está al control de la historia y cuando permite que las cosas sucedan por malas o feas que nos parezcan tiene un propósito que no es otro que ofrecer la Salvación del hombre habitante de la Tierra. Las enseñanzas que nosotros podemos sacar de este hecho histórico llamada la Pax Romana son variadas y muy concretas. 1º.- Definitivamente Dios demuestra que está al control de los acontecimientos mundiales, por cuanto esta Paz era necesaria por la inminente llegada del Mesías Salvador y para que se difundiera el Evangelio por todo el mundo. 2do – La fuerza avasallante de los primeros cristianos nunca se ocupó del problema de opresión política por cuanto descubrieron que el mensaje de Salvación era del pecado. Y tenía que llegarle a toda lengua, tribu, pueblo y nación, por lo cual eran verdaderamente felices ocupados en la predicación del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Mis apreciados, curiosamente, la violencia como estrategia aplicada por Roma para mantener la paz no se sostuvo. La debacle del Imperio Romano sostenido por la opresión, hizo implosión, y su destrucción surgió desde sus mismas entrañas. Lo que demuestra nuevamente la presencia de la mano de Dios. Y que todo gobierno que vive de la miseria de sus habitantes también puede implosionar. Cualquier parecido con la realidad que vivimos no es mera coincidencia.
Podemos observar entonces, claramente, en este período histórico, un encuentro muy interesante entre la Pax Romana y la Paz de Cristo. Una, que se impuso por la violencia, que llenó de agresividad a los gobernantes y de odio y resentimiento a los gobernados, hasta el punto de surgir en el seno del pueblo de Dios grupos que actuaban para derrocar el gobierno imperial. Y otra, la que viene de nuestro Señor Jesucristo. La verdadera, la que define el mismo Dios. Y que el cristiano parece haber olvidado «La paz os dejo, mi paz os doy. Os la doy, no como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Juan 14:27. “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4: 7) Esa es que hoy sigue conquistando corazones por violentos que sean. Cambiando vidas sean del grupo político que sea. Sigue manteniendo corazones alegres hasta en las peores circunstancias que se presenten. Y que nos toca, a nosotros los cristianos, ofrendar a nuestros semejantes.
¡Hasta el próximo artículo que viene Dios mediante por la WEB!
William Amaro Gutiérrez