“La verdad es mejor callarla
… que traicionarla.”
Jean Paul
“El hombre, en su orgullo,
…creó a Dios su imagen y semejanza.”
Nietzsche
“El primer arte que deben aprender los que aspiran al poder
es el de ser capaces de soportar el odio.”
“La ira: un ácido que puede hacer más daño al recipiente en la que se almacena
que en cualquier cosa sobre la que se vierte.”
“Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un hombre agradecido
que vale la pena arriesgarse a hacer un ingrato.”
Séneca
“No hay refugio de la memoria y el remordimiento en este mundo.
Los espíritus de nuestras tonterías nos persiguen, con o sin arrepentimiento.”
Gilbert Parker
“…La escritura nos ha hecho más hábiles para comprender cuando debemos detenernos,
Y quien no sabe detenerse, es analfabeto, aunque ande en cuatro ruedas”
“Hoy los libros son nuestros viejos. No nos damos cuenta, pero nuestra riqueza respecto del analfabeto
…(o el alfabeto, que no lee)… es qué él vivirá solo su vida, mientras nosotros hemos vivido muchas”
Umberto Eco
“El inconsciente es el garante de nuestros objetivos.”
“Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma.”
Carl Jung
- Prefacio
De noche, los bichos parecían de asueto. Había sudado la gorda recordando lo sucedido. En la cama, la funda corría el velo de mi agitación. Un sahumerio que sudas cuando la presión es autónoma. Sudas el brío y el prontuario del recuerdo. Allí estaba en mitad de un ámbito que en la vida imaginé tener que salirle al encuentro. Las memorias cual rocín desbocado y sin brida, iban y venían. Mamá seguía vigente con razones de prestancia, pulcritud y decencia, sustanciales si se trata de gracia y sin duda aquello de pretender siempre ser la mejor versión de sí mismo. Aprendí también de todo aquello que “lo perfecto es enemigo de lo bueno”.
- Sueño Inquieto
Me volví a dormir y creo que no dormí del todo. Tal vez me transporté a otra dimensión al modo Lobsang Rampa con su tercer ojo y el aura como mágic carpet, desde afuera del propio organismo desplazándome sobre la cabeza y el cuerpo para poder verme a mí mismo. Fue todo un vértigo revivir épocas donde todo parecía venirse abajo o estar patas arriba. Papá ya no podía tan a menudo ir a por los cachitos luego de un periplo sin empleo. Pippo prefería la ejecución que el entierro prematuro o el préstamo deshonroso. Todo un éxodo sin saber cómo se las arreglan los sueños para fusionar diferentes épocas como si fuera soplar y hacer botellas.
Para esa época Zio Morales llevaba más de una década finado, y los viejos andaban cada quien en su aureola nublando el sentido y sustituyendo ternura por reproche y hastío por confort. En el salón elegante del 7-B residencia Crillón la órbita era especifica. Todo giraba alrededor del sol de mamá y a la sombra de la atmosfera de papá. En la pared principal de nuestro apartamento, la danza de las horas, (doce figuras de porcelana), no facilitaban la hora y por supuesto tampoco bailaban nada. Era un preludio. Una instancia de canje. Dictaba que los cambios eran necesarios, pero no (inexcusablemente) para renovar y pasadas las fechas, perder, era más bien dividendo y ganar, más bien perdidas a la larga. Me suena a esa definición rigurosamente exacta de la recta: “una recta es una curva al infinito”. En esa época hippie del 75, los cabellos con rollete por tener pelo malo o crespo hacía calificarse como cabeza de bohío y el atuendo de pepa y bacteria con pantalón campana, marcaban la boga. Estaba claro que no había espejo que permitiera ver la repulsión de la vestimenta radiante y las camisetas o los jerséis atrayentes.
De tantas pepas estampadas, amén de millares de bacterias impresas, acabamos 50 años después con la guardia baja en una pandemia que le costó al mundo medio millón de vidas y casi seis mil en Venezuela, tierra que salió increíblemente bien parada si contamos USA, Italia, Brasil, India o China, y nada más porque a esta parte del mundo nadie viene ni a cobrar una herencia, luego que la Robolución ha encajado sus dientes en el poder y en el erario nacional por 5 lustros.
Una mañana de 1967 la peque Venecia tembló como nunca y lo hizo con más intensidad en la Urb. Los Palos Grandes donde cinco edificios se desplomaron como castillos de naipes. Desde San Cristóbal edo. Táchira, el seísmo nos alcanzó con todo su rugido de Godzilla y todo el animé que anega las comiquitas de la tv oriunda, hoy día.
El Terremoto de Caracas de 1967 fue un movimiento sísmico ocurrido en Venezuela que azotó a Caracas y el Litoral Central (La Guaira) el 29 de julio de 1967 a las 8:05 p.m., hora de Venezuela (UTC-4, en ese tiempo). Tuvo como epicentro el litoral central, a 20 km de Caracas, y duró 35 segs. El fenómeno físico afectó especialmente las zonas Altamira, Los Palos Grandes y el Litoral Central. Después del terremoto, siguieron réplicas de menor intensidad.
El Distrito Federal fue sacudido por un sismo de 6.5 a 6.7 en la escala de Richter con una duración de 35-55 segs. En Caracas dejó saldo de 2000 heridos y 236 muertos. Los daños materiales se calculan en 10 millones de dólares americanos. En el Hotel Tamá (de Conahotu a la sazón), San Cristóbal-Edo. Táchira un terremoto para un chico de apenas diez años, equivalía a lo peor y más espantoso… una sentencia de muerte inminente.
- Sueño en Interludio
Berger Bertensen Hansen, (supongo finado hoy) maître del hotel, tenía la responsabilidad de cuidarme mientras Papá viajaba a Caracas a resolver el suceso en el apartamento del Crillón. El nórdico me puso en cinto cuando vio que traté de huir botando de la cama donde pernoctaba a esas horas de la madrugada cuando empezó la réplica en gocho-landia. Se acercaba el amanecer porque los gallos cantaban su quiquiriquí, y mi corazón tenía su propio currucucú de paloma…
No recuerdo haberme pegado un sobresalto de tal magnitud en mi vida a no ser cuando vi morir a mamaíta frente a mis ojos, que entiendo hoy, fue más desesperación que miedo, pero ambas situaciones equidistantes en el tiempo terminaron sabe dios cómo carrizo en mi sueño con el mismo nivel de incredulidad y espanto. El maître dominó mi huida solo con darme una orden, pero si bien logró que no continuará con el pire a pie adónde fuera por el miedo a servir de lunch a Godzilla, me estuve arropado hasta la cabeza en un brete espeluznante de tembleque y lágrimas aguantadas, esperando una muerte horripilante masticado por un dinosaurio. Si bien no alcancé a recordar que pasó luego creo que quedé dormido de tanto apretar esfínteres lo más duro que pude, y rogarle a dios que me matara antes que el tirano-saurio. La idea de morir a dentelladas era uno de esos miedos inhumados en mi subconsciente.
El escandinavo, un vikingo de dos metros que tenía que levantar la visual para advertir el mentón, me miraba con afecto y pena al mismo tiempo. Como que le di lástima. ¿Y cómo no?, si para mí estaba en pleno parque Jurásico en un hotel fronterizo perdido en el fundillo del mundo. No hubo modo que el maître me dejara ni un segundo de pillar no vaya ser que saliera mandado y no tuviera como explicarle a su jefe que había extraviado a su hijo. La verdad, es que hizo muy bien. Si algo tenía y sigo teniendo, es una forma única de hacer lo que no se debe, aunque lo sepa.
En eso mi compañero de toda la vida Magoo servía de escudero en esas lides. En un viaje al fin del mundo, es decir, al estado fronterizo con Cúcuta donde los niños tiraban puñal con liga y robaban carteras como si fueran el gran Houdini, fuimos juntos de vacaciones al Hotel en una segunda vez. Ya pisábamos los trece, y el seísmo había quedado atrás como una opresión que tal vez se margine un día, pero ese día aún no tenía aristas donde arrinconarle. No se nos ocurrió mejor idea que hacernos guardias de la caseta de vigilancia del hotel en el acceso de entrada al final de una calleja en subida. Cocimos unas charreteras de mesero de restaurant en unas camisas de blue jean que compramos en Cúcuta y nos montamos palos de gancho en el cinto, como armas de orden. La fantasía, sabemos, no tiene impedimento en la juventud, aún soñadora, pretendiendo que la vida es una manguangua. Pues bien, no lo fue, no lo es, y no lo será, pero vivir siempre ha sido, es y será un privilegio insuperable, sea lo que sea o el que sea que se le haya ocurrido crear lo vivo y lo que no, sobre todo la vida inteligente, aunque pareciera que lo humano se especializa en no serlo.
Íbamos de ronda en torno a la pileta olímpica, a las campiñas vecinas abarrotadas de aves cantoras, sobre los pasadizos que traían a las bodegas de pasteles en la cocina del hotel 4 estrellas, unas milhojas de muerte lenta full de crema repostera y crujientes como hojaldre recién tostado. La vida desocupada se llena de milhojas crujientes. El encargado del inventario de alimentos había dado aviso de una fuga rara en los depósitos de hojaldres. Magoo y yo fuimos sospechosos del oprobio. Las manos empegostadas de masas viscosas, adhesivas y pegajosas como las cremas pasteleras nos delataban y no había coartada dados los viajes furtivos nocturnos a la cocina hasta la bodega con los dulces y pasteles para el carrito de postres del restaurant.
Luego de comernos varias pruebas del delito no hubo flagrancia, pero la barriga de pera iba in crescendo manifiestamente al pasar las jornadas. En la alberca olímpica de cincuenta m., acondicionada para dos trampolines de 1 m. y dos de 2 m., y dos plataformas, de 5 y 10 metros respectivamente abríamos la primera ronda de supervise hotelero como guardias autorizados para el menester.
- Sueño Vertiginoso
Varias situaciones inesperadas e históricas nos envolvieron sin darnos cuenta de nada de lo que subyacía tras esos escenarios precisos pero inadvertidos cruzando frente a las narices pre púberes. San Cristóbal y el Hotel Tamá fueron escenarios en diferentes épocas de nuestras vidas. Magoo y yo fuimos actores de reparto en aquellos tiempos de historia y memoria familiar. Inició el primer recorrido con un asunto inesperado. Justo al salir a las caminatas secretas para tomar milhojas de la cocina teníamos que tomar el ascensor para llegar a Planta Baja y sigilosos dirigir los pasos furtivos hasta el cuerpo del delito.
Esa vez fuimos en pijamas y descalzos, pero con medias puestas abrigando los sabañones de los pies. Apenas la puerta del elevador abrió brincamos raudos al interior del sube y baja y del techo húmedo del ascensor cayó un murciélago que por suerte se atascó justo en el espacio entre el ascensor y el acceso al mismo. Como era de esperarse el susto y lo inesperado hicieron lo suyo y salimos lanzados brincándole al vampiro con los dientes pelados tratando de (en la imaginación de un tierno como nosotros) chuparnos la poca sangre que todavía recorría las arterias del horror. Nos tardamos en recuperar el aliento y el color de nuestras mejillas pálidas del tremendo espanto.
Después de restituir el coraje al cuerpo, fuimos a visitar la nueva boîte que papá mandó a construir en una antecámara en la retaguardia de la mezzanina del hotel. El recinto fue bautizado (e inaugurado con la figura presente el día de apertura.) como “La Girondina” en honor al genio de la tauromaquia de aquellos tiempos, el maestro y gran matador de la historia venezolana de la novillada (y a mucha honra estuve, pero sin alcoholizar) César Girón., uno de los hermanos de la lidia criolla número uno de la nación que toreó mucho en el Nuevo Circo de Caracas entre otros cosos del país. Hijo de Carlos Girón y Esperanza Díaz, formaron parte de una humilde familia constituídas por los padres y 12 hermanos 5 de los cuales fueron Francisco (Curro Girón), Rafael, Efraín y Freddy y César quienes estuvieron ligados al mundo taurino como matadores de toros, creando la Dinastía Girón la más grande de la tauromaquia de la pequeña Venezia..
Y si mal no recuerdo Pippo se tomó unos tragos en el evento y le cayeron de la patada. El pobre viejo fue auxiliado por personal del hotel y llevado (para mala suerte nuestra) a la sal de contabilidad donde estábamos jugando con las máquinas de escribir (computadores de la época) del departamento de contabilidad al que entrábamos por la taquilla de pago que no poseía portilla. Los oímos llegar con el viejo en hombros y supongo mamá cerca, vomitando el alma-naque. Para suerte nuestra, esta vez nos consiguieron en fragancia, pero no nos hicieron caso, gracias a la pea involuntaria de Peppino quien no perdió la conciencia por muy poco. Como nota curiosa la boîte fue diseñada por el artista y decorador de interiores afamado y amigo familiar, Franco Bianchi y en el evento la orquesta invitada fue el popular grupo colombiano “Los corraleros del Majagual”.
Años después, Magoo y yo asistimos a la feria de San Sebastián, ahí sí estuvimos beodos al punto que a la salida de la corrida de toros chocamos por andar de ebrios simpáticos saludando unas gochas sabrosonas que venían saliendo de la corrida de toros muy coquetas en pleno meneo de curvas las que al parecer tenían demás y nosotros sin freno en la intercomunal. En realidad, teníamos freno de sobra, pero Magoo ni se acordó pues estaba hechizado por el rabo de la gocha que seguro montaba cuernos al que fuera con ese capó caudal grande que bien sería un fenómeno de esteatopigia. La gracia le costó un realero a Tía Teresina, quien le tocó pagar el entuerto y ser responsable de las ligerezas del querubín de su prole en la intercomunal de la capital Tachirense.
La corrida de toros por supuesto no pasó desapercibida y nos marcó cuando Magoo fuera de sí gritaba al matador indignado… ¡Torea un tigre huevón a ver cómo te queda el ojo!.
- Notas del Autor
La Girondina es un complejo de esculturas exteriores de bronce en homenaje al torero venezolano César Girón, ubicada en los terrenos de la plaza de toros de Maracay, Venezuela. El monumento es obra de Emilio Laíz Campos y consta de una réplica del torero iniciando el pase circular frente a la escultura de un toro herido por tres estacas y apodado Presumido. El título de la obra, «Girondina«, se debe al nombre del clásico modo que Girón se hacía girar durante el pase largo con la derecha.
La Maestranza de Maracay había recibido previo otra obra de Laíz Campos, una estatua del torero Manolete. Laíz Campos realizó otra estatua de Girón, de pie, que se encuentra ubicada en el patio de entrada de la histórica plaza Nuevo Circo, en la Parroquia San Agustín (Caracas).
MAFC