Con la salida forzosa y forzada de Juan Guaidó a Estados Unidos y su llegada como un mochilero mas al aeropuerto de Miami seguramente algunos líderes opositores sintieron que con este sacrificio ritual el monstruo de la vindicta nacional contra el Gobierno Interino quedaría saciado y purgada la culpa en cabeza de quien hasta hace poco fungía como Presidente Encargado de la República ,podía la oposición adentrarse en unas primarias para escoger un candidato único, deslastrada del repudio nacional que según las encuestas tiene esta instancia legal que en un momento tuvo apoyo de la mayoría de la sociedad venezolana y de unos cincuenta países inscritos en el sistema democrático.
Pero como la política venezolana se ha vuelto un torneo de malabarismos emocionales en el cual todas las ofertas, compromisos y acuerdos giran en el aire bajo la mirada expectante de un público que sabe de la imposibilidad que el espectáculo termine felizmente, nadie tiene seguridad de que las culpas que giran junto a los compromisos incumplidos algún día puedan ser perdonadas y por ello el purgatorio es la sala común donde convergen los ilusionistas del pasado y del presente.
Pero no es guillotina nueva el filo vengador de las culpas que contiene el poder. En Venezuela construimos un inmenso espejo donde mirar las torceduras reales e imaginarias de quienes se ganaron el apoyo popular y luego fueron hundidos en los tremendales del reproche y la descalificación moral. Hubiera preferido otra muerte dijo bajo el cadalso de la decepción quien hace poco fue resucitado al cumplir cien años de haber nacido. Se reivindicó su gestión como hombre público y hubo ditirambos para recordar sus dos períodos presidenciales, pero sus últimos años fueron un purgatorio signado por el enclaustramiento y el olvido.
Víctimas de este purgatorio nacional de puertas giratorias hay grandes personajes que continúan en escena pero con un público implacable que los acosa desde las redes sibilas o el silencio feroz de un cincuenta por ciento de población antipolítica. Ramos Allup. Leopoldo López, Capriles Radowsky, Henri Falcon, Julio Borges, Manuel Rosales, cada quien en su turno de ser amado fue luego odiado y aunque se mantienen como malabaristas de ilusiones, las fauces del desencanto los mantienen en la sala de purgas.
No señores, con el exilio de Juan Guaidó no culmina la penitencia del Gobierno Interino. Igual que con Capriles, Ramos Allup y Manuel Rosales, las decisiones culposas fueron colectivas, en los tres años de interinato también lo que se hizo fue producto del consenso. La única manera de conjurar a los demonios de las purgas es rompiendo el viejo espejo de las condenas y construir uno nuevo donde se reflejen los beneficios de cada iniciativa y así en balance tutelado por la tolerancia y solidaridad, determinar avances y conquistas dentro de este largo camino donde la única redención será cuando rescatemos la libertad.
Dios con nosotros.
Jorge Euclides Ramírez
