“Me voy a prepararles un lugar… Y ya saben el Camino para llegar al lugar donde Yo voy” (Jn 14, 1-12).” Esto dijo Jesús a sus Apóstoles la noche antes de morir.
Y el Camino del cual nos está hablando el Señor es precisamente nuestro camino al Cielo. Ahora bien, esto de llegar al Cielo es crucial, ¿no?
Y si es tan crucial deberíamos preguntarnos: ¿cómo es ese camino? ¿Sería plano o encumbrado, ancho o angosto, cómodo o peligroso, fácil o difícil? ¿Iríamos con carga o sin ella, con compañía o solos? ¿Con qué recursos contamos? ¿Tendremos un vehículo … y suficiente combustible? ¿Cómo es ese Camino? ¿Cómo es ese recorrido?
Vista la vida de Cristo, podemos respondernos algunas de esas preguntas: es un Camino encumbrado, pues vamos en ascenso hacia el Cielo.
Sobre si es ancho o angosto, Jesús ya lo había descrito con
anterioridad: “Ancho es el camino que conduce a la perdición y muchos entran por ahí; estrecho es el camino que conduce a la salvación, y son pocos los que dan con él” (Mt 7, 13-14).
¿Fácil o difícil? Por más difícil que sea, todo resulta fácil si nos entregamos a Dios. Así que ningún recorrido, por más difícil que parezca, realmente lo es, si lo hacemos en y con Dios.
Y es que Dios pone “casi todo” y nosotros ponemos “casi nada”. Pero ¡ojo! Dios no pone su “casi todo” si nosotros no ponemos nuestro “casi nada”.
Carga llevamos. Ya lo había dicho el Señor: “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga” (Lc 9, 23).
No vamos solos. No solamente vamos acompañados de todos aquéllos que buscan hacer la Voluntad del Padre, sino que Jesucristo mismo nos acompaña y nos guía en el Camino, y -como si fuera poco- nos ayuda a llevar nuestra carga.
¿Recursos? ¿Vehículos? ¿Combustible? Todos los que queramos están a nuestra disposición: son todas las gracias -infinitas, sin medida, constantes, y además, gratis -por eso se llaman gracias- que Dios nos da.
Y gracias da Dios a todos y cada uno de los que deseamos pasar por ese Camino que es Cristo y seguir ese Camino que Él nos muestra con su Vida y nos enseña con su Palabra: hacer en todo la Voluntad del Padre.
Pero veamos algo importante: Jesús nos dice que Él mismo es el Camino (“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”). ¿Qué significa este detalle? Significa que en todo debemos imitarlo a Él. Por eso debemos preguntarnos qué hizo Él.
Sabemos que durante su vida en la tierra Él hizo sólo la Voluntad del Padre. Y, en esencia, ése es el Camino: seguir sólo la Voluntad del Padre. Ese fue el Camino de Jesucristo. Ese es nuestro Camino.
¿Cómo saber cuál es la Voluntad de Dios para mí?
http://www.buenanueva.net/salvacion/7_5_8cSaber-voluntd.html
Isabel Vidal de Tenreiro