El tema del salario mínimo va más allá de una reivindicación sectorial, porque dicha demanda se ha convertido en un gran pulso dentro del sistema político que tiene la capacidad de ser transversal y adherir a todos los ciudadanos por encima de cualquier postura ideológica, lo cual obliga a su ponderación en momentos donde se inicia un debate de candidatos como alternativa al sistema dominante, cuyas propuestas aún se desconocen. Lejos de la correspondiente aplicación de justicia, los aspirantes al poder deben entender el círculo virtuoso que significa una justa remuneración para una ciudadanía empoderada, dueña de su propio destino como sin duda es la estirpe nuestra.
De igual forma, el panorama de baja remuneración actual solo va a seguir atrofiando el andamiaje gubernamental, ello dado que ninguna dependencia administrativa posee un recurso humano motivado en su función laboral, lo que se traduce en más caos donde la corrupción de unos pocos puede otorgar por un valor en divisas lo que el umbral de asombro permite. No puede ser una política de estabilidad cambiaria el asfixiar a la fuerza productiva del país, porque el gran empleador de Venezuela le queda grande el puesto como administrador de la nómina pública, aquí es válido el estribillo que reza que; zapatero a su zapato y la política para quienes están curtidos en dicha materia.
Por otra parte, se puede avizorar como los dirigentes sindicales serán una pieza clave para la estabilidad en el poder político, porque su terreno de acción se va convirtiendo en una necesidad imperante, cuya fuerza social va derivando en un valor con capacidad de generar adherentes en todos los escenarios posibles, lo cual obliga en cualquier curso de acción a quienes aspiren a ser clase política a redactar con su asesoría las líneas gruesas de la economía doméstica venezolana, que es una materia pendiente necesitada por el país el cual demanda mejores cláusulas ante un contrato social hoy percibido como letra muerta.
En resumen, el simulado capitalismo de Estado padecido en el país es una muestra clara de cómo la quietud social permite a los poderosos del sistema hacer de su fuerza laboral un gran negocio, porque si mantiene una remuneración muy baja para su recurso humano, sus utilidades serán mayores convirtiendo a su fuerza de trabajo en mano de obra barata, que se traduce en estructuras gubernamentales funcionales las cuales generan riquezas en impuestos y demás ingresos que son regalías para una camarilla descarada que es incompatible para la civilización posmoderna.
Finalmente, es propicio augurar que el movimiento sindical del país sigue fortalecido muy a pesar de no ver materializada parte de sus demandas por quien maneja el erario público nacional el cual, permanece obligado en el corto plazo a ceder ante organismos de prestigio como la OIT, institución que posee interlocutores válidos en Venezuela y que son precisamente unos curtidos en su materia. Un empleador que desconoce el poder social de unos trabajadores unidos bajo una causa común, es tan débil como una propaganda que se difunde en papel en medio de una tormenta.
Eduin Adjunta
@adjunta90