Es una humillación, una aberración. ¡Basta de tanto atropello!
El Presidente Nicolás Maduro decretó ajustes en el denominado “bono de guerra” que reciben los empleados públicos y en el bono de alimentación con criterio de “indexación”, pero no anunció un incremento del salario mínimo que se mantiene en 130 bolívares mensuales, equivalente a 5,25 dólares a tasa oficial.
Otra burla más.
La indignación de los trabajadores venezolanos se multiplica mientras que millones de jubilados y pensionados siguen marginados y abandonados.
No hubo aumento, solo el cuento repetido de la guerra económica que una vez más es la muralla con la que el régimen abofetea a los venezolanos. La única guerra es la que da la familia cada día para resistir el hambre.
Los anuncios de Maduro son el colmo del descaro por la sangre fría como lo dijo: “Hemos estado luchando con un bono de guerra, haciendo más con lo que tenemos (…) yo he venido madurando cómo mejorar los ingresos en el transcurso de estos meses hasta que podamos tener la fortaleza financiera y dar un golpe definitivo en la recuperación del salario del trabajador venezolano”.
Su descaro lo anexa a la falta de recursos, al estribillo de las sanciones de la comunidad internacional y a la trama de corrupción en la estatal PDVSA. Es decir, ahora si hay corrupción en PDVSA y esa es la responsable de todo.
Sin embargo se cubre con esta perla: “Estamos luchando para que los venezolanos tengan un buen salario”.
¡Qué cinismo, mentiroso, cruel!
El cinismo es un modo de hacer frente a la vida, una sabiduría práctica basada en una forma de pensar crítica, subversiva y totalmente revulsiva frente a los sistemas sociales vigentes y las convenciones que vayan en contra de una cierta idea de la vida en libertad y en naturaleza.
Los cínicos expresaban los intereses de los sectores democráticos de la sociedad esclavista. Consideraban que la base de la felicidad y la virtud eran el menosprecio de las normas sociales y la renuncia a la riqueza, la gloria y los placeres sensitivos.
El nuevo sueldo mínimo mensual es relativo al costo de un plato navideño para una persona.
Lo que está haciendo este gobierno no aparece en ningún manual de economía. El ajuste es de pobreza y la única opción que le están dejando al venezolano es la migración porque muchos más, a falta de sueldos dignos están arreglando sus papeles para seguir emprendiendo camino hacia otras latitudes.
Es el peor día del trabajador en toda la historia venezolana. La jornada no la ejecutó el gobierno para celebrar, se convocó para reclamar la destrucción del salario y la calidad de vida de toda la ciudadanía.
La dramática situación socio económica de los trabajadores venezolanos, fruto del monumental fracaso del socialismo del siglo XXI, hace que esta fecha tenga un significado especial: Estamos frente a un salto atrás, una regresión absoluta de los derechos básicos de los trabajadores.
Paradójicamente es en el gobierno de quien se autoproclamó como el “presidente obrero” que los trabajadores vieron destruir su salario y derechos laborales hasta el punto de un nuevo esclavismo.
En tiempos de la colonia los esclavos por lo menos tenían aseguradas las tres comidas diarias; ahora con el salario que paga la revolución no hay forma de cubrir ese requerimiento existencial.
Vivimos en un planeta maldito, contaminado por la presencia de satanás y sus ángeles, enemigos invisibles de la humanidad inscritos en el Partido Unido de Venezuela (PSUV), y Venezuela encabeza el desfile desde hace más de 20 años.
¿Qué más podría pasarnos?
Sólo nos queda que el fin no demore porque el presente no ofrece nada bueno.
¿Nos calaremos seis años más a Nicolás Maduro con el amo de su corte, el cínico Diosdado Cabello?
Es posible, por la maldición que pesa sobre la tierra.
Orlando Peñaloza
