Es verdaderamente lamentable ver como el patrimonio histórico del municipio Palavecino sucumbe ante la impericia y desidia de la administración pública y en este caso particular nos referimos al antiguo camino real de Tarabana, antigua vía que comunicaba desde Cabudare hasta Barquisimeto hace 200 años y por el cual incluso transitó el Libertador Simón Bolívar cuando visitó la hoy capital larense en 1821.
En este sendero se ubicaban algunas estructuras de gran importancia histórica y cultural, entre las cuales resalta o resaltaba la Capilla Las Mercedes, antigua estructura colonial que ha resistidos a los elementos pero que por el deterioro sufrido, no se garantiza siga en pie por mucho tiempo.
Al viejo camino real se accedía por la avenida Libertador de Cabudare, vía que hoy comunica a la urbanización Caminos de la Mendera y durante un tiempo estuvieron ubicadas en ese lugar las instalaciones del Aseo Urbano del municipio Palavecino. Por allí se llegaba igualmente al antiguo Central Tarabana, primitivo ingenio azucarero y culminaba el trayecto en el caserío Tarabana, antiguo poblado enclavado en el Valle del Turbio.
Hoy la antigua carretera es un paraje desolado y deprimente y los daños se aprecian desde que se inicia el trayecto a la altura de la entrada a la avenida Bolívar de Cabudare, antes de llegar al distribuidor Bellas Artes.
Tala de árboles y quema de basura no adornan precisamente la carretera antes de llegar a las instalaciones abandonadas que servía de estacionamiento y taller de las unidades que prestaban servicio de aseo urbano en el municipio Palavecino.
Al consultar al cronista de la parroquia Agua Viva, José Luis Sotillo, este refiere que ese espacio fue desocupado desde la gestión de la alcaldesa Mirna Víes y esas instalaciones fueron desmanteladas y llenas de chatarra y basura de todo tipo. Ese lugar en la actualidad es un foco de contaminación en pleno Valle del Turbio, lugar declarado como zona protectora.
Más allá se encuentran las ruinas del antiguo Central Tarabana. Se trata de un trapiche o ingenio azucarero de principios del siglo XX del cual se dijo en más de una oportunidad debía ser rescatado y convertido en una especie de museo o parque. Refiere José Sotillo que lo poco que queda de la antigua maquinaria ha sido desmantelada con sopletes y ya casi no queda nada de esa estructura que hoy se encuentra devorada por la maleza.
Al lado del Central Tarabana se ubica la capilla Las Mercedes, pequeño templo de estructura colonial que hoy sucumbe ante el descuido y las acciones vandálicas a pesar de su relevancia histórica y cultural.
La cerca de este recinto religioso fue parcialmente demolida para sustraerle la cerca de hierro, el techo está a punto de colapsar y en el interior las paredes fueron pintadas con irrespetuosos grafitis. A este espacio también se lo está tragando el monte y en cualquier momento podría ceder a los elementos y desaparecer, lo cual sería lamentable por el testimonio histórico que esa estructura guarda.
Culmina este triste recorrido en el caserío Tarabana. Este centro poblado que marcaba el fin del trayecto del lado de Cabudare antes de llegar al Río Turbio, fue abandonado por completo por sus habitantes y hoy es un pequeño pueblo fantasma que recuerda fielmente el título de la novela de Miguel Otero Silva, Casas Muertas.
Al ser consultado al respecto, el cronista de la parroquia Agua Viva, José Sotillo, señaló que luego de las expropiaciones y la situación generada por la pandemia, muchos de quienes allí vivían se quedaron sin sustento y decidieron emigrar y dejaron a su suerte viviendas y negocios.
Hasta no hace mucho ese era un rincón en el que el tiempo parecía haberse detenido, con sus pintorescas casitas con paredes de adobe y techos de teja. En uno de los tantos proyectos presentados hace más de dos décadas, se consideró hacer de ese caserío una especie de poblado turístico enclavado en la ruta que siguió el Libertador Simón Bolívar, tarea imposible de cumplir hoy porque la gente se fue y las casas se cayeron. Tarabana es un patrimonio histórico del municipio Palavecino condenado a desaparecer.