“…Hasta que no abandonemos esa forma irresponsable y destructiva de actuar, el país no podrá avanzar: todo es negativo, lo positivo lo borramos y así vamos creamos nuestra historia. La calumnia es una vorágine que destruye la verdad, el agujero negro que arruina vidas inocentes, diferente es la denuncia pública y valiente, propuesta y acompañada de pruebas inequívocas en apoyo de lo que se sostiene…”
Jorge Puigbó
Un título largo para un artículo corto. Nos referiremos en este caso a la ingratitud con el liderazgo político lo cual habla muchas veces de inmadurez, del ejercicio de la mortal antipolítica, de la precipitación en los juicios, del asumir el papel de tonto útil plegándose y repitiendo consignas creadas por el mismo régimen que se quiere combatir. Solo se ha conseguido dilatar el tiempo necesario para que Venezuela pudiere optar por un gobierno democrático y comenzar un proceso que, algunos por su complejidad, se atreven a compararlo con la refundación del país. Cada quien tendrá que hacer su propio examen de conciencia y asumir que, cuando llamamos ladrón o corrupto a alguien, ni siquiera tenemos la más mínima idea acerca de la veracidad de lo que decimos. Es decir, no solo mentimos a los demás al decir algo que no nos consta, sino que nos mentimos y degradamos, al repetir algo que oímos o leímos, generalmente dicho por alguien a quien no conocemos y quien igualmente miente. Hasta que no abandonemos esa forma irresponsable y destructiva de actuar, el país no podrá avanzar: todo es negativo, lo positivo lo borramos y así vamos creamos nuestra historia. La calumnia es una vorágine que destruye la verdad, el agujero negro que arruina vidas inocentes, diferente es la denuncia pública y valiente, propuesta y acompañada de pruebas inequívocas en apoyo de lo que se sostiene.
Para poder siquiera plantearse el retorno a la democracia se debe tener una unidad clara de propósitos entre todos los que conforman la llamada oposición, cuestión que no está de ninguna forma clara. Es necesario un documento en el cual se determinen las líneas de acción y las coincidencias, de lo contrario es perder el tiempo y seguir tanteando en la oscuridad para ver si se acierta el camino. Un ejemplo claro de cómo los venezolanos conspiramos constantemente contra nuestras posibilidades lo encarna la actitud irracional que en estos días recayó sobre quien fuera presidente de este país, una persona que fue atacada físicamente, amenazada su familia, la cual recibió el apoyo del mundo democrático y logró constituirse en una esperanza para millones de venezolanos al lograr lo que nadie había conseguido: el apoyo internacional. Hoy miles de voces haciéndole el coro a la propaganda del gobierno repiten, como loros, improperios y hasta amenazas contra él. Nunca se dio la unidad total en torno al gobierno interino, nunca ha existido cohesión alguna, esto hay que decirlo porque fueron muchos los partidos que le dieron la espalda y los que abiertamente lo adversaron, amén de la oposición “pret-á-porter”, en castellano, confeccionada a la medida por el gobierno.
La vehemencia con la cual muchas veces nos expresamos está impulsada por nuestros deseos frustrados, por la desazón que sentimos al ver que pasa el tiempo y todo sigue igual, entonces, expresamos pensamientos que en el fondo de nosotros sabemos que no son verdad, no resisten análisis alguno y caemos en el juego de la desinformación. Todos los verdaderos opositores estamos inmersos en conseguir el mismo objetivo, debemos aprender a remar como equipo y sobre todo a descargar nuestra rabia en el enemigo, en denunciar la corrupción, los desfalcos, la represión. En un artículo escrito en noviembre del 2021 dijimos: “Lo primero es admitir y corregir nuestra tradicional y arraigada predisposición a la descalificación irresponsable de los líderes, intelectuales o políticos, basándonos generalmente en chismes, en cuentos, y sin que tengamos la menor idea de su veracidad, los trasmitimos y compartimos, sintiéndonos intelectualmente satisfechos, aunque estemos muy lejos de calzar los puntos de quienes desprestigiamos. Cualquier persona que sobresalga políticamente, es destrozada, la mayoría de las veces sin razón, triturada en los negros engranajes de la calumnia, la incomprensión y la maldad, cada vez más utilizados y multiplicados, mediante las redes sociales, donde reina la mentira con su disfraz de posverdad”.
A estas alturas del juego solo queda preguntarnos: ¿Quién lo dirige? ¿Quién es el manager?, si realmente existe uno, o seguimos como una “caimanera”. ¿Cuál es el líder que emerge en estos momentos? ¿Tiene alguno de los que pretenden asumir el liderazgo el arrastre suficiente? Si conseguimos una respuesta vamos bien encaminados y faltaría respondernos: ¿Cuánto tiempo le vamos a conceder antes de sacrificarlo en el altar de las calumnias y los irresponsables calificativos que inventamos los venezolanos? ¿Hasta cuándo vamos a repetir información falsa creada por el Gobierno o por la misma oposición de la oposición, colaborando con ellos? Ninguno de nosotros, si somos honestos, sabemos a ciencia cierta qué fue lo que sucedió con Guaidó, pero con la febril imaginación venezolana convertimos en realidad cualquier mentira que nos complazca, que nos guste. ¿Nos acordamos de Carlos Andrés? ¿De cómo el país entero lo repudió, haciéndose eco de un grupo de interesados que lo condenaron e iniciaron esta tragedia? Por ese camino no vamos a ninguna parte, yo por mis años es difícil que vea el final de un drama en el cual los protagonistas no saben quién es el enemigo y éste ríe y ríe, viendo pasar el tiempo, mientras ellos, confundidos, se caen a piedras.
Guaidó y el grupo que lo acompañaba consiguieron el apoyo de los EEUU y de la UE, que todavía se mantiene por una sola razón jurídica, sus actos poseían una cualidad incuestionable: la legitimidad del mandato, cuestión esta que parece, se quiere olvidar. Asimismo, volvemos a recalcar, nunca ha existido unión en la oposición y por tanto apoyo incondicional a las acciones, eso ha sido una gran farsa, ahora el único culpable es él, el que se expuso y lo golpearon. La desunión continúa y la traición de muchos venezolanos es más que evidente. Pareciera que todo lo hecho estos años no valió nada, todo se borró, vamos a comenzar de nuevo con otras personas, viejos conocidos todos, que, dentro de un tiempo, a lo mejor, cuando se nos antoje, amparados por cualquier rumor por absurdo y falso que sea, los defenestraremos, les daremos una patada por el trasero y que se mueran por pendejos. Solo basta recordar a Carlos Andrés, Caldera, Luis Herrera, Lusinchi, Rómulo, todos fueron etiquetados por la irracional antipolítica, fueron tachados de inútiles que no supieron cómo hacer las cosas y por eso estamos así, el venezolano siempre buscará un responsable de su desgracia. Somos tan emocionales y por tanto irracionales que, nos olvidamos de los verdaderos culpables, de aquellas ideologías amplificadoras del Estado centralizador; de aquellos militares que violaron sus juramentos y se alzaron en múltiples ocasiones contra la patria; de la intervención, en la subversión, de naciones extranjeras, adoradas por algunos. En tanto a Guaidó ya lo borramos y a Rafael Cadenas ni siquiera lo festejamos, el enemigo somos nosotros mismos: los venezolanos.
Jorge Puigbó