Con la misma calidez de tus palabras escribo esta nota. No sé dónde estés o donde te encuentres. Estoy seguro que tú, mi querida Beatrice, la leerás. Porque los seres especiales como tú, tienen siempre un lugar especial en este Universo, que sin precisarlo te fue reservado con la exclusividad de la habitabilidad perenne. En el Universo las cosas disfrutan de la eternidad. La finitud funciona únicamente en este pequeño globo habitable. En los cuerpos donde todavía no se ha generado la habitabilidad, las cosas son todas muy simples. La complejidad comienza con la habitabilidad y como se sabe hasta hoy, el único cuerpo habitado es éste desde donde escribo. No pienses que he perdido el hilo del discurso. La “lactoc” ha estado todo el tiempo dando saltos como si fuese una atleta, mejor, como si fuese ni más ni menos que un canguro. En realidad, esta máquina tiene sus años. Sólo los fabricantes conocen su vida útil. Una nueva, ni pensarlo, no hay recursos. El tiempo que se invierte en corregir sus “saltos” es verdaderamente impredecible. Me siento obligado a buscar una solución. Es todo un problema trabajar con una máquina tan caprichosa. No debo dejar sin terminar este trabajo. La solución es cargar con los problemas y seguir adelante hasta que termine este artículo. Me siento obligado a la constancia. Hay que ser insistente. ¡Qué vamos hacer! Bueno, Beatrice, mi complacencia es saber que te escribo. No todo lo que yo quisiera, pero sí lo que me ha permitido la bendita maquinita. Mi querida y recordada Beatrice. Satisfago mi deseo cuando lo que escribo se identifica con la amistad sincera que cultivamos. Te estimo y admiro. Hoy es día de nuestro hermoso idioma. Celebrémosle manteniéndole puro.
Carlos Mujica