Somos parte de la naturaleza. Las personas somos espíritu y voluntad, pero también naturaleza, nos recordó Benedicto XVI. Frecuentemente lo olvidamos, al tratarla como un objeto del cual podemos disponer ilimitadamente. El pasado sábado 22 de abril fue el Día Internacional de la Madre Tierra, conmemoración promovida por el senador norteamericano Gaylord Nelson para promover la conciencia sobre los temas que afectan a la casa común. Este planeta que es el hogar de todos, también de nuestros hijos y sus hijos y los hijos de sus hijos.
El medio ambiente nos transmite una queja del planeta. Millones de personas son impactadas y a este paso, cada vez lo serán más, así que no podemos considerarlo un problema más o menos ajeno, más o menos remoto. Es nuestro problema.
El cambio climático es verdad, no es una invención para escandalizarnos. Hay que asumirlo. La atmósfera se calienta velozmente. La quema de combustibles fósiles y la desaparición de bosques y selvas produce gases de efecto invernadero. Se impone una transición energética: energías renovables deben crecer en el mundo a un ritmo seis veces mayor para empezar a cumplir los acuerdos de París. Transición ambiental-climática, el crecimiento de la temperatura media del planeta debe mantenerse bajo los 2° centígrados y desarrollo sostenible.
Naciones Unidas viene insistiendo en el tema. Hay compromisos internacionales que no se están cumpliendo, en los cuales los países más poderosos “arrastran los pies”. Además, los indiscutibles efectos recesivos de la pandemia en la economía han implicado demora en el cumplimiento de los objetivos. En nuestro país las academias de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales y de la Ingeniería y el Hábitat, han estudiado con rigor y constancia la cuestión del cambio climático. Sus informes contienen recomendaciones de políticas públicas que las autoridades ejecutivas y legislativas tienen la responsabilidad de adelantar. En agricultura, ecosistemas terrestres, biodiversidad, ecosistemas marino-costeros y áreas protegidas, salud humana, áreas urbanas y transporte, institucionalidad en cambio climático y educación ambiental. En 2020, el Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro publicó Vida, Ambiente y Desarrollo Sostenible. Una visión Integral desde Venezuela, obra colectiva de expertos coordinada por la entonces Presidenta de la Comisión de Medio Ambiente de la Asamblea Nacional María Gabriela Hernández. En nuestra web www.fermintoro.org puede descargarse completo y gratis. Hay pues disponible información abundante, estudios, propuestas. La ausencia de ideas concretas no es excusa. Somos apenas un pequeño rincón del planeta, pero también es nuestra responsabilidad y no podemos eludirla ni ampararnos en la relativa pasividad de las naciones más influyentes.
Las evidencias de la ciencia nos ponen ante un desafío moral. La preocupación ambiental no sólo tiene bases científicas indiscutibles, es reclamo ético al referirse a nuestra conducta y sus secuelas. El Papa Francisco ha dictado la encíclica Laudato Sí sobre el cuidado de la casa común. También convocó el Sínodo de la Amazonía, copresidido por nuestro Cardenal Porras. Expresa así un continuado interés en los pontífices. Al comienzo citamos a su predecesor inmediato, pero ya en 1971 Pablo VI advertía acerca de una crisis ecológica que es “consecuencia dramática” de la “explotación inconsiderada de la naturaleza”. En 1979, 1991 y 2001, Juan Pablo II llamó a una “conversión ecológica global”, así como a comprometernos más con “salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana”. Se trata de la vida, ni más ni menos.
Ramón Guillermo Aveledo