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Luego de que se reportara un brote de paludismo en comunidades Indígenas de la Sierra de Perijá, en el estado Zulia, Radio Fe y Alegría Noticias conversó con la infectóloga, Patricia Valenzuela, quien afirmó que para erradicar esta enfermedad se necesita una estrategia sostenida en el tiempo.
“Entre el 2018 y 2019 hubo un aumento importante del número de casos de paludismo en Suramérica y la mitad de ellos eran diagnosticados en Venezuela. Estamos hablando que para ese momento se planteaban más de 250 mil casos de paludismo”, dijo Valenzuela este martes en el programa Háblame Bajito, en el marco del Día Mundial del Paludismo, destinado a educar y concientizar en la necesidad de prevenir para erradicar esta enfermedad.
“Se comenzó una estrategia para controlar el repunte, pero se atravesó la pandemia, lo cual dificultó la implementación del plan, sin embargo, ya para el 2021 se había logrado un descenso en el número de casos, por lo menos un del 13 %”, añadió.
Resaltó la importancia de que la estrategia se sostenga en el tiempo, de lo contrario puede ocurrir el mismo escenario del 2018-2019, cuando se dejaron de lado las campañas educativas y de prevención. “Todo eso trajo como consecuencia el aumento de los casos de malaria (como también se le conoce al paludismo) en Venezuela y en Suramérica. Hay que entender que este tipo de estrategias hay que mantenerlas en el tiempo”.
Asimismo, aseguró que según la Organización Panamericana de la Salud, han disminuido las muertes por paludismo.
Agregó que en el año 2019 se registraron 197 muertes a causa del paludismo en Suramérica y en 2021 esta cifra bajó a 120.
“Todavía hay que seguir trabajando para disminuir la brecha, pero se sabe que poniendo en práctica todas estas estrategias, la detección, diagnóstico, tratamiento e investigación, se puede llegar a paludismo cero”, indicó.
Estrategias que funcionaron
Venezuela fue un país donde estuvo controlado el paludismo gracias a la dedicación del doctor Arnaldo Gabaldón y su equipo de trabajo.
En un texto publicado por el portal web Prodavinci recuerda que para el año 1936 el paludismo era la principal causa de muerte en Venezuela.
Cuando se creó el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social en 1936, un tercio de la población estaba infectada y morían alrededor de 10 mil personas al año.
El Congreso (hoy Asamblea Nacional) promulgó la Ley de Defensa contra el Paludismo. Esa es la ley vigente más antigua del país.
El gobierno le encomendó al doctor Arnoldo Gabaldón la creación del primer servicio nacional antimalárico desde la Dirección Especial de Malariología. No había experiencia ni personal formado para acometer la tarea. Gabaldón tenía que construir una institución.
Había malaria en la costa, los valles de la cordillera, Guayana y Los Llanos, donde moría más gente de la que nacía. Los estados sin paludismo eran “islas” en un “mar malárico”, decía Gabaldón. Los médicos encontraban tres especies de Plasmodium en Venezuela: vivax, la más común en el mundo; falciparum, que puede causar la muerte; y malariae, la menos frecuente.
El enfermo palúdico se quedaba sin fuerzas, confinado a la cama. Las familias en el campo morían de hambre porque ningún miembro podía trabajar. La esperanza de vida promedio era de 37 años.
En uno de esos recorridos, un paciente le dijo al doctor Enrique Tejera, el primer ministro de Sanidad de Venezuela, que vivía en un pueblo de sangre aguada: clara, debilitada y sin cuerpo, después de que el Plasmodium destruía los glóbulos rojos.
Arnoldo Gabaldón, el héroe de bata blanca
A partir de 1945, Gabaldón roció las viviendas de zonas maláricas con dicloro difenil tricloroetano o DDT, un insecticida experimental fabricado en Estados Unidos.
Después de que el Anopheles (mosquito) pica, se posa en las paredes y orina la parte líquida de la sangre para perder peso y seguir volando. El DDT impregnaba las patas del mosquito, dañaba su sistema nervioso y lo aniquilaba.
Así cortaron un ciclo biológico milenario. La estrategia llevó la transmisión de malaria a mínimos históricos a finales de los cincuenta.
En 1961, la OMS certificó a Venezuela como el primer país en eliminar la malaria en un territorio mayor a 400 mil kilómetros cuadrados, antes que Estados Unidos, Europa y la Unión Soviética.
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