Abril es el mes del nacimiento y muerte del dictador alemán Adolfo Hitler (20-4-1889 – 30-4-1945) de quien son ampliamente conocidas sus facetas de político y militar, pero no así la del artista plástico que cobijaba su persona.
En su ocultamiento han influido los poderosos intereses políticos quizá por tratarse de uno de los peores criminales de la historia, autor intelectual del holocausto contra el pueblo judío.
Como estudiante siempre fue un desastre en la escuela de la cual se retiró a los 16 años aprobando únicamente la materia dibujo. Por ahí vienen posteriormente los tiros del pintor.
La condición de pintor de Hitler la han dividido los especialistas en historia y crítica de arte en dos etapas: 1.) Viena y 2.) Alemania.
El rechazo en Viena
Joven, en Viena, intentó en dos ocasiones ingresar a la Academia de Arte siendo rechazado. Por ese hecho Hitler culpa a un profesor judío. Con todo, los profesores llegaron a expresar de sus obras que tenía un talento natural para la arquitectura, equivalente al dibujo. Es el principio de su odio a ese pueblo que se acentúa con la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, por lo que responsabiliza a judíos y socialdemócratas.
Curiosamente, en Viena sobrevive de la venta de pinturas, dibujos y postales que adquieren en su mayoría judíos. Se vincula al ambiente bohemio y artístico de la capital austriaca a la espera de ser reconocido como pintor sin lograrlo. Pinta sin ninguna capacitación académica lo que evidencia su indeclinable interés y persistencia por el arte de las imágenes visuales. Todo indica que tenía una poderosa vocación por la pintura que no cede en ningún momento, pese al repudio de que fue objeto.
Durante la Primera Guerra Mundial, el futuro Führer carga entre sus pertenencias personales los instrumentos para pintar. Lo hace en los momentos de ocio con preferencia por casas rurales, paisajes, tanques de guerra destruidos y motivos caóticos.
El peso del realismo
El arte pictórico de Hitler es realista con cultivo del paisaje, flores, casas e inmuebles públicos. En sus creaciones no hay figuras humanas ni retratos, Ello es considerado como falta de interés por el hombre. Tenía una manifiesta aversión contra el arte abstraccionista surgido en Europa en las primeras décadas del siglo XX. Al mismo lo condena en nombre de su ideología del fascismo con una rígida moralidad. En este aspecto coincide con los comunistas soviéticos encabezados por José Stalin con quien establece un pacto de no agresión.
La ausencia de efigies humanas es como asomarse a la desolación en un cuadro pictórico aunque se trate del más cercano y cotidiano en que de alguna manera se hace presente el hombre. Eso se le atribuye a su falta de dominio de la figura humana para lo cual supuestamente era muy torpe. Sin embargo, en la obra sobre el Teatro de Viena se aprecian numerosas figuras humanas muy bien resueltas al margen del esbozo en que incurre en el mal dibujante y por supuesto también el mal pintor.
El cuadro que ilustra este trabajo, Iglesia de Ardoye, Flandes, carece de perspectiva o profundidad. Ello es una expresión de estática lo que hace pensar en sus negativos estados de ánimo que experimenta a lo largo de su existencia y que proyecta en sus creaciones. La falta de perspectiva denota atadura y anulación de la libertad del artista como ocurrió durante la Edad Media.
La permanente depresión
Algunos críticos de arte han visto en su obra tristeza a partir del principio del color. Vale decir, estados de ánimo deprimidos siendo predominantes algunos colores primarios mezclados con los fríos claros y oscuros. Las aguas de un río las colorea con el rojizo que lo torna explosivo.
Y es que Hitler fue toda su vida un elemento deprimido hasta el intento de suicidio por problemas de falda con una sobrina. Un hombre que dormía fuera de lo normal más allá de las siete u ocho horas era estimulado con el consumo de medicamentos hipnóticos o sedantes para dormir más las diversas enfermedades que padecía.
Al igual que su crónico complejo de inferioridad ante la genialidad y progreso del pueblo judío que en materia artística llegaron a controlar la vida de Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial. Eso lo enfurecía sin comprender su talento para el arte.
Sin duda, creemos constituye un verdadero fenómeno por tratarse de un elemento provisto de una inmensa sensibilidad para el arte pero capaz de masacrar a un pueblo entero como el judío. Todo en nombre de la torcida tesis de la pureza de sangre aria.
No obstante, la condición de artista no exime de las atrocidades de un asesino demencial, pues como dice la Biblia “De todo hay en la Viña del Señor”. Lo demuestra Hitler con su manía criminal y destructiva pese también a pertenecer a uno de los países más cultos del mundo.
Lo cierto es que pintó centenares de obras lo que evidencia su productividad como artista plástico afincado en su talento innato. Se calcula que solo en Viena creó más de mil obras.
El gobierno de EE. UU. posee numerosas de sus producciones descubiertas luego de la Segunda Guerra Mundial, las cuales son mantenidas en el más absoluto secreto.
El sueño con ser pintor
La vocación artística de Hitler no declina en ningún momento. Durante su estadía en la capital austríaca nos cuenta en su libro Mi Lucha: “Trabajaba independientemente como dibujante y acuarelista”.
Siempre sueña con realizarse como artista cuando expresa: “Esperaba conquistar alguna vez renombre como arquitecto”. Nótese que no se refiere al pintor.
Es más, Hitler proclamaba a los cuatro vientos que es un artista. Llega al extremo de deslindarse del político. Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial confesó al embajador británico Nevile Henderson: “Yo soy artista y no político. Una vez que se resuelva la cuestión polaca, quiero terminar mi vida como artista
El problema es que a un personaje problemático y complejo como Hitler se le suele abordar de forma prejuiciada por sus atrocidades como militar y político. Por ende, creemos que se impone separar al artista de esos nefastos roles. Pues, en Mi Lucha, cuando se refiere a la crítica de arte de los judíos en los periódicos de Viena, no titubea y la califica de brillante sin que por ello cediera en su odio a esta raza.
A estas alturas de la historia, la pregunta que el mundo se sigue haciendo, vista su obra destructiva de la guerra, es: ¿Qué hubiera pasado si la Academia de Arte de Viena lo acepta?
Tal vez otro gallo cantaría, pero la historia es real y demoledora como ocurre con Hitler y la Segunda Guerra Mundial. Un talento con azote para mal de la humanidad.
Freddy Torrealba Z.
Twitter:@freddytorreal11