La línea asumida por Vladimir Putin es “que nunca se produzca el ingreso de Ucrania a la Unión Europea ni a la OTAN”. No falta el analista que asegure que ese fue el detonante de la agresión rusa a los ucranianos. Era evidente que desde Ucrania se preparaban para romper el “telón de acero” colgado para diferenciar a los países occidentales identificados con el capitalismo de los países orientales articulados con el ala comunista. Bien se sabe que Ucrania estaba ubicada en la acera de la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial. La verdad de hoy es que Rusia se dispuso a pisotear el territorio ucraniano de la península de Crimea, como reacción a la defenestración de su aliado Viktor Yanukovick que estaba al frente de la presidencia de Ucrania. No conforme con eso, Putin dio rienda suelta a una campaña para alentar a los separatistas ucranianos en la franja fronteriza que entrelaza a Rusia con la zona de Donbás. No era necesario mirar con un largavista para concluir que las andanzas guerreristas de Vladimir Putin estaban en marcha, incrementando su desafío militar en las zonas reconocidas de Ucrania, lo cual dejaba entrever que Moscú maquinaba un asalto a Kiev, y simultáneamente desplegaba sus tropas desde la maniatada región de Crimea.
La ambición del mandatario ruso se anidaba en el propósito de controlar los recursos naturales de Ucrania, así como su potencial agrícola y la idea de usar su territorio como servidumbre para sus proyectos gasíferos. Pero además de esas motivaciones tenemos que otros conflictos han encontrado su respectiva espoleta en los desacuerdos étnicos, religiosos, en las incompatibilidades económicas, comerciales, tecnológicas o enfoques discrepantes en las que se enfrascan negacionistas y promotores del cambio climático, todo en el marco de los extremismos y rancios nacionalismos que dan lugar a los más estridentes debates.
Hemos tenido a lo largo de la humanidad guerras de guerras, como aquella Guerra de los Trescientos Treinta y Cinco Años (1651-1986), tal como se denomina a esa “guerra pacífica” protagonizada por los Países Bajos y las Islas Sorlingas (localizadas en la costa sudoeste del Reino Unido). Ese conflicto se prolongó por 335 años sin que se realizará un solo disparo. Es calificada como la guerra más larga de la historia.
Un conflicto que da lugar a noticias Interdiarias es el que tiene su epicentro en Jerusalén: Israel reivindica su soberanía sobre la ciudad (sagrada para judíos, musulmanes y cristianos) testificando que es su capital tras tomar Jerusalén Oriental en 1967. Esa disputa ha desatado controversias de alcance internacional, mientras que los palestinos aspiran que Jerusalén Oriental sea su capital.
Desde Corea del Norte su líder Kim Jonh-un inauguró este año 2023 con una pendenciera seguidilla de lanzamientos de misiles, aseverando, jactanciosamente, “incrementar la producción de armas nucleares y explayar misiles balísticos intercontinentales (ICBM) mejorados. Toda esa furia belicista la dio a conocer Kim a través de la agencia estatal de noticias KCNA”. No faltan sus desplantes y retos vociferando que “Corea del Sur es el ‘enemigo indiscutible’ del Norte” y que está empeñado en una insolente y peligrosa acumulación de armas. Esas agresiones las han venido soportando los habitantes de Corea del Sur desde 1950. La administración del presidente conservador surcoreano Yoon Suk-yeol, posesionado en el cargo en mayo de 2022, ha confirmado que responderá con un tono más recio respecto a Corea del Norte, en contraste con su predecesor Moon Jae-in. Pero la realidad es que las agresiones de Kim Jonh-un no cesan y el 13 de marzo de este año disparó dos misiles que fueron a dar «con precisión» en el objetivo simulado en el mar de Japón (llamado mar del Este en las dos Coreas) después de volar 1.500 kilómetros con órbitas de vuelo en forma de ocho» durante algo más de dos horas. 13 de marzo de 2023.
Otro capítulo se escribe con el relato sobre la Crisis de Formosa, posteriormente bautizada como Primera Crisis del estrecho de Taiwán. Todo está atado al pleito escenificado entre la República de China y la Republica Popular China, desencuentros derivados de la guerra civil china que dejo una agria relación entre el gobierno nacionalista de Chiang Kai Shek, quien instaló su alto mando en la isla de Taiwán originando la frontera entre la china nacionalista y la china comunista. La situación se fue complicando, una vez que los EEUU tomaron partido en el asunto, tras la Guerra de Corea se dispusieron a proponer la neutralización del Estrecho, lo que significaba desmilitarizar para prevenir conflictos, ya que veían imposible la recuperación de la China continental (la comunista) por parte de las tropas de Chiang Kai Shek. El panorama se complica cuando en febrero de 1950 Mao Zedong estampa su rúbrica en un tratado de seguridad con la desmontada URSS, hecho que hacía temer una inminente ocupación del Estrecho de Taiwán y a la par en junio de 1950 el líder comunista norcoreano Kim II-sung amagó con reunificar Corea a la fuerza. Ese despropósito hizo que EE.UU. se comprometiera a proteger al gobierno de Chiang en Taiwán. La Guerra de Corea convenció a EE.UU. de que Mao era un agresor que actuaba en coordinación con Moscú. El presidente Truman ordenó a la Séptima Flota patrullar el estrecho, con la única intención de frenar las potenciales hostilidades. Sin embargo, EE.UU. no llegó a posicionarse a favor de ninguno de los bandos.
En otro ámbito nos encontramos con los territorios de Ceuta y Melilla, dos ciudades reconocidas como españolas por más de 5 siglos desde donde surgen-en el marco de la Unión Europea y África Continental y sus fronteras-diatribas de orden migratorias y desavenencias diplomáticas. La querella la ha provocado Marruecos invocando como suyas esos ámbitos desde que consiguió su independencia en 1956. Pero la ley internacional no las califica como colonias y la Organización de Naciones Unidas (ONU) respalda que son provincias españolas.
Pasando a otra latitud, recuerdo que en 1982 viaje a Buenos Aires como miembro de una plural delegación de jóvenes a participar en un acto de calle en respaldo de los venezolanos a las pretensiones de los hermanos iberoamericanos de Argentina. Se estaba dando, en el Atlántico Sur, la Guerra de las Malvinas, un conflicto armado ocurrido ese año que tuvo como contrincantes a las fuerzas armadas de Argentina e Inglaterra. Ambos países combatieron por la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwick del ubicadas en el Atlántico Sur. La Organización de las Naciones Unidas continúa considerando los tres archipiélagos con sus aguas circundantes como territorios disputados.
En Irlanda la causa de las agrias confrontaciones fue de orden religioso. Todo se disparó a raíz de una campaña de la Asociación por los derechos civiles de Irlanda del Norte para superar a la segregación que lideraba el gobierno protestante-nacionalista, aislamiento de la que se sentían victimas los partidarios de la rama católica/nacionalista por parte del gobierno protestante/unionista y la fuerza policial. La guerra civil irlandesa tiene sus primeros sucesos entre el 28 de junio de 1922 y el 24 de mayo de 1923, sobreviniendo a la Guerra de Independencia de Irlanda, y experimentando la instauración del Estado Libre de Irlanda, una entidad independiente del Reino Unido pero dentro del Imperio británico. Los estragos que ocasionó esa guerra se patentizan en más de 500 mil irlandeses que perdieron la vida a manos de los ingleses y otros 300.000 terminaron siendo comercializados como esclavos.
Son muchas las guerras vigentes como la que diezma la población de Siria en donde el dictador Bashar al-Assad se resiste a las solicitudes de los opositores que aspiran vivir en democracia. El conflicto de Yemen proviene de su unificación encarnado por Ali Abdullah. Del estallido de violencia que consume a Afganistán en el que pesa el terrorismo ejecutado por los grupos relacionados con Al Qaeda. La primera guerra de 9 meses que sacudió a La República Democrática del Congo que buscaba el desplazamiento del dictador nacionalista Mobutu Sese Seko.
En el continente americano se han producido otros conflictos como el enfrentamiento armado conocido como La guerra del Pacífico-en el desierto de Atacama y en las serranías y valles peruanos- ocurrido entre 1879 y 1884 en donde se liaron las fuerzas chilenas y las de origen boliviano y peruano. Las razones son de orden territorial. Chile se impuso logrando la anexión a perpetuidad de Tarapacá y Antofagasta, que comprendió también Tacna hasta 1929. Bolivia perdió su litoral y Perú fue hostigado por una ocupación militar por tres años. No menos traumático fue la rivalidad entre ecuatorianos y peruanos en aquella guerra de 1941 que tuvo como desenlace el triunfo total de las tropas peruanas, que le permitieron la ocupación de dos provincias ecuatorianas y abrió paso a la firma del Protocolo de Río de Janeiro en 1942, que establece los últimos límites entre Ecuador y Perú.
Otro largo conflicto es el que sostienen Venezuela y Guyana, reclamando en el terreno político y diplomático el destino de la Guayana Esequiba. Se trata de una parte sustancial del territorio guyanés –alrededor de dos tercios- que es requerida por nuestro país en un contexto en el que, además, la ex-colonia británica descubrió enormes riquezas petroleras. Tal como lo ha explicado, con una contundencia argumental, el experto constitucionalista venezolano, Dr. Asdrúbal Aguiar, “el justo reclamo de Venezuela es reconocido en el seno de la Organización de las Naciones Unidas mediante la firma del Acuerdo de Ginebra de 1966, tratado internacional que rige con toda su fuerza normativa la contención sobre nuestra Guayana Esequiba. El 2 de febrero de 1897 Venezuela y el Reino Unido firmaron el Tratado Arbitral de Washington D. C. por el cual se comprometían a resolver el problema limítrofe mediante un arbitraje internacional. En 1899 se conformó «ad hoc» el Tribunal Arbitral de París que dictó un fallo a favor del Reino Unido”.
Coincido plenamente con el exministro Aguiar en que “ningún venezolano debe poner en duda –sin mengua de la ocupación de facto por Guyana – que el territorio Esequibo le pertenece a la nación, al conjunto de los venezolanos. Es el asiento físico de la república y el basamento de nuestra identidad, en vías de disolución franca”…. “Títulos históricos irrefutables y el comportamiento consistente e invariable de los sucesivos gobiernos durante los siglos XIX y XX, prueban la solidez de nuestros derechos territoriales. No menguan con la adversidad del dictado del Laudo Arbitral de 1898, cuando se nos arrebatan 159.500 km2 formantes de la geografía nuestra como causahabientes de España”.
Soy un ferviente partidario de la paz y espero que entes consagrados para buscarla, logren dominar los arrebatos de los guerreristas, sin embargo, despiertan muchos sinsabores, el hecho cierto de que al frente del Consejo de seguridad de la ONU, este hoy un funcionario que responde a las órdenes del primer belicoso que tiene el mundo en la hora actual: Vladimir Putin.
Antonio Ledezma
@AlcaldeLedezma