“…Componer este país va a ser muy difícil esta maleado por todos lados y meter en cintura a tantos malandrines será una tarea desagradable y solo se podrá hacer a golpe de plomo y cárcel como decimos por aquí…”
Jorge Puigbó
Volvió a escribir el primo Eleuterio, un personaje moldeado por los fríos páramos andinos y de quien ustedes ya tienen referencias debido a las cartas que me he tomado la libertad de publicar, considerando que contienen una visión sencilla pero muy lógica, y sobre todo descontaminada del ruido constante de las redes sociales. Les envío el texto el cual casi no está editado:
“…Sé que tengo un tiempón sin escribirle, pero si es el caso, usted tampoco lo ha hecho…, se me ha dificultado el hacerlo porque Nemesia se encontró mal con un dolor en las manos y en un hombro, el médico le dijo que era una reuma y le recetó unas pastillas y una crema para que se la untara, la cuestión es que después de casi un mes seguía igualita, pero con dolor en el estómago, cerramos el negocio y decidimos por consejo de doña Carmen, muy amiga de la familia, ¿Se acuerda?, la dueña de la farmacia “La Salud” en San Rafael de Mucuchíes, irnos hasta las aguas termales que están en Las Trincheras en el estado Carabobo, bajando hacia Puerto Cabello por la autopista a mano derecha, esas que son famosas desde tiempos atrás por su excelente composición mineral y temperatura, de las mejores del mundo, imagínese que sale de la tierra a 92 grados, como para pelar pollos, y sepa que el Barón Alejandro von Humboldt más de doscientos años atrás las visitó, están funcionando desde 1889 como balneario, vuelvo a pedirle disculpas por mi manía de extenderme en explicaciones y cuentos pero, es que me quedé sorprendido con las instalaciones que nos encontramos cuando llegamos al hotel el cual tiene nada menos que cien habitaciones, bueno el cuento es que nos fue de maravilla y el tratamiento terapéutico que le hicieron a la doña le funcionó perfectamente y se le alivió el dolor completamente. Lo malo estuvo en el viaje, nos fuimos y vinimos por Barinas, las carreteras como siempre con sus problemas de mantenimiento, huecos inmensos que, si el carro cae en uno de ellos se revienta, pero eso ya es normal, la cuestión grave fue la gasolina, eso me lo había advertido el compadre Heriberto, el que viaja para Caracas llevando encomiendas, estuvimos a punto de quedarnos sin gasolina viéndonos en la necesidad de dormir en Acarigua esperando al día siguiente para poder llenar el tanque. Le puedo contar que cada vez que salimos nos encontramos con el país más depauperado, ya casi no existen buenos sitios para comer en las carreteras y las artesanías están desapareciendo. Yo sé que a usted no le gusta que constantemente repita en mis cartas que me gusta saltarme algunas reglas de la sintaxis y he llegado a comprender que no es así, lo que pasa querido primo es que, en estas montañas con sus cañaotes y malos caminos, alejada estuvo siempre del resto del país y todavía se encuentran construcciones antiguas del lenguaje y se presiente igualmente la influencia de los idiomas nativos, total que por ello algunas veces no nos entendemos sobre todo por los matices semánticos que aquí se le dan a formas del lenguaje que las hacen diferentes, lo cual cada día que pasa ocurre menos porque nuestra gente está más integrada gracias a los medios de comunicación, pero bueno, como siempre ya comencé a darle una clase que usted no me solicitó, me disculpa por esa. Le escribo, ante todo, para saludarlo y comentarle que me encuentro aturruyado por tantos y complicados acontecimientos que a diario desbordan mi entendimiento, quiero empezar hablando del inaudito ladronismo para lo cual ya no consigo apelativo lo suficientemente descriptivo para nombrarlo y no digo calificativos porque los he usado todos. La cosa como que está fea, le puedo contar que el muérgano del pariente Ismaelito, aquel que le mencioné en una, el que tenía una camioneta “Avalache” roja con el equipo de música escandaloso, íntimo del gobernador, según él, pues me lo conseguí en el mercado municipal, se dejó la barba y casi que no lo reconozco cuando se bajó de un Optra todo destartalado. La educación pudo más que la “arrechera” que le cogí y lo saludé, al principio lo noté sorprendido, pero es un tipo muy vivo y zalamero, me extendió la mano convidándome a tomarnos un café. Nos tomamos dos, bautizados con un chorrito de miche que no estaban nada mal, mientras me contaba que sus negocios los estaban investigando por culpa de su socio y él andaba de perfil bajo con todo preparado para irse del país. Pariente, después de hablar con él, llego a la casa y me consigo con la noticia del defalco a PDVSA, o sea al país, por una millonada de dólares tan grande que no se ni como se escribe, ni me cabe en la cabeza, creo que nuestra patria la están hundiendo los propios venezolanos, aquí se acabó la moral, todo el mundo roba o quiere robar, aquello de la vergüenza, de pensar en la familia que quedaría expuesta se extinguió. Una vez muchacho me conseguí cien bolívares cuando estaba a 3.35 por dólar y representaba, en esos tiempos, una cifra significativa para cualquier hogar de clase media. Mi padre estuvo días averiguando en la escuela, con los vecinos si a alguien se le había extraviado un billete y no fue hasta que agotó todas las diligencias cuando lo guardó y supongo los gastó, porque solo me llevaron a comer helado. Componer este país va a ser muy difícil esta maleado por todos lados y meter en cintura a tantos malandrines será una tarea desagradable y solo se podrá hacer a golpe de plomo y cárcel como decimos por aquí. Lo espero por semana Santa como todos los años, a ver si deja esa flojera y de paso me trae algo bueno y sabroso de Caracas que yo siempre le estoy mandando cosas…”
Jorge Puigbó