Diariamente amanezco escribiendo sobre la permanente tristeza y desesperanza venezolana.
Vivir en Venezuela es como un video juego. Cada día que pasa es un nivel más arrecho, dice un graffiti con el cual tropecé en las redes sociales.
¿Qué siente un niño que tiene que dejar su país, sus amigos, su casa y parte de la familia? ¿Qué siente un niño que en Venezuela se queda sin padre ni madre por el éxodo?
Pedirle a un chico tímido de 11 años que defina la tristeza parece demasiado ambicioso.
Es como si Venezuela ya no existiera por la odisea de ellos de dejar su terruño y empezar en otro, sin intenciones de regresar.
“Cuando se tiene un hijo, se tienen todos los hijos de la tierra. Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro y el corazón afuera”.
Así es como el verbo de Andrés Eloy Blanco en su Poema “Los Hijos Infinitos”, describe el amor más puro que sentimos hacia nuestros niños.
Me encuentro escribiendo la tristeza que invade vivir en mi propia Patria que fue rica por su petróleo y minas, y luego me salpican en la calle lágrimas de dolor en un desierto, porque más de seis millones de compatriotas han salido de nuestra nación en los últimos años ante la hiperinflación, escasez, violencia, persecución, salarios bajos y la falta de oportunidades, de los cuales muchos son infantes.
Es muy fuerte, como si hubiésemos perdido a un familiar, sólo que no sabemos cuál y eso es lo peor. Estamos metidos en el llanto, pero no sabemos específicamente a quién estamos llorando.
Recuerdo las palabras de Teodoro Petkoff, cuando era ministro de Cordiplan en los años 90 en el segundo gobierno de Rafael Caldera: “Estamos mal, pero vamos bien, aunque Mario Moreno Cantinflas también lo dijo con un delicioso acento mexicano: «Estamos mal, pero vamos bien, porque antes estábamos bien pero no era cierto porque no sabíamos cómo estábamos; ahora, estamos mal, pero lo sabemos. Ahora es cuando podemos dejar de estar mal y llegar a estar mejor”.
También lo expresó Carlos Saúl Menem, un abogado y político argentino, Presidente de esa nación durante los primeros meses de su primer gobierno cuando la hiperinflación hacía estragos, similar a la que vive la Patria de Bolívar.
¿Qué quiso decir Andrés Calamaro, cantautor, músico, compositor y productor discográfico argentino con, «la vida es una cárcel con las puertas abiertas»?
Que en realidad esta vida está basada en reglas y obligaciones impuestas por una tiranía. Las decisiones en la vida serán el resultado del rumbo de tu vida para el bien o para el mal.
Tienes que seguir las reglas de un dictador, la ley del hombre. Como en una cárcel tienes que hacer y obedecer las normas que allí te imponen como preso o recluso. Igual pasa en nuestra Venezuela.
¿Qué quiso decir Séneca, un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moral, con aquello de que toda crueldad surge de la debilidad?
Que las heridas que no se superaron, luego sangran en personas inocentes.
Alí Primera compuso no sólo canciones, sino declaraciones y pensamientos guías que trascienden y alertan a los pueblos que luchan por una vida feliz.
Su pensamiento y militancia es el trayecto de las letras de sus arreglos musicales que reflejan la identidad de Venezuela. De sus versos, de sus palabras nos apropiamos desde diversas fronteras.
“El cantor del pueblo venezolano”, el de la “canción necesaria”, el que le cantó a “mama Pancha”, a los “techos de cartón” y definió que “la Patria es el hombre”.
¿Cuándo Dios va a intervenir para rescatarnos de estos lobos hambrientos que se robaron todo y siguen desangrando al país esperando chuparnos la última gota? Aunque él tarda pero no olvida, parece que se nos acaba el tiempo.
En los hospitales, en los pueblos más humildes, en las escuelas sin pupitres, en las plazas abandonadas, en cada esquina se oyen gritos de auxilio y oraciones.
En medio de tanta indolencia, parafraseamos reflexiones del Papa Francisco: “Las paredes de los hospitales han escuchado oraciones más honestas que las iglesias.”
“Han visto muchos más besos sinceros que en los aeropuertos. Es en el hospital donde ves a un homofóbico siendo salvado por un médico gay, el galeno burgués salvando la vida de un mendigo.”
“En la unidad de cuidados intensivos ves a un judío cuidando a un racista, un paciente policía y un preso en la misma sala recibiendo igual atención, un paciente rico en la cola de trasplante de hígado listo para recibir el órgano de un donante pobre”.
“Es en estos momentos en que el hospital toca las heridas de las personas que los universos se entrecruzan a propósito divino, y en esta comunión de destinos nos damos cuenta que solos no somos nadie”.
“La verdad absoluta de las personas, la mayoría de las veces, sólo aparece en el momento del dolor o de la amenaza real de pérdida definitiva”.
“Hospital, un lugar donde el ser humano se quita la máscara y se muestra tal cual es en su verdadera esencia”.
Es en estos hospitales, desconocidos totalmente por el gobierno de Nicolás Maduro, donde los radicales de turno tienen una oportunidad de aprendizaje, pero mientras saborean las mieles de nuestro petróleo, usando clínicas modernas, elegantes y distinguidas con equipos de alta tecnología y aire acondicionado, nunca pasarán por ellos pues simplemente no fueron hechos para completarse allí.
¡Qué triste se oye la lluvia en las casas de cartón!
Orlando Peñaloza
