El relativismo cultural es la idea de que los valores, creencias y prácticas culturales deben ser comprendidos y juzgados en función del propio contexto cultural, en lugar de ser evaluados según los estándares de otra cultura. En otras palabras, lo que puede ser considerado correcto o aceptable en una cultura, puede no serlo en otra.
Recientemente, un video del Dalai Lama, el líder espiritual del pueblo tibetano, considerado una de las figuras más importantes del budismo, galardonado con numerosos premios y reconocimientos por su trabajo, incluyendo el Premio Nobel de la Paz en 1989, levantó oleadas de protestas y rechazos en todo el mundo, pues luego de abrazar y besar en la boca a un niño que pidió saludarlo en un acto público, sacó la lengua y le dijo “chúpamela”. El jovencito estaba visiblemente incómodo.
Sus defensores también salieron al paso. Uno de los argumentos más usados fue que su actitud fue “cultural”. Otros alegaron que es “juguetón” y que tiene un “gran sentido del humor”. Dijeron que el video había sido sacado de contexto. ¿Cuál puede ser el “otro” contexto de sacarle la lengua y pedirle que se la chupara? Yo vi el video completo y para mí, no fue otra cosa que la actitud de un viejo baboso, que no puede justificarse ni perdonarse bajo ninguna óptica. Y ese, justamente, es uno de los grandes problemas del relativismo cultural. Esta perspectiva reconoce la diversidad y promueve la tolerancia y el respeto por otras culturas. Sin embargo, no dice nada de ciertas prácticas culturales que violan los derechos humanos universales, como la ablación del clítoris, por ejemplo, que se realiza principalmente en África, Oriente Medio y algunas partes de Asia. Más de 200 millones de mujeres han sido sometidas a esta práctica, inaceptable bajo todo punto de vista, porque es una flagrante violación de los derechos humanos de las mujeres.
Colgué en mi cuenta de Instagram una foto del video en cuestión y me quejé públicamente. Algunas personas me tacharon de “etnocentrista”, criticando que estaba juzgando otra cultura desde la perspectiva de la mía. Puedo entender y conceder que cada cultura tenga su propia libertad para desarrollarse y evolucionar de acuerdo a sus propias necesidades y valores. Pero de allí a justificar ciertas prácticas culturales que violan los derechos humanos universales, puede llevar a una falta total de justicia en la sociedad. El que no existan puntos de referencia objetivos para juzgar las culturas, como proclama el relativismo cultural, puede llevar no solo a una falta de crítica constructiva, sino a la aceptación de prácticas culturales perjudiciales, como el racismo, la discriminación, la opresión, la violencia y la pederastia… Todo en nombre de la “cultura”.
La cultura no es homogénea ni estática, por lo que puede ser cambiada. Uso el ejemplo de la esclavitud. En lugar de aceptar todas las prácticas culturales como iguales, deberíamos trabajar para cambiar las prácticas culturales perjudiciales y promover los valores universales como la igualdad y la libertad.
De manera que sigo en mis trece en mi profundo rechazo a la actitud del señor Tenzin Gyatso, por muy Dalai Lama que sea. Y si lo que está es senil, es hora de buscar a una de las reencarnaciones del Bodhisattva, el Buda de la Compasión. Es lo mínimo que podrían hacer en nombre de esa compasión…
Carolina Jaimes Branger
@cjaimesb