#OPINIÓN El «Edén» perdido de Dios #11Abr

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El tiempo no se detiene ni espera por nadie.

En Venezuela hemos detenido la vida ante la infidelidad de los mandatarios. Se nos detuvo el tiempo y en este momento somos lo más viejo que podemos ser y lo más joven a lo que nunca hemos podido volver.

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Cuando uno lee temas melancólicos y solitarios, la voz de la tristeza se detiene en la realidad de la vida.

Y esos mensajes que nos llegan por distintas vías en las redes sociales nos ponen de cara a la verdad.

La vida es una tarea que nos trajimos para hacer en casa. Cuando uno mira, ya son las seis de la tarde, cuando uno mira ya es viernes, cuando uno mira, se terminó el mes, cuando uno mira se terminó el año, cuando uno mira ya se pasaron 50, 60 y 70 años.

Cuando uno mira ya no sabemos más por donde andan nuestros amigos, nuestra familia. Cuando miramos perdimos al amor de nuestra vida, y se nos ha hecho tarde para volver atrás.

Venezuela está triste y abandonada. Arrinconada en cualquier pueblo o metrópoli donde hablar de «la crisis» se ha convertido en un hábito para los venezolanos. Más nada porque llegamos a nuestros hogares callados, sin decir nada ante tanta tragedia.

La crisis nos agobia, nos circunda, y en esa sola palabra, inadecuada, para hablar con propiedad, se sintetizan la percepción del deterioro y la sensación de frustración que parecen haberse apoderado del país.

Hay una clara conciencia de vivir un retroceso global que nos impone decrecientes niveles de vida y que se manifiesta en todas las áreas significativas de lo que llamamos lo social: educación, salud, vivienda, seguridad, servicios públicos.

Hablar de «la crisis» se ha convertido en un hábito para los venezolanos.

El problema de la pobreza resume, de algún modo, según Carlos A. Sabino, sociólogo, egresado de la Universidad de Buenos Aires, y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela, la compleja situación a la que acabamos de referirnos, y por ello se encuentra como en el centro de las dificultades por las que atraviesa Venezuela.

Leamos a Jaime Ballestas, un abogado, escritor, humorista y fotógrafo venezolano, actualmente residenciado en Budapest, aunque con una continua presencia en nuestro país, conocido también como “Otrova Gomas”, el seudónimo que empezó a usar en sus primeros textos publicados en la revista “Aplicación” durante los días de bachillerato.

Describe crudamente lo que estamos viviendo: “Había pobreza pero la transformaron en miseria extrema, había crimen y fue canonizado, había muertes y las santificaron, había tristeza pero la volvieron llanto. Había dolor y lo multiplicaron”.

“Crearon la forma sublime del sufrimiento humano: el dolor de los ancianos, que los dejó sin lágrimas, hambrientos, sin hijos, sin nietos y en la soledad eterna”.

“Asesinaron la familia, la educación y los maestros, y los jóvenes se quedaron huérfanos”.

“Arruinaron el trabajo honesto, el ahorro, y la vida de todos se convirtió en un mar de espinas”.

“Devastaron el país, y la traición hizo que borraran la palabra patria. Quedó transformada en el reino de la angustia y el desconsuelo, la madre de todos los tormentos”.

“Robaron las riquezas, el esfuerzo ajeno, la ilusión de crear y la esperanza colectiva. Se perdió el rumbo y el destino”.

“Sólo ellos disfrutaron, y su mancha siniestra por todas partes dejó sus huellas”.

“Hijos de culebras, de lobos hambrientos, horrible parto de las hienas. Infausta metamorfosis que nos hundió en la más oscura de las noches”.

“Las trompetas rojas vitorearon esa banda destructiva manejada desde el centro mismo del infierno. Estirpe de monos y gusanos en edición de cerdos”.

“La que borró la historia y creó esa raza nueva de adulantes ciegos, de camaleones rojos estirando las manos para silenciar la muerte de su futuro negro”.

“Transfiguraron la belleza de los campos, volvieron barrancos las montañas y surgieron lodazales donde había lagos. Demolieron bosques y paisajes y regalaron el fondo de la tierra, las minas y sus selvas”.

“Cuba fue la nueva patria, Irán la religión de muerte. Y a su lado, China y Rusia, las de las largas marchas de infinitos muertos”.

“Desaparecieron el amor, la dignidad, el ejemplo honesto y la belleza”.

“Pobre patria que desde lejos el mundo horrorizado mira los relámpagos siniestros de su tormenta”.

“Transmutación diabólica, la que hoy consume a Venezuela”.

Después de leer tan doloroso y acertado análisis, tropezamos con el nuevo revés que sufrimos en la disputa con Guyana por el Esequibo.

La Corte Internacional de Justicia (CIJ) rechazó las nuevas objeciones de Venezuela en la disputa territorial reavivada por el descubrimiento de ricos yacimientos de petróleo en esa región.

A pesar de todo, somos doblemente afortunados, primero por disfrutar la vida y segundo por ser venezolanos.

No sé quién lo escribió, pero además de resultar asombrosas y espectaculares las coincidencias y simbolismos, solo nosotros en todo el planeta podemos decir y sentir tanto.

No fuimos descubiertos por los españoles sino por Cristóbal Colón, y respondemos a todas las descripciones Bíblicas del “Edén perdido de Dios” en el libro del Génesis, y también corresponde a la descripción de la “Nueva Jerusalén,” descrita en el Libro del Apocalipsis.

Del “Edén” sabemos que entre sus árboles había 2 con características específicas: “El árbol de la vida y el del conocimiento del bien y el mal”.

En Venezuela está La “Autana”, que significa “árbol de la vida”, que entre otras cosas, tiene la capacidad de variar sus frutos según la temporada del año como en el “Edén”, y está el árbol “Atabapo”, que tiene en su superficie un orificio del cual no se ha podido conocer la profundidad, y donde vive un animal más grande y antiguo que las anacondas.

Del “Edén” sabemos que estaba trazado por cuatro ríos, de los cuales a dos de ellos se hace mención específica, “el Tigris” y “el Éufrates”.

Dice que “el Tigris” viene de la naciente más alta que hay en el “Edén” y desciende por las riveras de oro, hasta conseguirse con el “Éufrates” que lo parte por la mitad.

¿Acaso Venezuela no tiene la naciente de agua más alta del mundo que desciende por las riveras de la mayor reserva de oro, y se encuentra con el Orinoco, que parte a Venezuela por la mitad?

En Venezuela hay una “Espada de Dios” encendida del Cielo a la Tierra en forma de rayo que se irradia por todas partes, y su nombre es el “Relámpago del Catatumbo”, fenómeno indomable por el hombre.

De la nueva Jerusalén sabemos que es el lugar de calles de oro y mar de cristal, y Venezuela es el escenario donde convergen la mayor cantidad de oro negro, (petróleo), oro amarillo, oro azul, (Coltan), oro blanco, (agua dulce), oro verde, (Amazonas), oro marrón, (tierras 100 por ciento productivas),  y el séptimo oro, recién aparecido en Venezuela, que es un mineral que no aparece en la tabla periódica y posee mayor energía que los anteriores.

Del “Edén” sabemos también muchas otras cosas similares a las riquezas naturales que tiene Venezuela.

El libro de las revelaciones (Apocalipsis) comienza con 7 áreas geográficas y termina con 24 ancianos alrededor del Trono de Dios, y Venezuela se Independizó con 7 provincias y hoy tiene 24 Estados.

Eso significa que pese a lo dramático de nuestro país, pandemia causada por dos o tres atornillados en el poder con el apoyo desleal de nuestras Fuerzas Armadas, estamos convencidos del hallazgo más grande nunca antes logrado en la tierra: El “Edén” perdido de Dios fue hallado y su nombre es ¡Venezuela!, sólo que con su apoyo divino podemos recuperarlo.

Siempre juntos, siempre unidos, siempre hermanos, siempre amigos.

Orlando Peñaloza

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