La enfermedad de Parkinson es una afección degenerativa del cerebro asociada a síntomas motores (lentitud de movimientos, temblores, rigidez y desequilibrio) y a otras complicaciones, como el deterioro cognitivo, los trastornos mentales, los trastornos del sueño, el dolor y las alteraciones sensoriales, conmemorándose cada 11 de abril el Día Mundial de este padecimiento, por el aniversario de James Parkinson, doctor británico que describió por primera vez la enfermedad.
En efecto, este trastorno neurocognitivo ocurre cuando las células nerviosas (neuronas) no producen suficiente cantidad de una sustancia química importante en el cerebro conocida como dopamina. Algunos casos son genéticos, pero la mayoría no parece darse entre miembros de una misma familia.
Con el tiempo, el Parkinson puede dificultar o ralentizar la realización de desenvolverse en su día a día como caminar o levantarse de una silla, y la persona necesita ayuda para realizar sus actividades cotidianas, se vuelve dependiente.
La neuropsicólogo de Hogar La Ponderosa, Katherine Vergara, señaló que “hay un conjunto de factores de riesgo que podrían conducir a padecer enfermedades neurocognitivas, uno de ellos podría ser el haber llevado un estilo de vida poco saludable con mala alimentación, falta de ejercicio, poca reserva cognitiva y altos niveles de estrés”.
Por ello recomendó adoptar desde joven un estilo de vida saludable, para prevenir estos padecimientos.
Aseguró Vergara que, “al estar sano se logra cuidar el cerebro” y, además, “hay que prevenir y controlar la hipertensión, la diabetes, colesterol, y las enfermedades vasculares”, así, aun cuando la persona pueda tener algún componente genético, puede vivir sin presentar los síntomas de enfermedad.
No hay ninguna cura para el mal de Parkinson, pero el tratamiento puede ayudar a controlar los síntomas y enlentecer su progresión. La enfermedad suele comenzar con el temblor en una mano, es posible que los brazos no se balanceen cuando se camina, puede haber pérdida de olfato y un sueño inquieto, rostro inexpresivo, ansiedad o depresión, que pueden manifestarse hasta dos años antes de llegar a un diagnóstico.
Si una persona detecta en sí mismo o en algún familiar tales síntomas, es recomendable visitar al médico, quien le puede hacer recomendaciones, así como referirlo a un neurólogo, médico especializado en el cerebro, para la evaluación completa y determine la causa.